Lo cantaban, acuérdense, aquellas chicas tan encantadoras como iconoclastas de Objetivo Birmania en los tiempos de la movida madrileña: “Los amigos de mis amigas son mis amigos”. Una especie de canto a la promiscuidad tolerada siempre que todo quedara en casa, o casi. Cabe suponer que aquellas musas del tiernismogalván musical, habrán cambiado mucho y ya no representan la subversión consentida, trocada en travesura, de aquel entonces. Lo que ha mutado también es el principio que, parafraseando a las Birmania, indica que “los enemigos de mis enemigos terminan siendo, también, mis enemigos”. Esto funciona sólo de manera clara en la política de este atónito país, ahíto de manejos puigdemoníacos que eclipsan cualquier acercamiento racional a los problemas reales que tenemos planteados como sociedad. Los hechos no dejan lugar a dudas.
Alimentados por el falso principio de “divide y vencerás”, un PSOE en “fase pichón” comandado por la primera época de Pedro Sánchez, cuando “no era no” y tenía de secretario de Organización y número dos del partido a César Luena, personaje que nunca podrá creer lo que vivió, creyó a pies juntillas que Ciudadanos iba a ser el buque guía que les conduciría plácidamente hasta el atraque en el Palacio de la Moncloa. La fragmentación del voto de derecha y centro-derecha, pensaban ingenuamente que les iba a favorecer, al suponer que la formación naranja pescaba únicamente en los caladeros propios del partido de la gaviota. Como la realidad sometida a análisis depara resultados inexorables, en la segunda etapa de Sánchez en Ferraz éste ha caído en la cuenta de que si los de Albert Rivera les roban votos y votantes al PP, también lo hacen, y de manera nada despreciable, en las propias filas socialistas. Ciudadanos es hoy una alternativa aureolada por la novedad que aún no ha defraudado expectativas y que, justamente por ello, se erige como objeto de deseo de votantes transversales del PP y del PSOE.
En Moncloa no se decide nada sobre el culebrón catalán sin consultarlo con el PSOE, convertido en interlocutor privilegiado frente al partido de Rivera"
Tomada conciencia de esta fundamental circunstancia, la maquinaria socialista se ha dado una ducha de pragmatismo de la cual ha salido un diagnóstico de libro: ¡Ojo a Ciudadanos, que nos roba una significativa parte de la merienda! Por tanto, el enemigo exterior se duplica: a la evidente competencia electoral de Podemos en el sector más izquierdista, el PSOE tiene que sumar ahora la de Ciudadanos, dirigida a la zona más tibia y determinante, por cierto, de su grey electoral.
Así las cosas, el PP ya no es visto en la dirección socialista como un protagonista de “La Peste” de Movistar+, sino como un compañero mártir damnificado por el imparable avance en las encuestas de Rivera y los suyos. Así que, realismo obliga, se han activado los teléfonos punta a punta, y donde antes había silencio e incomunicación, ahora reina una armonía que puede definirse por lo fluido de las conversaciones, casi diarias, entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pedro Sánchez para el asunto catalán. Tal cual, por mucho que algunos melifluos, de uno y otro partido, pidan las sales. La llamada “línea caliente” o “línea SS” (Sánchez-Sáenz de Santamaría), funciona con una fluidez que sorprendería a muchos. Una muestra: en Moncloa no se decide nada sobre el recurrente tema catalán sin consultárselo previamente a Sánchez. Esto es así y se demostró, por ejemplo, en el recurso presentado por el Gobierno ante el TC para evitar la investidura de Puigdemont, un movimiento consensuado entre Gobierno y PSOE en el que Ciudadanos tuvo un protagonismo perfectamente descriptible.
El acercamiento entre Ciudadanos y Podemos para impulsar la reforma electoral es visto con indescriptible regocijo tanto en Moncloa como en Ferraz"
Lo que se vive hoy entre los dos principales partidos de este país es un acercamiento forzado por las circunstancias, una precaria luna de conveniencia -a pesar de las riñas de novios a cuenta de la candidatura de Luis de Guindos a la vicepresidencia del BCE-, que busca orillar al partido naranja, al que ven “muy crecidito”, según cuentan desde Moncloa y Ferraz, y bastante convencido también de un triunfo en las urnas que, de momento, sólo es virtual.
Para saber los peligros ciertos a los que se enfrentan, más allá del ámbito demoscópico en el que reinan, basta la frase que deslizó a este cronista un miembro del Gobierno con acceso diario a Rajoy: “De momento, el PSOE y nosotros ya hemos conseguido que el ‘centrado’ Ciudadanos se haya tenido que aliar nada menos que con Podemos para impulsar la reforma electoral. Rivera no sabe dónde se mete ni el coste que eso le va a suponer”. Se trata de una jugada de libro: los mayores enemigos del PP y el PSOE juntos en busca de un acuerdo. Otro dirigente, este del PSOE del “Antiguo Testamento”, lo define con humor: “Albert Rivera y Pablo Iglesias se adentran, juntos y de la mano, en el pasaje del terror”. Veremos las caras de susto que exhiben a la salida.
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