Nadie ignora que los partidos políticos han perdido peso y credibilidad en la sociedad española y, especialmente, los partidos que, como el PSOE o el PP, despiertan pasiones o fobias. Si eso fuera así –y lo parece a la vista del resultado de las elecciones autonómicas de Castilla y León- los ciudadanos de esa comunidad autónoma han debido plantearse la disyuntiva de volver a dar la mayoría para gobernar a PP o PSOE, desgastados como parecen estar por los años de gobierno y por la falta de credibilidad, o apostar por opciones hasta ahora extremadamente minoritarias o por opciones seminuevas creadas ad hoc para aprovecharse del desencanto y tratar de conducir a la región castellano-leonesa por derroteros que nadie sabe exactamente cómo serán y hasta dónde quieren llegar.
En los discursos que los candidatos y dirigentes del PP han pronunciado en esa campaña electoral resultaba imposible adivinar la clase de derecha que representa ese partido. En ocasiones parecía que su objetivo no era tanto el de ganar frente a la opción socialista, sino desgastar al PSOE con vistas a las elecciones generales de 2023.
En otros momentos, no sabría distinguir si el PP, en su afán de competir con Vox, se mimetizaba con la extrema derecha para evitar la fuga de votos de su electorado más rancio hacía ese espectro ideológico. Terminó la campaña y nadie sabía exactamente qué era el PP. ¿A quién quería entusiasmar ese partido?
No se puede confundir lo que son medidas propias de la democracia y constitucionales con aquellas que, de verdad, apuestan seriamente por la igualdad
En la otra orilla, el PSOE se conformaba con exhibir dos o tres medidas que ha tomado a nivel estatal el gobierno de Sánchez. Pusieron el listón tan alto en algunas cuestiones que cuando lo bajaron, sin que mediara explicación alguna, lejos de entusiasmar lo que consiguieron fue lo contrario. Medidas como el aumento del Salario Mínimo Interprofesional o la subida de las pensiones no llegan a ser iniciativas que se puedan encuadrar en una lucha por la igualdad que es lo que se espera de un gobierno de izquierdas y de la izquierda de la izquierda. No se puede confundir lo que son medidas propias de la democracia y constitucionales con aquellas que, de verdad, apuestan seriamente por la igualdad. En la igualdad radica la diferencia entre una opción liberal y una propuesta socialdemócrata.
Para que la juventud pueda sentir la necesidad de engancharse a la opción que defiende el PSOE, ese partido debería aclarar a ese segmento de la población, ávido de opciones que se adapten a su tiempo, qué significa ser socialista en el siglo XXI. Si la sociedad actual ha experimentado el gran cambio que significó el paso del entorno físico al virtual, no cabe la menor duda de que el socialismo de este siglo debe partir de unas premisas diferentes del socialismo del XIX y XX, puesto que una sociedad articulada alrededor de bases diferentes exige un socialismo distinto y reconocible para quienes viven inmersos en esta nueva forma de producir y de crear riqueza.
Si hoy la sociedad nueva es la del conocimiento, parece lógico pensar que el obrero que trabaja en esta nueva sociedad no puede ser el equivalente al obrero industrial del siglo pasado
Puesto que el PSOE lleva en sus siglas la O de obrero, los jóvenes mejor preparados de la historia necesitan saber qué significa para el PSOE ser obrero en el siglo XXI. Si hoy la sociedad nueva es la del conocimiento, parece lógico pensar que el obrero que trabaja en esta nueva sociedad no puede ser el equivalente al obrero industrial del siglo pasado. ¿Qué son para el socialismo actual los creadores de Twitter, Facebook, Google, Apple: obreros o empresarios?
La juventud de hoy, como ha ocurrido siempre, necesita nuevas experiencias y desafíos que les permitan soñar con un mundo adaptado a sus exigencias y a su formación. Si lo que encuentra es más de lo mismo, a nadie debe extrañar que en estas elecciones castellano-leonesas PSOE, PP, Cs, Unidas Podemos/Izquierda Unida hayan perdido apoyos abriendo espacio para aventuras que como las de Vox no conducen a nada bueno aunque parezca que van en la dirección adecuada. Un cierto aire antisistema, junto a la desconfianza de quienes parecen más preocupados por sus intereses electorales que por los de los españoles, explican la subida espectacular de la extrema derecha.
En el momentos de escribir estas líneas se desconocen los acuerdos que se alcanzarán para sacar adelante una investidura. Si el PP desea situarse en la extrema derecha no tienen más que aliarse con el emergente Vox. Si al PSOE no le importa que la extrema derecha siga avanzando de la forma en lo que lo está haciendo, no tiene más que empujar al PP para que meta en su mochila la pesada carga de Vox. Uno y otro pagarán y nos harán pagar a los demócratas un alto precio si la extrema derecha se consolida. Si ambas formaciones de centro derecha y centro izquierda piensan más en el interés de nuestra democracia y de nuestra Constitución, no tienen más remedio que apostar en Castilla y León por un gobierno PP-PSOE que corte el paso al localismo y a la ultraderecha.