Entrados en la cuenta atrás para la campaña de las autonómicas de Castilla León que despegará el 28 de enero, cabe ya pronosticar la coloración que adquirirá la propaganda de los principales contendientes y anticipar las interpretaciones que harán los líderes de los resultados del escrutinio de las urnas la noche del domingo 13 de febrero. Aclaremos, antes de que el ruido nos confunda, que la referencia básica debiera ser la comparación con esta X Legislatura que ha estado formada por 81 procuradores: 35 del PSOE, 29 del PP, 12 de Ciudadanos, 5 del Grupo Mixto que integran 2 de Podemos-Equo, 1 de UPL, 1 de VOX y 1 por Ávila, escindido del PP. Pero la atención se desviará enseguida hacia el pactódromo con ánimo de averiguar qué suma podría articular la mayoría de respaldo preciso para la investidura de un candidato. Por supuesto, cada uno de los lideres contendientes se refugiará en resultados anteriores que a diferentes escalas les permitan quedar a salvo.
Todo indica que el PSOE comparecerá en la campaña dispuesto a ennegrecer al PP presentándole como negacionista en perjuicio de los intereses generales y que se esforzará, habida cuenta de la previsible evaporación de Ciudadanos, en descalificarle como uncido de modo inevitable a Vox. Todo ello, con el propósito de que atribuyendo al PP una ubicación en la extrema derecha los votantes de centro desistan de acompañar con sus papeletas a Alfonso Fernández Mañueco y a Pablo Casado. Además, así se garantizarían la deslegitimación de la coalición que pudiera formarse en Valladolid, presentada como el infierno alternativo al que nos veríamos condenados en caso de que fuera descabalgado el Gobierno de Sánchez en las generales.
Dibujarán el sanchismo como un sistema de gobierno Frankenstein de premio a los chantajistas y desatención a los leales
En cuanto al PP, de su campaña para las autonómicas de Castilla y León cabe pronosticar que procurará ignorar al candidato socialista Luis Tudanca, afortunado con el premio gordo de la Lotería de Navidad, y que cargará las tintas contra el presidente, Pedro Sánchez, buscando beneficiarse del efecto rechazo que puedan generar sus alianzas con Rufianes varios, sus contemplaciones con Bildus y etarras, sus premios al Govern y su abandono a quienes reclaman el cumplimiento de las sentencias del Supremo, por ejemplo, en el área de la enseñanza. En definitiva dibujarán el sanchismo como un sistema de gobierno Frankenstein de premio a los chantajistas y desatención a los leales.
El análisis cuidadoso de la victoria de Isabel Díaz Ayuso en las autonómicas de Madrid del 4 de mayo parece haberles revelado dos sumandos fundamentales. Primero, el arrastre de la candidata que supo sintonizar con los berberechos y se vio encumbrada por el empeño del presidente, Pedro Sánchez, de antagonizarse con ella, semana tras semana, en los sucesivos plenos del Congreso de los Diputados. Un proceder que, si bien pudo obedecer en principio a la perversa intención de erosionar el discutido liderazgo pepero de Pablo Casado, al ser empleado en dosis masivas acabó resultando venenoso el día de las urnas.
El segundo sumando clave fue la contundencia masiva del voto contra el sanchismo. Moncloa era consciente de la aversión que suscitaba y procuró apartar a Pedro de la campaña para que no se viera envuelto en la derrota de Ángel Gabilondo, sin compañía alguna en la frialdad de un hotel para darse de baja. De ahí que, cómo se module la presencia o se escamotee la ausencia de Sánchez en la campaña de Castilla León a partir del 28 de enero servirá para anticipar, sin palabras, las expectativas de victoria o los temores de derrota que tengan los socialistas. Atentos.
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