El socialista Jaume Collboni fue investido el sábado alcalde de Barcelona gracias a los votos de la ya exalcaldesa Ada Colau -acaso por los favores prestados por su antiguo socio- y del PP de Dani Sirera por pura responsabilidad y sentido de Estado. Nobleza obliga.
El socialista Collboni es el mal menor, pues Barcelona no se podía permitir cuatro años bajo el mando del lugarteniente de Puigdemont
La decisión no era fácil porque Collboni ha sido durante estos años socio de Colau, cuyo ominoso gobierno ha infligido a Barcelona una degradación en todos los ámbitos de la que no será fácil recuperarnos. Pero la alternativa era dejar Barcelona en manos del separatismo, con Trias y Maragall como plenipotenciarios de Puigdemont y Junqueras dando rienda suelta a sus crepusculares delirios nacionalistas en torno a Barcelona.
Cuando Trias y Maragall se frotaban las manos con su acuerdo para poner Barcelona al servicio de la causa separatista, apareció el bueno de Dani Sirera, con su proverbial serenidad, y le ofreció a Collboni los votos de los cuatro concejales del Partido Popular, con la única condición de que Colau y su partido no entraran en el Gobierno municipal. Collboni se resistió al principio, pero finalmente acabó cediendo y consiguió llevar a la práctica la "fórmula Sirera". Sin duda, Collboni es el mal menor, pues Barcelona no se podía permitir cuatro años bajo el mando del lugarteniente de Puigdemont, que en los comicios del pasado 28 de mayo había obtenido un magnífico resultado gracias en buena medida al apoyo de ciudadanos biempensantes nostálgicos de la estabilidad perdida, que le dieron su voto con la esperanza de que Trias renegara de las trapacerías de Puigdemont.
En campaña, Trias actuó con reserva mental tratando de soslayar su contribución al desastre procesista, y la treta ha estado a punto de salirle bien merced a un acuerdo con Maragall, a quien esos votantes biempensantes no pueden ver ni en pintura. La sombra del gobierno nonato Trias-Maragall debería servir para que el votante de orden asumiera de una vez para siempre que del supuesto sentido de la responsabilidad de la vieja Convergencia ya no queda ni la apariencia. El discurso iracundo de Trias -un hombre de natural afable- en su despedida de la política debería bastar para constatar hasta qué punto la exacerbación de las pulsiones nacionalistas conduce siempre al desastre individual y colectivo.
La decisión del PP en Barcelona me lleva necesariamente a reflexionar sobre el sentido de Estado y la responsabilidad en política. El PP de Sirera y Feijóo ha hecho en Barcelona lo mismo -mutatis mutandis- que en su día hizo el PP de Basagoiti y Rajoy en el País Vasco convirtiendo al socialista Patxi López en el primer lehendakari no nacionalista de la historia. Por responsabilidad y sentido del deber. Sin esperar nada a cambio.
La verdad es que entre PP y PSOE, cuando se trata de arrumbar las diferencias en aras del interés general de los españoles, no hay equidistancia posible. Por desgracia. Obras son amores
Aprovecho estas líneas para decir en público lo mismo que siempre he dicho tanto en público como en privado, también a mis excompañeros y siempre amigos de Ciudadanos, que me han oído repetirlo hasta la saciedad durante estos años. La verdad es que entre PP y PSOE, cuando se trata de arrumbar las diferencias en aras del interés general de los españoles, no hay equidistancia posible. Por desgracia. Obras son amores, que no buenas razones. Y lo digo con pesar, no solo como familiar orgulloso de Vicente Martín Romera -socialista diputado a Cortes en 1936-, sino porque creo firmemente que el PSOE debe ser un partido estratégico para nuestro proyecto sugestivo de vida en común, cosa que por cierto también he dicho siempre tanto en público como en privado. Ventajas de decir sin ambages lo que uno piensa, lo mismo en público que en privado, y de haber hecho de la defensa de la libertad y la unidad constitucional de España, desde la catalanidad inclusiva de la que hablaba Gaziel, tus principales divisas políticas.
Si los dos partidos de Estado se condujeran siempre con la misma responsabilidad que el PP en Barcelona, otro gallo nos cantara en España. Que cunda el ejemplo en lo que está por venir.
Nacho Martín Blanco es candidato por Barcelona del Partido Popular para las próximas elecciones al Congreso de los Diputados.*
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