Ni un minuto. La sentencia del procés no dura en Estrasburgo ni un minuto. La tumban, se la cargan y, encima, nos harán cuchufletas. No cunde el pánico entre la familia de las togas del Supremo. Lo tienen asumido. Será un sopapo descomunal que tumbará todo el andamiaje jurídico, político y social erigido en torno a la denuncia del golpe. Sánchez ya cuenta con ello. Predica por Europa su singular teoría del diálogo contra la revancha.
Fue en Bruselas. El 25 de mayo. Tras la reunión del Consejo Europeo, Pedro Sánchez pronunció unas palabras minuciosamente elegidas por su guionista favorito. "La venganza o la revancha" no figuran entre los valores constitucionales donde sí se encuentran "la concordia, el entendimiento o el diálogo". Repitió tres veces "la venganza y la revancha" e insistió en la franciscana cantinela del "respeto y el diálogo". Una enmienda a la totalidad por parte del presidente del Gobierno a la sentencia dictada por el Supremo contra los impulsores del procés, así como un respaldo sin rodeos a los indultos ya por venir. Oriol Junqueras colaboraba en la patraña con una misiva rebosante de amor y balbuceos de contrición.
El juicio fue una vendetta del Estado represor incapaz de solucionar un problema milenario. Un sádico castigo a un grupo de heroicos luchadores por la libertad y la república
Las palabras de Sánchez resonaron con el estruendo de lo inesperado, lo inconcebible y lo inaudito. En pleno corazón de Europa, tras la reunión del Consejo, uno de sus órganos vitales, en presencia de los máximos líderes de la UE, con Merkel y Macron como testigos excepcionales, el jefe del Ejecutivo tejía un manto de descrédito sobre el edificio del Tribunal Supremo que acababa de pronunciarse en forma inequívoca contra los indultos, y se alineaba sin reparos con las tesis de los condenados. A saber: el juicio fue una vendetta del Estado represor incapaz de solucionar un problema milenario. Un sádico castigo a un grupo de heroicos luchadores por la libertad y la república.
Las palabras de Sánchez en Bruselas se proyectaban más allá de las medidas de gracia que, en pocas semanas, aprobará el Ejecutivo y que permitirá al grupo sedicioso abandonar las cómodas instalaciones carcelarias donde ahora reposan y despachan. La mención de la palabra 'revancha' no era inocente. Buscaba llegar a Estrasburgo, sede del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) que habrá de pronunciarse cobre la condena a los golpistas. Munición de primera mano para dinamitar la sentencia del Supremo. Artillería de lujo obsequiada a los abogados del procés por el presidente del Gobierno español. Una infame aberración respaldada este lunes por el propio Oriol Junqueras en forma de una misiva patraña desbordada de amor, contrición, propósito de la enmienda y algunas otras falsedades. La estrategia de Moncloa es simple y ramplona. "¿Veis?, no son tan malos. Hasta repudian la vía unilateral".
Soraya montó despacho en Barcelona e inauguró la llamada 'operación diálogo'. Entre lisonjas y caricias del Gobierno central, los patriotas del tres por ciento urdían el golpe
Poco han apreciado hasta ahora los jueces europeos, bien en Alemania, en Bélgica o en instancias de la UE, las decisiones de los tribunales españoles en las causas abiertas en torno a la más brutal embestida contra el Estado de Derecho registrada en nuestro país desde el 23-F. Han rechazado peticiones de extradición, euroórdenes de detención, demandas de entrega y toda una amplia gama de actuaciones contra Carles Puigdemont y sus compañeros prófugos con una displicencia de quien se considera superior. En esa línea van los actuales pronunciamientos de Sánchez y sus acólitos, afanados en predicar las excelencias de los indultos como pieza clave para solucionar mágicamente lo que la factoría de ficción de Iván Redondo califica de 'reencuentro con Cataluña'. Olvidan que Soraya Sáenz de Santamaría llegó incluso a la intentar la táctica del descarado arrullo y el juego de manos con Oriol Junqueras en los tiempos no tan pretéritos en los que montó despacho en Barcelona e inauguró la llamada 'operación diálogo'. Entre lisonjas y caricias del Gobierno central, los patriotas del 3% urdían el golpe.
Los indultos de Colón
Jordi Turull, exconsejero de la Generalitat, ha sido el primero en presentarse ante Estrasburgo. Lo hace pertrechado con los votos particulares de dos miembros del Constitucional contra el fallo del Supremo. El resto de los reos se sumará a esta iniciativa. Tienen cuatro meses. Después de los indultos aterrizarán las mesas de negociación y luego, el 'referéndum pactado', que Iván Redondo disfrazará de 'referéndum de la conciliación". Todo está amañado, precocinado. En año y medio llegará la sentencia de Estrasburgo, según aventuraba La Razón, justo un poco antes de nuestras próximas generales. Será una lluvia benéfica y dorada para Sánchez y un varapalo cruel para los togados y la Justicia española. Un escupitajo a nuestro Estado de Derecho. Sánchez tendrá servido en bandeja el eje de su próxima campaña. "Tanto que clamaban los de Colón contra los indultos, pues Europa nos da la razón, el indulto eran necesario", ladrará el ministro Ábalos, aún en el Gabinete, ajeno a escandaleras: delcys, plusultras y demás vainas.
La sentencia no durará ni un minuto en Europa. Flota por el Supremo esta convicción, que no es predicción sino casi certeza. En Moncloa también dan por hecho que Estrasburgo derribará el fallo porque la sedición no es un delito con pedigrí en aquella Corte del progreso. Ni sedición, ni rebelión, ni levantamiento, ni violencia, ni sublevación. Menos aún, golpe de Estado. Quizás porque en España ya no hay Estado. Y a punto estamos de que ni siquiera haya España. Denle tiempo.