Hace un año por estas fechas, El Diario Vasco convocó a los portavoces de los grupos parlamentarios de la Cámara autonómica a la escenificación de una cena de Navidad en una tradicional sociedad gastronómica. Allí acudieron, entre otros, Arnaldo Otegi e Idoia Mendia. La polémica que se montó por aquella foto en portada del principal periódico de Gipuzkoa fue monumental. Idoia Mendia estuvo en la picota por compartir fogones con el exetarra Otegi. Casi nadie reparó, y no creo en absoluto que fuese un olvido, que el organizador de aquel encuentro fue un periódico del grupo Vocento, editor de ABC y de varios medios autonómicos.
Nadie insultó a El Diario Vasco por juntar a los representantes de la soberanía de toda la sociedad vasca. Nadie recordó a El Diario Vasco que los cobardes asesinos de ETA mataron a su director financiero, Santiago Oleaga. Pero sobre todo, nadie se molestó en preguntarse por qué un medio de comunicación local clara y valientemente alineado desde siempre con la democracia, que incluso sufrió el asesinato en su equipo, promovía aquel encuentro con tono de cercanía y confianza. Resulta asombroso que a nadie se le ocurriera pensar por qué Vocento daba ese paso tan significativo. Bastó con despellejar a la socialista Mendia y no se miró ni un centímetro más allá.
Amaia Guridi, viuda de Oleaga, siempre dice dos cosas que creo que son fundamentales para poder reconciliarnos: “Esto de querer pasar página será para ellos” y cuando le preguntan qué siente afirma que “llama la atención que no tenga ansia de venganza”. No al olvido, sí a la reconciliación.
Quienes defienden con desbordante vehemencia los consensos de aquella brillante y reparadora fase de nuestra historia reciente hoy escupen cualquier gesto de diálogo y reconciliación
Las sociedades con heridas necesitan curarse. España lo hizo con la Transición. Pero quienes defienden con desbordante vehemencia los consensos de aquella brillante y reparadora fase de nuestra historia reciente, hoy escupen cualquier gesto de diálogo y reconciliación. En el mega reportaje ‘ETA, el final del silencio’ que Jon Sistiaga ha realizado para Movistar +, el primer episodio se titula ‘Zubiak’ (Puentes, en euskera). En él aparece Maixabel Lasa, viuda de Juan Mari Jauregi, hablando con el asesino de su marido. También la del periodista José Luis López de Lacalle, Mari Paz Artolazabal. Sinceramente, no se me ocurre una victoria mayor: la voz callando las balas. El poder de la razón aplastando la cobardía, el miedo, la vergüenza, la ignominia. La muestra definitiva de que los demócratas éramos, somos y seremos mejor que los sectarios.
Pero cuando uno se ocupa activamente de no entender nada de lo que pasa fuera de su círculo, lo normal es que logre su objetivo y no comprenda nunca nada. Quienes, por el contrario, nos esforzamos por entender incluso lo que no compartimos y trabajamos cada día para ayudar a nuestros lectores a estar mejor informados, tenemos la obligación de mirar más allá del grito y del escándalo.
Hoy hay políticos que parecen no soportar la democracia. No entienden ni asumen que haya representantes de ideologías que no compartimos ni un ápice. Que incluso repudiamos. Pero que tenemos el deber y el derecho de convivir. Estos políticos de insulto fácil, de escasa visión de Estado y de tuit regurgitante usan cualquier argumento para destruir la convivencia, para quemar puentes, para cavar trincheras.
Utilizar la memoria de las víctimas para desgastar a un rival político es infame. Separar a los muertos por siglas, condición o cualquier otra causa es algo que solo hacía ETA
Utilizar la memoria de las víctimas para desgastar a un rival político es infame. Separar a los muertos por siglas, condición o cualquier otra causa es algo que solo hacía ETA. La memoria de las víctimas no tiene ideología. No debería tenerla. Y el mejor homenaje que podemos hacer a su injusto sacrificio es ofrecerles una sociedad en paz. Una sociedad llena de puentes y calles, vacía de trincheras.
No solo algunos políticos pisotean la convivencia. Hay titulares que buscan el click fácil a costa de abrir heridas. Eso sí que es puro veneno. Lanzar cualquier barbaridad en las redes para llamar la atención del lector, encender los más bajos instintos para ganar cuatro páginas vistas, buscar la confrontación por el mero hecho de tener un minuto de gloria demuestra, por un lado, todos los complejos de quien utiliza un recurso que requiere muy poca capacidad intelectual. Por otro, el uso de lo que ellos llaman periodismo no para informar, no para analizar… simplemente para profundizar en la trinchera de su odio, su sectarismo y su desinterés absoluto por vivir en una sociedad plural y respetuosa… ¿Qué escribiría López de Lacalle, que tanto defendió la libertad, acerca de esto?
La política es al arte de gestionar lo de todos. Todos. Pero para algunos, por suerte no muchos aunque ruidosos, ‘todos’ son solo los suyos. Qué triste y pobre creer tener la razón absoluta, perder la máxima de cualquier buen profesional de cuestionar todo, analizar todo, preguntarse todo. Para ellos, el todo es lo que les devuelve el espejo. Más puentes, menos insultos, veneno y orgullo de ser sectario nos harían mejores a todos.
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