El consejero de educación de la generalidad, González-Cambray, negó en principio que el suicidio de las hermanas fuera provocado por el acoso escolar. Dijo que “esa situación no existía”. Ahora que la policía, a través de sus investigaciones, demuestra que sí pudo existir, ha rectificado activando la Unidad de Apoyo al Alumnado en Situación de Violencia. Quieren “investigar el caso a fondo”. A buenas horas mangas verdes. No se podía saber, añadirán. Mentira. Se sabía, como se sabía el acoso a los hijos de guardias civiles en San Andreu de la Barca o el del niño de Canet. Los protocolos de los que suele jactarse la administración no funcionaron. Bastaba con repasar las redes sociales de las niñas, mitrar qué pasaba en el patio y hablar con sus compañeros. Todo, menos decir que no existía acoso.
Tenemos, además, dos cartas de suicidio. Ahí explican que no podían más. Repasemos los motivos: en primer lugar, acosaban a una por su identidad sexual. Una de ellas se cortó el pelo y pidió que se la llamasen Iván. Podemíticas y cupaires le habrían dado un aplauso, pero una cosa es la propaganda y otra la realidad, y más en esas comarcas trabucaires, lazis y retrógradas. La acosaron justo por hacer lo que los pijo progres reclaman como derecho de los jóvenes. En el país de la ley trans, una niña se suicida por no ser aceptada por considerarse niño. Además, en esta Cataluña multicultural, flower power y progresista a más no poder.
Si hubiese sido acento árabe no habría problema, pero es que su lengua materna era el español y hay que mofarse de todo lo que no sea catalán o de la nacionalidad que la élite separatista haya decidido que conviene a esta tierra
Segundo motivo: se reían de ellas por su acento argentino, habida cuenta que las niñas venían de ese país. Si hubiese sido acento árabe no habría problema, pero es que su lengua materna era el español y hay que mofarse de todo lo que no sea catalán o de la nacionalidad que la élite separatista haya decidido que conviene a esta tierra. Lo dijo Pujol, prefería que viniera gente de lugares donde no se hablase español.
Puro nazismo lingüístico, social, escolar
Tercer motivo y mucho más grave, si cabe: el abuelo de las criaturas, Don Gustavo Lima, decía en una entrevista concedida al diario argentino “La Nación” algo que no escucharán mucho por aquí: “Hablé hace unos meses con las pequeñas y me dijeron que los chicos de su clase se reían de ellas porque no hablaban bien catalán”. Añadamos que las motejaron despectivamente como “las argentinas” y que las peleas en el patio eran continuas. Pero nadie lo vio, nadie se dio cuenta, porque lo importante es que los niños hablen en catalán incluso cuando juegan en ese patio en la que las dos niñas eran vejadas por el uso de la lengua común y su acento. Que sí, que la transfobia puede tener la importancia que se quiera, pero eso va de suyo en la xenofobia, la xenofobia ante lo español, ante cualquier cosa que no sea el dogma separatista aceptado por izquierdas y derechas cobardes. Puro nazismo lingüístico, social, escolar.
Es tristísimo que las conclusiones que puedan extraerse sean que, al final, las niñas acabaron suicidándose porque hablaban en español con acento argentino. Y, además, una quería ser chico en lugar de chica. Hombre, si al menos hubiera sabido leer Els sots ferèstecs en perfecto catalán y con acento de la Garrotxa, mira, todavía. Porque no es igual. Una cosa es ser lesbiana o de género líquido o binario o lo que sea en catalán y otra muy distinta pretender serlo en español. No se rían, lo digo en serio, por desgracia. Siempre que sea en catalán y se identifique con la independencia, haga usted lo que quiera. Ah, y no lo olviden, la inmersión lingüística es un modelo de éxito. Lo dicen los lazis y también lo dicen Illa junto con el PSC.
Yo solo sé que dos niñas se han suicidado.
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