Cantábamos en el colegio aquello de “Ahora que somos pequeñitos/ y de pueril inteligencia/ no sabemos apreciar/ el bien que se nos hace/ en esta santa casa/ en esta santa casa/” y también, después de algún partido de fútbol, de esos disputados con máximo coraje, entonábamos el “Hemos ganado/ hemos ganado/ el equipo colorado/ el defensa medio muerto/ y el portero escalabrado/”. El sábado a mediodía interesaba merodear por los alrededores de las sedes de los partidos políticos contendientes en los comicios del domingo. El merodeo se iniciaba en Génova esquina a Zurbano, sede del Partido Popular, y seguía hasta Ferraz, entre Buen Suceso y Marqués de Urquijo, en la acera de los pares, sede del Partido Socialista Obrero Español. El número, la dotación de luminarias y altavoces y la altura de las estructuras de mecanotubo, ubicadas en las proximidades de una y otra sede, dejaba clara constancia de cómo las estructuras se plantan en función de las expectativas de caballo ganador.
Resultaría que las papeletas peperas acabarían siendo escrutadas las últimas con el efecto de invertir el color de izquierda a derecha según progresa el conteo de los votos
Al final, en la noche del recuento, volvió a verse como sucede de modo habitual en el inicio, que se instalaba una leve ventaja a favor de la izquierda, en este caso del PSOE, ventaja que se iba atenuando hasta cambiar de bando según se iba informando de la crecida del porcentaje del voto escrutado. Por eso, un observador atento a ese fenómeno pudiera acabar deduciendo que, o bien las papeletas de la derecha figuran impresas en un soporte de mayor gramaje, de modo que el incremento de su peso favorece su hundimiento al fondo de la urna, o bien sucede que los votantes de derecha son más madrugadores y se acercan a los colegios electorales a horas más tempranas, lo que se traduce en que, a urna vacía, sus papeletas vayan al fondo. En ambos casos resultaría que las papeletas peperas acabarían siendo escrutadas las últimas con el efecto de invertir el color de izquierda a derecha según progresa el conteo de los votos. La variable amplitud del censo convocado a cada una de las urnas debe también tenerse en cuenta, atendiendo a cuándo, en qué momento de la secuencia del escrutinio, se suman.
Cerrado el escrutinio, empiezan las comparecencias de los cabezas de cartel en sus sedes ante lo más fervoroso de su militancia para agradecer los votos obtenidos y lanzar las primeras señales. Normas de cortesía elemental generaron la costumbre de felicitar al más votado. Pero de esa urbanidad es imposible detectar vestigio alguno. Para ahorrarse el reconocimiento al ganador se prefiere analizar los resultados por bloques, sin atender a lo que representa cada uno de los sumandos en que se descomponen. Enseguida, cada uno enmascara la merma de sus propios resultados, tanto en porcentaje de voto como en número de escaños, buscando el término de comparación y la fecha más conveniente para proclamarse vencedor, sin respetar ni siquiera que las convocatorias contrastadas guarden la más elemental homogeneidad, siempre imprescindible para su validez.
El retroceso de votos favorables a los puigdemones les ha convertido paradójicamente en más valiosos, en tanto que son ahora más necesarios
Los contendientes del domingo 23 de julio han rivalizado entre sí, han inoculado miedo al electorado del adversario, han buscado la sumisión de los votantes, han transitado por el discurso de la servidumbre voluntaria de Étienne de la Boétie y han rechazado sacar consecuencias de la reducción de los apoyos electorales cosechados. De manera que el número decreciente de papeletas favorables y de escaños que les han resultado atribuidos en el Congreso y en el Senado para nada ha aplacado sus exigencias irrenunciables, sino que por el contrario las ha exacerbado. Nueva confirmación del prestigio que adquiere la escasez. Véase al respecto el titular a toda plana en la primera de La Vanguardia de ayer martes, 25 de julio: “Sánchez y Puigdemont, dispuestos a dialogar para la investidura”. O sea que el retroceso de votos favorables a los puigdemones les ha convertido paradójicamente en más valiosos, en tanto que son ahora más necesarios. Cuestión distinta es que esta vez nadie pueda alegar engaño alguno. Todos sabían bien donde acabaría su voto a qué malas compañías se añadiría y al servicio de qué objetivos se pondría. Continuará.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación