La inmediatez es una dictadora que ha alejado al mundo actual de la calma y de la verdad. A los grandes medios de comunicación mundiales los devoró hace nueve días cuando compraron el relato de Hamas sobre la masacre que acababa de producirse en un hospital de Gaza, que supuestamente había segado 500 vidas. Algunas cabeceras árabes llegaron incluso a elevar el número a 800. En todos los casos, asociaron lo ocurrido al lanzamiento de un misil mortífero desde Israel.
Es difícil saber lo que ocurre en una guerra porque los periodistas rara vez consiguen estar cerca de los lugares donde acontecen las tragedias y porque los contendientes mienten de forma descarada para intentar que sus asesinatos sean más legítimos y sus víctimas, más injustas. Lo que no deja de sorprender es que las principales plataformas mediáticas occidentales -ésas que se definen como prestigiosas- compraran esa mercancía sin ni siquiera plantearse cómo demonios habían conseguido los palestinos contar los cadáveres tan rápido si la bomba había explotado tan sólo unos minutos antes.
La puesta en escena que organizaron los palestinos en el aparcamiento del hospital, situando un estrado entre escombros y víctimas, ya invitaba a desconfiar. Libération realizaba hace unos días una buena cronología sobre la forma en la que se extendió esta gran mentira y sobre cómo los medios pecaron de imprudentes a la hora de informar sobre la “tragedia”. Según la publicación francesa, todo comenzó a las 19.19 horas con un reporte que difundió Times of Gaza, que es una especie de panfleto con el que Hamas trata extender sus argumentos en las redes sociales. Poco después, AFP lanzó un teletipo en el que advertía del bombardeo de un hospital y el canal palestino Pal News Online informó de la muerte de “200 o 300 mártires”. El adjetivo que empleó no es casual.
La bola de nieve creció poco a poco hasta que a las 20.30 horas Al Jazeera -canal catarí- destacó que un misil israelí había provocado medio millar de muertos en Gaza. La fuente era Hamas, lo cual debería llevar a sospechar a cualquiera que buscara información fidedigna sobre lo que verdaderamente había ocurrido en ese lugar. Las principales cabeceras del mundo reprodujeron su versión, que con los días se ha desmoronado, hasta el punto que Le Monde o The New York Times han tenido que pedir disculpas a sus lectores.
Pasara lo que pasara en ese hospital, lo cierto es que Hamas ha mostrado en las últimas semanas una evidente obsesión por ganar la batalla del relato tras lo sucedido el pasado 7 de octubre en territorio israelí
Hay quien ha interpretado todo esto como una bajada de pantalones de la prensa occidental ante el alineamiento de sus gobiernos con Israel. Entre otras cosas, porque Reuters y The Guardian se hicieron eco el pasado fin de semana de informes de las agencias de inteligencia estadounidense y europea que tampoco pueden considerarse como neutrales, evidentemente. Pasara lo que pasara en ese hospital -y ahora la prensa occidental baraja la hipótesis de que se originó por un cohete procedente de Palestina-, lo cierto es que Hamas ha mostrado en las últimas semanas una evidente obsesión por ganar la batalla del relato tras lo sucedido el pasado 7 de octubre en territorio israelí.
Satisfechos con la masacre
Ese día, los propios terroristas y paramilitares de Hezbollah filmaron su propia masacre para enseñársela al mundo. No sólo provocaron el horror, sino que quisieron que pasara a la posteridad, dado que el terrorismo, sin causar pavor en sus enemigos, suele perder efectividad. El Gobierno del país hebreo compuso un documental con las cientos de horas de grabaciones que recibió y se lo mostró a diversos periodistas esta semana para que apreciaran el alcance de la masacre. La BBC explicaba en estos días pasados que los asistentes al pase de prensa pudieron comprobar cómo los asesinos se carcajeaban mientras disparaban a civiles en sus casas. Lo celebraban.
Cuesta pensar que los palestinos son meros pacientes y dolientes, al igual que considerar que el país hebreo es pérfido por motivos raciales
Desde ese día, Hamas ha buscado un golpe de efecto en la prensa internacional para tratar de reivindicar su papel de víctima de Israel, algo que siempre ha sido cuestionable. Nadie duda del conflicto existente ni imagina que en una batalla que se ha extendido durante varias décadas no se hayan producido crímenes de guerra por parte de las dos partes. Ahora bien, cuesta pensar que los palestinos son meros pacientes y dolientes, al igual que considerar que el país hebreo es pérfido por motivos raciales. ¿Cuántos atentados han sufrido los ciudadanos israelíes o sus embajadas en las últimas décadas y quiénes eran sus autores? ¿Han respondido del mismo modo los ciudadanos judíos contra los jordanos, los palestinos o los libaneses? En la evidencia se encuentra la respuesta a estas preguntas.
Pese a todo, Palestina siempre había disfrutado de la simpatía que generan en ciertos sectores de la población y de los líderes mediáticos los pueblos hostigados. Hay incluso quien la mantiene después de ver las imágenes de mujeres violadas y asesinadas; y civiles ajusticiados el pasado día 7 por Hezbollah. Ahí están cada mañana Silvia Intxaurrondo y sus tertulianos más enfervorizados defendiendo esa posición Por supuesto, lo mismo hace la izquierda morada, quien identifica Israel con el capital y Palestina con los revolucionarios, sin tener en cuenta que en un país hay una democracia avanzada, mientras que el otro hace lo contrario. La propia Amnistía Internacional denunció la fuerte represión de las protestas que se produjeron en este territorio en 2019 como consecuencia del incremento del coste de vida.
A sabiendas de todo esto, y del noviazgo de Hamas con los radicales y los terroristas, hubo cientos de medios en todo el mundo que compraron su propaganda tras el estallido en el hospital de Gaza. Algunos lo hicieron por convicción y, otros, porque otorgaron autoridad a la BBC o a Le Monde y copiaron lo que escribían. Es lo que tiene la inmediatez, que lleva a cometer barbaridades informativas cada día -sin contrastar- para que ningún medio quede rezagado en la batalla informativa. ¿Por la verdad? En absoluto, por las visitas. Por el negocio.
Y luego todos estos hablan de librar la batalla contra la desinformación. Incluso se consideran fundamentales y reivindican su papel como cuarto poder. Claro..., el cuarto poder que se tragó el bulo de las armas de destrucción masiva de Iraq y, posteriormente, le echó el muerto a George Bush. O el que informa de todo tipo de conflictos, escaramuzas y epidemias con los datos que exclusivamente les envían las fuentes más mentirosas de todas, que son las oficiales. Con todos estos ingredientes sobre la mesa, cabe deducir que su perdón no cambiará nada ni sirve para mucho. El resto es pecar de inocentes.
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