Lunes, día 3, doce de la mañana, piso primero del número 25 de la calle de Serrano esquina a Hermosilla, sede señorial del Centro Riojano. Hay convocada la presentación del número monográfico de Nueva Revista, editada por UNIR (Universidad Internacional de La Rioja, que lleva por título “Pactar es progresar”. En los carteles tres figuras de la fiesta: José Ignacio Torreblanca, director de la Oficina del ECFR; Jordi Sevilla, presidente del Consejo Social de UNIR; y Felipe González, expresidente del Gobierno. El despeje de plaza estuvo a cargo de Rocío Martínez Sempere, directora de la Fundación Felipe González y promotora de la iniciativa. Definió la democracia como la suma de conflicto y pacto y encomió la moderación como virtud del fuerte.
El turno siguiente fue para Jordi Sevilla. Empezó preguntándose que otra cosa compartían los españoles además del DNI y subrayando que a falta de pactos habían cobrado prioridad los enfrentamientos. Luego se limitó a cumplir con su papel institucional sin alusión alguna a ZP, ahora que José Luis se ha sumado a la caravana electoral, nada tuvo que decir de los orígenes del zapaterismo, cuando se ofreció a Bambi garantizándole una puesta a punto en materia económica en dos tardes. Tampoco recordó sus tiempos de ministro de Administraciones Públicas entre 2004 y 2007, ni los gozos y las sombras que desde julio de 2018 hasta enero de 2020 vivió como presidente de Red Eléctrica de España, de donde fue cesado por falta de calor en el elogio a Sánchez.
Rehusaban asentir alegando que antes era preceptivo haber indagado qué se pacta, a quiénes se invita a pactar y cuál es la finalidad que se persigue al hacerlo
Torreblanca tomó la palabra para ceñirse a la descripción del encargo recibido como coordinador del monográfico y se esforzó en justificar la selección de autores y la asignación de temas sin apartarse del lema de que “Un país que pacta es un país que progresa”. Una afirmación que los del tendido del siete consideraban excesiva y a la que rehusaban asentir alegando que antes era preceptivo haber indagado qué se pacta, a quiénes se invita a pactar y cuál es la finalidad que se persigue al hacerlo. Porque también hay pactos de envilecimiento que impulsan toda clase de degeneraciones. Establecer la equivalencia entre pactar y progresar podría dar a entender que se convalida a Frankenstein para que proceda, a su propia conveniencia, el candidato Pedro Sánchez. Torreblanca señaló el retroceso observado en la capacidad de acordar más allá de los afines y se refirió a los destrozos de la polarización que ha afectado en proporción incomparablemente mayor a los políticos que a los votantes. Sobre esta cuestión hizo un quite muy ajustado José Juan Toharia, presidente de Metroscopia con datos escogidos de sus mejores encuestas.
La intervención más esperada era la de Felipe González que estrenaba elegante bastón. Escaldado por lo que le hacen decir sin haberlo dicho, midió mucho los terrenos. Reiteró que el populismo da respuestas simples a cuestiones complejas y que incluye la designación de un culpable. Se empleó en la defensa del PSOE al que atribuyó la naturaleza de sistémico, sobrevoló los Pactos de la Moncloa y recordó que el 28 de octubre de 1982 cuando las urnas le dieron 202 diputados compareció pidiendo ayuda a todos y reconociendo el voto prestado. Volvió al título de su prólogo: “Pónganse de acuerdo” y propugnó la búsqueda de soluciones de modo que la lista más votada sea aceptable cuando no haya otra opción. Y a cambio de permitir gobernar se declaró partidario de no pedir nada. Veremos.
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