Me gustaría realizar un análisis sobre algunos de los factores que nos han hecho llegar al momento actual, dónde estamos realmente y dónde podemos llegar, algo que considero, en mi humilde opinión, de vital importancia para entender todo lo que rodea a esta “Operación Militar Especial”, en versión de los rusos y sus aliados, o “Invasión de Ucrania” en versión de los ucranianos y sus aliados.
De dónde partimos
Hace ya algún tiempo, allá por los inicios del mes de mayo, publiqué un artículo que titulé ¿No escuchas las campanas, Prigozhin?, en alusión a que su actitud, que comenzaba a ser extraña, le llevaba por la vereda que conduce al camposanto, como decimos en mi tierra. Aunque en aquellos primeros momentos sus acciones no eran del peso de las actuales, ya apuntaba maneras.
En aquellos mismos momentos, muchos analistas y expertos de todo tipo, enzarzados en la lucha entre los prorrusos y los proucranianos, se entretenían en poner nombres a sus grupos y atacar al contrario, distrayéndonos de la realidad. Esto, por supuesto, se les pasaba por alto, estaban en otras cosas, estaban preocupados por buscar información que fundamentara sus pensamientos y opiniones (sesgo de confirmación).
Hace ya algún tiempo también afirmé que me preocupaba el peso específico que tomaban grupos como Wagner, a los que eufemísticamente los denominaban “ejércitos privados” o “contratistas privados”, para no denominarlos grupos de mercenarios, que es su denominación real. Pero es importante resaltar, para comprender el contexto actual, que Wagner y Prigozhin aparecieron por primera vez ante nuestros ojos, en el Donbás, en 2014.
Prigozhin aparecería nuevamente ante la opinión pública a raíz de la investigación abierta en los Estados Unidos sobre a posible injerencia rusa en las elecciones estadounidenses. Allí se nombró a una empresa denominada Agencia de Investigación en Internet (IRA) que resultó ser una fábrica de trolls que inundaban los medios y las redes de informaciones manipuladas por Rusia, empresa propiedad de Prigozhin.
Hace ya bastante más tiempo, afirmé que la corrupción era uno de los grandes males de la Rusia de Putin y que parte de los errores militares y de inteligencia partían de un sistema corrupto en el que “nada es lo que parece” y nada “funciona como debería”.
Si uno visita Moscú, se topará en las inmediaciones del Kremlin con la campana más grande del mundo que “nunca sonó” y el cañón más grande del mundo que “nunca disparó”. Esto es habitual en la historia soviética y rusa, el engaño por parte de la cúpula militar a sus líderes para acabar como generales enriquecidos por haber robado ingentes cantidades de dinero del presupuesto militar. ¿Por qué traemos este asunto a nuestro análisis? Pues fácil, porque el dinero que roban es dinero que no se emplea en los desarrollos científico-armamentísticos necesarios para disponer de un ejército preparado, algo que estamos viendo en el campo de batalla.
¿Qué pinta Prigozhin en todo esto? Pues también fácil, él es un fruto de este sistema corrupto ruso. Llegó ahí aupado por Putin y Shoigu. Se convirtió en un elemento importante para corregir “pequeñas incapacidades administrativas y militares” con su ejército de mercenarios, que está prohibido en Rusia y no existe, aunque todos sus contratos son con el Ministerio de Defensa y sus hombres entrenan en campos de entrenamiento de ese ministerio. ¿Se imaginan ustedes cuánta basura ha pasado por sus manos, cuántos “ajustes” del sistema?
Lo conoce casi todo y los conoce a casi todos, por este motivo es peligroso. Acostumbrado a los fogones, supo participar en el incendio del Euromaidan para cocinar a fuego lento el conflicto del Donbás. Conoce todo lo que se ha trabajado entre bastidores y eso le convierte en un individuo tremendamente peligroso.
Acostumbrado el Kremlin a que el “fiel servidor” obedeciera ciegamente las órdenes, ceguera que estaba regada de millones de rublos que caían tras cada acción, lo enviaron a conquistar Bajmut, convirtiendo esta batalla en la madre de todas las batallas. ¿Qué ocurrió allí? Que la guerra y la pérdida de miles de sus hombres, de muchos miles, comenzaron a cambiar su percepción de para qué le habían mandado allí. Hace ya bastante tiempo compartí en la red twitter una reflexión en la que me preguntaba por qué Prigozhin no regresaba a Moscú, porque nos informaba siempre desde el frente de batalla o alrededores. ¿Quizás es que ya tenía miedo de que si regresaba sus enemigos se encargarían de facilitarle el camino al camposanto?
En aquellos momentos, Prigozhin, viendo que las necesidades de sus hombres no eran cubiertas por el ministerio, y que poco menos que les dejaban abandonados, comenzó a cargar las tintas contra el ministro de Defensa de Rusia, Shoigu, y contra su cúpula, especialmente Guerasimov, el Jefe del Estado Mayor del Ejército de Rusia, llegando, tal y como recordarán a amenazar con abandonar con sus hombres el teatro de operaciones. Iniciaba sin duda un camino sin retorno que le guiaba por una vereda a oscuras y donde no se veía luz al final del camino.
Prigozhin nos informó, voluntariamente, de que sus hombres no recibían víveres, no recibían munición, no recibían de nada, de que las fuerzas regulares no eran eficaces y demás lindezas. Y tras la toma de Bajmut, se produjo la retirada de sus tropas hacia lugares más seguros.
¿Dónde estamos?
Con la retirada de Bajmut, comenzaron a producirse informaciones procedentes de uno u otro bando que resultaban extrañas. Prigozhin informaba de que sus hombres habían sido atacados por las fuerzas del ministerio de defensa en la retirada. El Ministerio de Defensa de Rusia emitía una orden en la que todos los grupos privados deberían firmar sus acuerdos con el ministerio de defensa. Prigozhin daba un pasito más y solicitaba a la Fiscalía General que abriese una investigación por corrupción y traición al ministro Shoigu y a su Jefe del Estado Mayor, Guerasimov.
Lo que estaba ocurriendo, y que ha determinado dónde estamos ahora mismo, es que los poderosos miembros del Ministerio de Defensa de Rusia no quieren que salan a la luz sus miserias y han decidido, con la aceptación del Zar, que los días de Prigozhin han llegado a su fin, que ya ha hablado suficiente, que ya les ha puesto suficientemente en evidencia y que lo último que les faltaba era que descubriese que todo esto, todo este conflicto, es fruto no de los intereses estratégicos de Rusia sino de los intereses estratégicos de algunos.
Ahora mismo se suceden los hechos a una velocidad de vértigo, Prigozhin amenaza con volverse más hablador aún, ya habla abiertamente de la realidad de los últimos años en Ucrania y se ha convertido en un elemento hostil. El Ministerio de Defensa bombardea los campamentos de Wagner y Prigozhin ordena avanzar a sus hombres sobre algunos objetivos. La verdad es que las informaciones son confusas, pero la situación no lo es menos. En este momento algunos analistas y politólogos, esos de los que he hablado al principio, debieran ya estar acusando a los EE. UU. de todo esto y a Prigozhin de ser un agente estadounidense o inglés. La verdad es que si continuase en los servicios de inteligencia y mi jefe me preguntase yo le respondería que podría ser un objetivo de reclutamiento, ya que nada es más importante que la vida y ante el riesgo de perderla las personas cambian de parecer ante muchas cuestiones.
Lo que sí ocurre es que se ha producido una información sospechosa que es la comparecencia de Putin ante los medios para calificar a Prigozhin de traidor. Primero, es extraña esta comparecencia y es indicativa de que los hechos sí son de una gravedad importante para el Kremlin y su inquilino, el Zar Putin. Segundo, es la sentencia de muerte de Prigozhin, el Zar ha inclinado el dedito hacia abajo y ha ordenado que le maten, al más puro estilo de la Roma de Nerón.
¿Por qué Putin sale a la palestra? La realidad es que no sabemos si esto es un golpe de Estado, que no lo parece, más parecen movimientos a la desesperada de Prigozhin para salvar la vida, como lo hizo Pablo Escobar en su tiempo, decidió morir matando, pero murió acribillado en un tejado y contra él se habían unido todos los enemigos posibles. En este caso estamos en la misma situación, los ha enfadado a todos y todos intentarán eliminarlo, solamente puede fiarse de los suyos y seguro que no de todos. Pero, además, lo que sí es evidente es que es un golpe de Estado a Putin, a su imagen, a su poder, a su capacidad de control interno. Cada día que esté vivo, Prigozhin es un día feo para Putin, que ya no se puede permitir muchas licencias, por eso ha salido a la palestra para dictar sentencia de muerte en público, porque conoce a los suyos y sabe que puede tener problemas.
Hacia dónde vamos
Muchos se han apresurado a informar sobre las consecuencias que esta guerrilla interna tendrá sobre el conflicto de Ucrania. No debemos cometer una y mil veces el mismo error, no debemos agrandar el alcance de las informaciones, debemos interpretarlas, y por ahora hay poco que interpretar porque todo es confusión. Lo que si podríamos es plantear algunas cuestiones:
- ¿Cuál es el apoyo de Prigozhin? De esto dependerá sus días de existencia o que estemos ante un problema más grave de los que pensamos. Una rebelión exitosa en Rusia no es algo que podamos considerar bueno para el resto del mundo.
- ¿Qué efecto puede tener a corto plazo en el teatro de operaciones de Ucrania? Parece evidente que la moral de las tropas rusas, puesta en duda en muchas ocasiones, podría verse afectada por estos hechos y los ucranianos podrían aprovechar para intensificar su ofensiva.
- Los vídeos que observamos son de columnas desordenadas, compuestas por vehículos militares y civiles, con un cierto caos, algo parecido al ejército de Pancho Villa. ¿Por qué la fuerza aérea de Rusia no ha atacado esas columnas?
- Si la reacción más lógica para salvar su vida hubiese sido huir, ¿por qué ha decidido atacar?, ¿puede contar con apoyos dentro de la cúpula militar? Todo lo podremos ver en poco tiempo porque esto no va a durar mucho.
De cualquier modo, necesitamos ser prudentes, analizar informaciones veraces, no apresurarnos, pero sí podemos afirmar que se ha producido una situación que se venía cociendo desde hace algunos meses y que puede desembocar en un riesgo todavía más serio que el propio conflicto bélico en Ucrania. Una Rusia descontrolada no nos conviene a nadie, ni siquiera a los ucranianos.
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