Opinión

Por la Democracia, por la Verdad y contra la Mentira

Sánchez afirma que la amnistía hará “una democracia más fuerte

Sánchez afirma que la amnistía hará “una democracia más fuerte”, leíamos hace un par de semanas. Llevamos meses leyendo lo mismo. Cualquier arbitrariedad del Gobierno, cualquier manipulación, cualquier corrupción no es que sea algo necesario, inevitable o democrático, sino que, por si fuera poco lo anterior, fortalece la democracia. Lo primero que nos sale es negarlo. Porque en nuestra mente, moldeada por años y años de adoración acrítica, democracia es sinónimo de bueno y de incorruptible, y es antónimo de tiránico y de autoritario. Todo es mejor cuanto más democrático, y lo democrático sólo puede traer cosas buenas. 

En nuestra mente, lo opuesto a la democracia es el bigote hitleriano y el saludo romano. No hay más opción, y son opciones absolutas. Por eso Cuba y la Unión Soviética son “sí, pero”. Pensamos así porque hemos sido educados para reconocer patrones estéticos y superficiales. Si no hay gritos, tanques, brazos rígidos y bigotes pequeños, hay democracia. Si hay parlamentos, debates, discursos y multitud de siglas no hay que preocuparse. Es normal que la cuestión central se nos escape: no hay tiranía buena, pero hay muchas democracias malas. Y al contrario de lo que ocurre con la tiranía, la democracia es tanto peor cuanto más profundiza en su naturaleza.

La democracia es un sistema de toma de decisiones. O un sistema de gestión del poder político. En este sistema, los ciudadanos eligen por un tiempo a quienes gobernarán en su nombre. Pero esto tiene sus peligros y sus males inevitables. El peligro es que si se corrompe es muy fácil que a los gobernantes comiencen a molestarles los límites. El mal inevitable es que siempre se corrompe. Por eso la democracia incorpora mecanismos de control. Como Ulises ante las sirenas, se ata voluntariamente. Porque se conoce. Sabe lo que pasa si escucha demasiado a quienes la adulan. 

Debido a esta formación superficial, cuando leemos que la amnistía hará una democracia más fuerte no nos lo creemos. Decimos que es mentira. Que en realidad algo así debilita la democracia. Que Sánchez es un dictador y que el PSOE es un partido antidemocrático. Pero no tenemos razón. Y Sánchez sí. Nosotros estamos equivocados, y él hace un análisis certero. Efectivamente, la amnistía hará una democracia más fuerte. Y esto es una mala noticia. 

Es un error responder que estamos ante una dictadura. Lo que estamos viendo es precisamente la fuerza desatada de una democracia popular

Una democracia más fuerte es una democracia menos sujeta, menos limitada, más expansiva. Es una democracia sobre las leyes y contra los jueces, en la que crecen multitud de partidos para generar la ilusión de la pluralidad y multitud de medios para apuntalar las palabras precisas. Una democracia más fuerte es lo que lleva construyendo el PSOE desde mucho antes de Sánchez, pero con especial dedicación desde Sánchez. 

Es un error responder que estamos ante una dictadura. Lo que estamos viendo es precisamente la fuerza desatada de una democracia popular. Del mismo modo, es erróneo pensar que los gabinetes de comunicación al servicio del Gobierno se sirven de la mentira. Las comparecencias de ministros y periodistas de cuota saben que la mentira es tosca y frágil. Es mucho más útil anular la objetividad. Retorcer los significados. Saturar los canales de opinión e información con palabras desprovistas de cualquier significado objetivo hace innecesario mentir. Un ejemplo: cuando los politólogos vivieron sus meses dorados se publicó un estudio que venía a decir que los momentos de mayor polarización se daban con la derecha en el Gobierno. Hoy otros politólogos podrían recoger el espíritu y defender en un paper que los momentos de mayor polarización se dan con la derecha en la oposición.

En España hay polarización política, sí. A los expertos, los técnicos y los comentaristas neutrales les parece mal. A quienes asumimos con naturalidad que no moverse del sitio va a colocarte ante los medios y servidores públicos en el extremo diestro del espectro nos parece que, en realidad, no estamos suficientemente polarizados. Están quienes se creen, difunden o viven del bullshit del Gobierno. Y están quienes deciden no hacerlo. No hay más. Y de momento los del segundo grupo siguen siendo menos.

El siguiente paso será la constitución oficial de algún Tribunal Popular contra la Mentira. Ahí será cuando empiece de nuevo lo que nunca termina

Hay que agradecer, eso sí, el descanso que nos ha proporcionado esta alianza progresista de partidos, medios, parlamentos y platós. La polarización, contrariamente a lo que piensan los académicos, no genera necesariamente crispación. El viernes comenzaron a aparecer titulares sobre una “Comisión Ciudadana por la Verdad” relacionada con los fallecimientos en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la pandemia. Hace cinco años habríamos hecho el esfuerzo de investigar qué es esa comisión, cuándo se crea o quién la conforma. Habríamos dicho con ingenio que ni es una comisión, ni es ciudadana ni es por la verdad. Habríamos analizado filosóficamente ese “4.000 personas podrían haberse salvado”. Hoy no hace falta. Es un deber moral ahorrarse ese trabajo. Sabemos de antemano cuál es la naturaleza de esa comisión y acertaríamos tres o cuatro de sus miembros sin pensarlo demasiado. Eso es todo. La comisión -igual que la RTVE que publica la noticia- es otro artefacto político del único de los dos bloques, que tiene una concepción propia y definida sobre el poder.

La Comisión Ciudadana por la Verdad es sólo un nuevo paso lógico y necesario en este acelerado reciclaje de maneras propias de nuestro pasado reciente. El siguiente paso será la constitución oficial de algún Tribunal Popular contra la Mentira. Ahí será cuando empiece de nuevo lo que nunca termina.

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