El nacionalismo se retroalimenta. Vox, un partido nacionalista, como dice Cayetana Álvarez de Toledo, creció por la quietud del Gobierno de centroderecha en el otoño del golpe a la Constitución en Cataluña desde el interior de las instituciones. Al PP se le fue de las manos pensando que nunca lo harían. La exaltación del nacionalismo catalán en su expresión más antisistema derivó en violencia callejera dos años después tras la condena por sedición a la élite del proceso. La comisaría de la Policía Nacional en Vía Layetana, protegida por un pelotón de guardias constitucionales sin tanqueta, en defensa de la legalidad de una sentencia del Supremo, mostró a un Estado batiéndose en retirada, exhausto y acosado a pedradas de adoquín.
Dolió en toda España antes de unas elecciones generales. La generosidad del pacto constitucional no se ha explicado lo suficiente. Y no para recibir algo a cambio sino, por lo menos, obtener el respeto de quienes recuperaron sus instituciones autonómicas desde el minuto uno de la reinstauración del sistema democrático en su forma de monarquía parlamentaria. La dictadura de Franco, nacionalista hasta las cachas, sirvió de alimento a los otros nacionalismos territoriales que ahora tienen como objetivo el desmontaje de la Constitución liberal del 78. El calentamiento del nacionalismo español como reacción cumple además el objetivo de quienes no pactan enmienda presupuestaria sin hilo.
Cuanto más posible sea un Gobierno de centroderecha condicionado por Vox mayor velocidad en el intercambio de favores entre los partidos independentistas y el Gobierno de coalición PSOE y Podemos. Se necesitan para el corto plazo, aunque los receptores de las dádivas avanzan en sus construcciones nacionales, en definitiva, un vuelco político al sistema que derrumbe el 78 que, por supuesto, niegan con escándalo sus autores al señalar con el estigma de la ultraderecha española a quien osa denunciarlo. Le ocurrió la otra tarde en el Congreso al diputado liberal del Ciudadanos, Guillermo Díaz, en otra de sus excelentes intervenciones parlamentarias, al advertir del borrado que el PSOE y sus socios tratan de hacer tanto de la Transición como de la banda ETA, un enemigo de la democracia del 78, persistente y cruel, cuyo legado sostienen hooligans de los asesinos en serie recién salidos de la cárcel.
Como respondió Díaz a Elorza: “¿Sabe usted por qué me grita? Para acallar su conciencia”. Díaz leyó la carta de renuncia a la militancia socialista de uno de los hijos de Fernando Múgica, asesinado por ETA
El socialista Odón Elorza se exaltó arremangado, a voz en cuello, al señalar como golpistas y franquistas a quienes se atreven a descubrir el pastel en el que se ha enfangado el partido sanchista, antes PSOE. Con el grupo socialista en pie; un aplauso de abrigo para justificar el pacto con Bildu. Todo el mundo sabe de qué lado estaba Elorza como alcalde de San Sebastián. Como él mismo recordó, junto a las víctimas. Pero tanto su señoría Elorza como sus aplaudidores saben que los que vitoreaban el “ETA mátalos” son los mismos con los que ahora negocian la supervivencia del “Gobierno de izquierdas”. Como respondió Díaz a Elorza: “¿Sabe usted por qué me grita? Para acallar su conciencia”. Díaz leyó la carta de renuncia a la militancia socialista de uno de los hijos de Fernando Múgica, asesinado por ETA en 1996, tras aquella cena de Nochebuena de la hoy vice lehendakari socialista Mendía con el condenado por secuestro y terrorismo Arnaldo Otegui. No hay más preguntas señoría.
Los procesos de inmersión lingüística se han convertido en las herramientas de las construcciones nacionales. La lengua es el ariete, el tronco grueso y común que el nacionalismo pone al servicio del derribo de la Constitución del 78. Ni siquiera es necesaria la secesión, un imposible, de momento en la Unión Europea. El aplastamiento del español en Cataluña es un ejemplo para seguir en Baleares, Comunidad Valenciana y también en el País Vasco y Navarra. Bildu pide al PNV que suprima ya el español, a imagen y semejanza de Cataluña, en el sistema educativo vasco.
Mucho hilo lleva la puntada de la extensión de la cobertura de la televisión vasca en Navarra, así como las cuotas obligatorias para películas y series de las plataformas multinacionales que pagarán los impuestos de todos los españoles con las subvenciones correspondientes. El nacionalismo empieza abajo, en las aulas infantiles o en los domicilios donde la libertad del mando a distancia irrita la piel de la pureza identitaria. La Constitución ampara la igualdad y convivencia de las lenguas. Los nacionalismos rompen el acuerdo al establecer la supremacía de una en territorios naturalmente bilingües.
Federación de naciones ibéricas
Con las lenguas como apisonadoras, España se encamina a un Estado compuesto de naciones blindadas por sus estatutos de autonomía solapados con la Constitución. A nadie debe molestar que la Generalitat gestione el servicio de Cercanías, lo dice la misma palabra. Hasta en Francia los departamentos regionales tienen competencias de proximidad. Nuestros vecinos acaban de resolver el dilema en su Tribunal Constitucional justo al revés que los nacionalismos en España. Solo se dedican fondos públicos a la enseñanza en francés. Quien quiera saber catalán, vasco o corso, que se lo pague.
Sin duda mucho ha tenido que ver en este blindaje del francés como única lengua de comunicación con las instituciones lo sucedido en Cataluña con el proceso independentista. Con la inexplicable colaboración del actual PSOE, nada que ver con el que contribuyó de manera decisiva en la Transición, se diluye la solución alcanzada para la convivencia de las lenguas cooficiales. Los presupuestos de 2022 han asomado las prisas.
De ahí los gritos con cajas destempladas de Elorza. La alianza política entre el PSOE y los partidos contrarios al 78, Podemos y los independentistas, intercambia poder por territorio. Se gesta una federación de naciones ibéricas encapsulada dentro del actual marco constitucional que quedará inválido. Además, el movimiento político en marcha bloquea cualquier posibilidad de alternancia. Y en esa tarea se incluye echar leña al fuego del nacionalismo español como coartada para el mantenimiento de la alianza y así alejar el reagrupamiento del voto en el centro derecha liberal y europeísta capaz de dejar en evidencia la involución constitucional en marcha.
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