Opinión

Esos políticos adolescentes y caprichosos

Pedro Sánchez está convencido de que los suyos no se quedarán en casa el 10-N porque aguantan lo que les echen

De espaldas al campo, como cuando la afición de un equipo de fútbol está en contra, bien porque no rinden en el césped, bien porque de ellos se espera más de lo que dan. No es que los simpatizantes a un equipo sean exactamente lo mismo que los votantes a determinada opción política, aunque son ya muchos los antecedentes en los que los votantes devienen en votancia, a veces incontrolada -¡cuidado, Sánchez!-. A las urnas vamos ya demasiadas veces como al estadio, sabemos de antemano que las cosas no saldrán bien, que el equipo no se encuentra en condiciones, que la directiva desbarra, y sin embargo seguimos yendo al campo y defendiendo lo indefendible cuando alguien osa atacar a nuestro equipo. El escudo como la sigla.

Lamentablemente el fútbol se parece ya demasiado a la política, -incluso en su infantilismo- y por eso, aun intuyendo el desastre y sabiendo el resultado, seguimos votando lo mismo una y otra vez. Los que hemos probado a cambiar de opción política, los que no nos sentimos presos ni cautivos de una sigla hemos sentido una liberación que aconsejó a todo aquel que me pregunta qué hacer ante el espectáculo en que se ha convertido la política en España. Eso o de espaldas en la grada cuando sale el equipo y pide tu aplauso; de espaldas a las urnas anuncian las encuestas que habrá dos millones de españoles el día 10. ¿Y no les tiembla el pulso a estos cráneos privilegiados?

Se trata de elegir entre cinco líderes con pretensiones de ser presidentes del Gobierno sin haber sido antes concejales de su pueblo

Aún no sé si estaré entre esos dos millones, pero hoy martes y sin saber lo que va a suceder, la tentación es fuerte, o sea quedarme en casa. Me pregunto por qué he de votar el 10 de noviembre y por qué he de hacerlo a los mismo incapaces que ya encabezaron sus listas el 28 de abril. No han sabido arreglar esta situación y vuelven a pedir una oportunidad. ¿No hay otros? Se trata de elegir entre cinco líderes con pretensiones de ser presidentes del Gobierno sin haber sido antes concejales de su pueblo. Si, ya, lo sé, Sánchez lo fue de Madrid. El salto fue muy elevado, de concejal a diputado por casualidad y de ahí a presidente del Gobierno.  Ninguno de los cinco césares sabe lo que es ser ministro ni ha manejado un presupuesto. Sí, ya lo sé, Sánchez si, pero el de Montoro, que para su vergüenza sigue vigente.

Para mi país quisiera ejemplos como Merkel, canciller de Alemania a los 50 años después de haber sido ministra dos veces y probar en sus carnes lo que era una dictadura comunista. Aquí se pretende gobernar con espinillas en el rostro, y el resultado es esta generación de políticos inmaduros, cambiantes, caprichosos y fatuos que nos hemos dado a nosotros mismos sin que ninguno haya probado los rigores de un trabajo en una empresa.

A George Brassens la música militar nunca lo pudo levantar, a mi la presencia inquietante de este grupo de incapaces de echar una mano a su país me resulta desesperante, y, en consecuencia, suficiente para ponerme de espaldas, como los aficionados cabreados. Pienso en el Rey Felipe VI y en lo difícil que lo tiene ante esta baraja de lideres más interesados en sus biografías y partidos que en España. ¿Qué va a hacer el Rey? Y cómo se habrá tomado Felipe VI eso de Pablo Iglesias de que el Rey debería hacer entender a Sánchez que incluya a Podemos en su Gobierno. Ahora el Rey tiene para Iglesias un porqué. Pero el Rey no está para eso. La Constitución le ha dado las atribuciones que tiene, alguna muy importantes, pero en este caso está como en la copla de Carlos Cano, a ver los barcos venir, a ver los barcos pasar.

Si no fuera porque Alberto Núñez Feijóo actúa como un verdadero desleal al PP después de haber podido dirigir ese partido, compraría enteras sus declaraciones cuando asegura que de haber entre nosotros hombres de Estado en vez de políticos adolescentes podría haber gobierno de coalición. Qué pena que llegue tan tarde y no repare en que su afán calculador lo trastornó. Pudo y no quiso dar el salto, quería, pero no se decidió; vaya, lo propio de la adolescencia, o sea, no saber lo que se quiere. Y ahora viene Feijoo con que si hubiera en España… Pero no hay.  

Y así estamos ahora con Sánchez, convencido de que los suyos no se quedarán en casa el 10 de noviembre. Aguantan lo que les echen. Primero iba a ser un gobierno monocolor, luego de colaboración, luego de coalición y ahora monocolor, pero con los votos gratis a ser posible de la derecha, y eso porque él lo vale. Entre el susto y muerte, los españoles eligen la desconfianza, la indiferencia y el aburrimiento que les producen estos políticos adolescentes. Puede que sea lo único cierto que dice el ultimo CIS método Tezanos. Da un poco de miedo.  

Antes de terminar

¿Y si Tezanos tiene razón? ¿Y por qué Rivera no lo propuso antes? A estas alturas su propuesta es la de un político al que le tiemblan las piernas cuando mira en el calendario la fecha del 10-N. No es posible que se equivoque todas las encuestas que anuncian el batacazo de Cs.  

¿Rivera dispuesto a hacer presidente al jefe de la banda? ¿Y aquello de que con Sánchez no? ¿Y eso otro de con el sanchismo ni agua? ¿Y qué pinta aquí Casado sin con los votos de Ciudadanos sale la cuenta? Y lo peor, ¿para llegar a esto ha habido que cargarse medio partido?

Tempus fugit, Rivera.

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