Opinión

Por qué es imposible

Tras hablar con el Perrosanxe durante apenas una hora, Alberto Núñez Feijóo se presentó ante los periodis

Tras hablar con el Perrosanxe durante apenas una hora, Alberto Núñez Feijóo se presentó ante los periodistas para contar lo que había ocurrido. Feijóo nunca ha sido un histrión, como lo era el chisgarabís de su antecesor en la presidencia del PP, pero la cara es el espejo del alma y el político gallego se presentó ante las cámaras con el gesto de fingida calma del estudiante que va a ver las notas de un examen que sabe que no le ha salido bien.

Lo primero que sorprendió fue el uso de los nombres. Ha desaparecido del léxico feijoico aquello tan repetido de “Sánchez” a secas o de “señor Sánchez”, apelativo en el que el término “señor” sonaba como una ironía y a veces como un salivazo (lo mismo que cuando el otro decía “señor Feijóo”). Ahora el líder socialista se ha transformado en “el presidente del Gobierno en funciones y secretario general del Partido Socialista”, locución mucho más larga, que lleva mucho más tiempo y que obliga a respirar antes de decirla, pero que sin duda muestra una voluntad de respeto personal que casi habíamos olvidado. No es mal comienzo.

Lo que el líder del PP dijo fue, en esencia, lo siguiente. Había propuesto al presidentedelGobiernoenfuncionesysecretariogeneraldelPartidoSocialista que apoyase su investidura (la de Feijóo) para gobernar durante dos años y luego, si a mano viniese, se celebrarían nuevas elecciones. ¿Y eso por qué? Pues porque es de lo más conveniente que gobierne la lista más votada. Muy bien. Que eso lo diga el líder de un partido que, gracias a sus acuerdos con la ultraderecha, ha impedido que gobierne la lista más votada (la del PSOE) en Extremadura, en Canarias y en un centenar de Ayuntamientos de toda España, parece un chiste. Pero un chiste de cojos o de gangosos, que son los que jamás tuvieron maldita la gracia. El buen comienzo amenazaba con agriarse.

La extrema derecha trumpera y parrandera, y la extrema izquierda maximalista se volverían completamente innecesarias

Más cosas dijo Feijóo. Que era de lo más sensato impedir que los partidos secesionistas o nacionalistas, que tienen el 6% de los votos, impusiesen sus deseos y condiciones a los constitucionalistas, que cuentan con el 90%; así pues, era el momento de un pacto entre los dos grandes partidos para enderezar el rumbo de la nación. Propuso el líder del PP al PSOE, además, nada menos que seis pactos de Estado sobre regeneración democrática, el Estado del bienestar, el saneamiento económico, las familias, el agua cada vez más escasa y el ordenamiento del Estado autonómico. Olvidó mencionar la renovación del CGPJ, que el PP lleva bloqueando intencionadamente más o menos desde los tiempos del conde-duque de Olivares, pero caramba, no se puede estar en todo.

Mi opinión (que no sirve de gran cosa, como tampoco la de cada uno de ustedes, al menos seamos sinceros) es la siguiente: es una de las más hermosas cartas a los Reyes Magos que he visto en mi vida. Si todo eso se llevase a efecto, tengo para mí que España sería despertada por un ventarrón de felicidad como aún no se ha visto en este siglo. Espantaríamos los miasmas paralizantes de la dependencia de los indepes y, esto sobre todo, fumigaríamos los gusanos que llevan pudriendo nuestra convivencia desde hace muchos años. La extrema derecha trumpera y parrandera, y la extrema izquierda maximalista se volverían completamente innecesarias: a medio plazo regresarían al tamaño del que nunca debieron salir. Los incansables repetidores de que el PP y el PSOE son lo mismo se quedarían tocando el pito a la luna de Valencia, porque quedaría demostrado que no son lo mismo ni mucho menos, pero sí son capaces de ponerse de acuerdo por el bien de todos, y que eso volvería a ser lo más importante. El prestigio internacional de España alcanzaría cotas aún no holladas. La economía, sin la menor duda, pegaría un estirón más que notable. No se me ocurre nada, nada en absoluto, que tenga verdadera importancia y que pudiese empeorar.

Sánchez (entre otros) se encargó de asegurar, despectivamente, que la propuesta de Feijóo, inédita en España desde los remotos tiempos de los Pactos de la Moncloa, no merecía siquiera ser tomada en consideración

Lo único que no entiendo de la asombrosa propuesta de Feijóo es su cortedad: da por imposible –lo dijo– que semejante acuerdo “de los Reyes Magos” pudiera cristalizar no en dos años sino en los cuatro que dura la legislatura, y sonreía con desgana cuando mencionó, de pasada, un posible (y yo creo que más que deseable) gobierno de coalición entre ambos partidos, quizá con dos años de presidencia para cada uno. Ninguno de los dos podría llevar a la práctica todo lo que quiere hacer, lo cual significa que ambos tendrían que encajar sus programas.

Pero todo eso es imposible. No se hará. El mismo Sánchez (entre otros) se encargó de asegurar, despectivamente, que la propuesta de Feijóo, inédita en España desde los remotos tiempos de los Pactos de la Moncloa, no merecía siquiera ser tomada en consideración. Lo tomó como una broma.

Peor aún: la portavoz del PSOE, la ministra Pilar Alegría (que a mí, ustedes perdonen, me parece la versión ferracina de la señorita Montero) dijo inmediatamente que la proposición de Feijóo era un ejemplo de “cinismo e hipocresía política” y que lo que el líder gallego estaba intentando era salvar sus propias posaderas, aunque ella dijo “su pellejo”; hay que suponer que pretende salvarlas de las dentelladas de su más que previsible sucesora, la alevosa Ayuso, que últimamente está inquietantemente callada. A ver lo que le dura.

La ministra Alegría olvida un detalle: exactamente lo mismo podría decirse de la gente de su partido, empezando por sanxe y acabando por ella misma. Preferir el chalaneo con los mercaderes indepes del Templo antes que un pacto “a la alemana” con el PP huele de lejos a agarrarse al sillón y al poder con uñas, dientes, manos y pies. No hay el menor motivo para asegurar que Feijóo pretende seguir flotando como sea, pero que ellos no.

La amnistía de 1977 cerró un régimen y la Constitución abrió otro en el que esa norma excepcional no se puede repetir

Un ejemplo: llevamos ya varias semanas oyendo decir, casi a diario, que una amnistía para los condenados por el procès y los vergonzosos sucesos del otoño de 2017 sería constitucional. No es cierto. No lo ha sido nunca. Es la primera vez en décadas que alguien se atreve a decir que una amnistía sería legal, cuando llevamos muchísimos años escuchando a juristas y políticos (de todos los partidos constitucionalistas) asegurar, con todo género de argumentos, exactamente lo contrario. La amnistía de 1977 cerró un régimen y la Constitución abrió otro en el que esa norma excepcional no se puede repetir. Incluso aquella ley de 1977 fue severamente cuestionada por organizaciones humanitarias internacionales, ya que relegaba al olvido delitos imprescriptibles. Pero ahora volvemos a oír, por primera vez en casi medio siglo, que sí, que se puede hacer y que tiene “encaje” constitucional, como si la Carta Magna fuese un chicle o el tapiz de Penélope, que se teje, se desteje y se vuelve a tejer a capricho de quien en ese momento sea el encargado del telar.

¿Por qué es imposible la propuesta de Feijóo? ¿Por qué la primera reacción de los destinatarios de su propuesta ha sido llamarle hipócrita, cínico e interesado?

Pues porque es la costumbre. Es terrible pero es así. El populismo, las actitudes populistas, han impregnado a la sociedad entera. Llevamos ya demasiados años considerando no ya adversario, sino enemigo, a quien no piensa como nosotros. Unos y otros han adquirido la terrible costumbre (feroz desde las elecciones de 2004) de “soltar a los perros” contra el de enfrente, y me refiero a los palmeros, jaleadores y bailabotes mediáticos de cada cual. Y ni unos ni otros se dan cuenta de que esos perros pueden volverse contra el amo si, envalentonados y fanatizados por su propia furia, consideran que este ha cambiado de posición. Los perros son muy peligrosos.

No es fácil tragar que unos pasen del demagógico “vamos a derogar el sanchismo” a proponer seis pactos de Estado en tan solo un mes

Unos y otros se han insultado demasiado, se han ofendido demasiado como para desdecirse ahora de sus improperios, aunque sea por el bien de todos. No es fácil tragar que unos pasen del demagógico “vamos a derogar el sanchismo” a proponer seis pactos de Estado en tan solo un mes. Y tampoco es fácil imaginar que los autores de “el PP y Vox son lo mismo” van a aceptar ahora pasar página, poner el contador a cero y tender la mano, aunque sea para sacar a España del peor y más perverso atolladero político que hemos vivido en décadas.

Lo cantaban Los del Río (y muchos más) en aquella famosa sevillana, El adiós, compuesta por Manuel Garrido: “Hay palabras que hieren / y no se deben decir”. Y de esas se han dicho ya demasiadas. Por eso es imposible, o como mínimo impensable, que ahora mismo se imponga la sensatez y se busquen acuerdos trascendentales.

Por eso… y porque los Reyes Magos no existen. Son los padres. Lamento daros este disgusto, queridos niños, pero ya era hora de que lo supiésemos todos.

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