Me da muchísima pereza escribir sobre el tema del momento. Pero claro, si escribo hoy sobre el cultivo del tomate rosa, van a pensar ustedes que vivo en una cueva.
Esta desidia no es porque me cueste hablar sobre ese sentimiento endiosado que es el amor. A pesar de no ser la mujer más romántica del mundo, soy capaz de emocionarme con el amor verdadero. Lo que me produce sarpullidos es el amor que se usa, se manipula y se corrompe para ganar méritos… o votos.
Yo no voy a llorar como una niña porque nuestro presidente diga estar profundamente enamorado de su mujer y amenace con dimitir y marcharse. No sé a qué viene tanta preocupación. A mí lo que me quitaría el sueño es que amenazara con quedarse para siempre.
Todavía tendremos que dar gracias de que el señor Sánchez sienta aún mariposas en el estómago en su matrimonio, porque miren la que ha liado siendo así e imaginen la que nos prepara si su señora le hubiera pedido el divorcio.
Hemos tenido presidentes en este país que han sufrido atentados. Luis Carrero Blanco fue asesinado en uno perpetrado por ETA. José María Aznar se topó con una bomba en su camino, puesta por la misma banda terrorista cuyo objetivo era acabar con la vida del presidente. Afortunadamente, ETA perdió ese día. Desafortunadamente, el PP perdió 12 concejales a partir de ahí, asesinados por los etarras.
Pero eso son minucias, porque ningún presidente en este país ha sufrido lo que nuestro amado líder. Una persecución sin precedentes, por la que se le exige que aclare los trapos sucios que cuelgan en el tendedero de su esposa y de su partido. Y claro, es normal que Pedro se haya roto. Es normal que haya escrito una carta lacrimógena para decirnos que los malos se meten con su mujer y que se va de ejercicios espirituales unos días. Es normal que deje a todo al país colgado y pendiente de si se siente con fuerzas o no para seguir siendo el presidente de un país. No nos merecemos la entereza de este hombre. Y lo digo seriamente: no nos la merecemos.
Discúlpenme ustedes si no participo en la porra de si el lunes seguiremos viviendo en democracia gracias a Sánchez o si habrá ganado el fascismo. Pase lo que pase, y aunque a este Gobierno le cueste entenderlo, había democracia antes de Sánchez, habrá democracia después de Sánchez y, lo que no sabemos es si hay democracia con Sánchez, ya que las propuestas para enjugar las lágrimas amorosas del presidente son escalofriantes: meter mano a los jueces y a los periodistas no afines al régimen sanchista. Nunca una prueba de amor tuvo un precio tan alto. Quizá la de Paris por Helena de Troya.
Ansia de poder
Lo que hay que agradecerle a don Pedro es sin duda su honestidad a la hora de aclararnos que nunca ha tenido apego por el cargo. Siendo capaz de pactar hasta con la última rata que se sienta en el Congreso a falta de 7 votos, para poder seguir gobernando, imagínense de qué sería capaz si lo que le produjera mariposas en el estómago fuera el ansia de poder y el sillón de la presidencia. Menos mal que todo esto lo hace por su mujer.
Menos mal que todo esto no tiene nada que ver con que sus 687 asesores puestos a dedo no hayan sabido leer entre líneas a los ministros de Israel, que por dos veces le vinieron a decir: "Usted cierre la boca y ocúpese de su país, que es el primero que tiene que callar". Y menos mal, porque me da a mí que esa gente, famosa por su agencia de inteligencia, el Mosad, no es de avisar tres veces.
Todo es por amor. Y vivimos en un país tan absurdo donde hay gente que quiere votar para que el amor triunfe. Hay gente que da su apoyo al presidente del amor. Hay periodistas que firman un manifiesto para que los jueces y los periodistas malos dejen de hacer su trabajo y no investiguen más al gran amor del Presidente. Su propio partido nos saca los colores a los ciudadanos por ridiculizar el amor y reírnos del sentimiento más puro que hay. Los que están a favor de que triunfe el amor son los buenos. Los que quieren que se investigue cualquier indicio de corrupción son los malos y los fascistas.
Este fin de semana, no sé ustedes, pero yo me levanto y no sé si estoy en un reality tipo Gran Hermano y tengo que llamar a una línea 906 para salvar a Pedro o si estoy en el preludio de lo que sucedió en 1936, con una España dividida en dos y enfrentada, en la que soy una fascista que seré ajusticiada por no hacerle una oda al amor de nuestro Presidente.
Ojalá tuviéramos un presidente que amara a España tanto como el señor Sánchez dice querer a su esposa.
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