Dentro de las medidas que se están proponiendo en la Unión Europea para hacer frente a las consecuencias económicas derivadas de la invasión de Ucrania sin duda alguna las más importantes giran en torno a la necesidad de reducir el consumo de energía. Sin embargo, dicha necesidad es imperativa más allá del conflicto ucraniano. Es un requisito indispensable para hacer frente a la actual crisis climática y que confluye con una serie de crisis adicionales como pobreza, desigualdad, vivienda…. Todas estas múltiples crisis están vinculadas y, tarde o temprano, supondrán el fin de la actividad normal tal como la hemos conocido. Se trata de ver cómo conjugar la dimensión ecológica de la actual crisis sistémica con el objetivo imperativo y previo de conseguir un avance de la prosperidad material para millones de ciudadanos del planeta que viven en la más absoluta pobreza y con poca seguridad alimentaria y habitacional. La inmensa mayoría de las propuestas realizadas hasta ahora -nuevos acuerdos verdes, Crecimiento Verde,…- son defectuosas porque sus defensores tienden a quedar atrapados por las relaciones de poder que han creado el actual desorden.
El ritmo del cambio climático está siendo mucho más rápido incluso de lo predicho por los más agoreros. Todos los presagios -incendios, inundaciones, temperatura, nivel del mar, tormentas, etc.- se mueven en direcciones adversas y son extremos. Los científicos denominan a estos episodios eventos extremos y compuestos. Algunos ejemplos típicos de eventos extremos compuestos son la sequía unida a olas de calor, las inundaciones costeras unidas a riesgos de viento, la subida del nivel del mar y las mareas de tempestad, y los ciclones tropicales seguidos de olas de calor.
Los cambios no lineales son de vital importancia para entender el cambio climático, ya que sugieren tanto que los impactos serán mucho más rápidos y graves que las predicciones basadas en proyecciones lineales como que los cambios ya no se correlacionan con el ritmo de las emisiones de carbono. Aunque un cambio no lineal no significa necesariamente que sea exponencial, o que no haya un freno o una pausa, en el mundo natural, cambios como la subida no lineal del nivel del mar o los cambios no lineales en el hielo marino son el resultado de procesos tan masivos con retroalimentación amplificadora, que es razonable considerar que esos procesos no lineales serán imparables. En otras palabras, tales cambios constituirían tanto aspectos como indicadores de lo que se denomina cambio climático desbocado.
Nueva agenda política
Se necesita una nueva agenda política mucho más ambiciosa para transformar la agricultura y restaurar los ecosistemas a nivel mundial, asumiendo que incluso con esa transformación, el calentamiento y la inestabilidad, que ya están presentes en el clima, causarán daños a los ecosistemas, por lo que será difícil frenar el nivel global de carbono atmosférico. En esta línea, el académico británico Jem Bendell propuso una Agenda de Adaptación Profunda para abordar el problema de "demasiado poco, demasiado tarde". Sin embargo, rápidamente el pensamiento gregario entró en escena, y el debate sobre el clima se ha visto limitado por una "lógica de mantenimiento de las identidades propias relacionadas con los valores adoptados”, que se ven desafiados por una agenda como la noción de adaptación profunda. Se trata de un proceso de negación estratégica, ya que afecta a las relaciones de poder. El propio Jem Bendell cree que esa forma de negación es endémica entre el movimiento ecologista, y que “buscan su paz interior organizando seminarios y firmando peticiones online" para que se vea que "están haciendo algo sin enfrentarse seriamente a la realidad del cambio climático". Existe una tupida red de instituciones interconectadas en el lobby climático/ambiental que no tienen ningún incentivo para cambiar nada y mucho menos admitir que es demasiado tarde para salvar el mundo que conocemos actualmente y todas las relaciones de poder que se definen en él.
El concepto de decrecimiento entra en escena
En el artículo académico, “Addressing the Monetary Growth Imperative”, los autores, Christian Arnsperger, Jem Bendell y Matthew Slater son claros, sin cambios estructurales en los sistemas monetarios, el decrecimiento -o una economía de estado estable- será imposible hacer frente a la crisis climática. La palabra decrecimiento puede asustar, pero debemos clarificar que es. El decrecimiento no consiste en reducir el PIB. Se trata de reducir la producción material y energética de la economía para devolverla al equilibrio con el mundo vivo, distribuyendo los ingresos y los recursos de forma más justa, liberando a las personas del trabajo innecesario e invirtiendo en los bienes públicos que la gente necesita para prosperar. Es el primer paso hacia una civilización más ecológica. Por supuesto, hacer esto puede significar que el PIB crezca más lentamente, o deje de crecer, o incluso disminuya. Por ejemplo, un país que reorientara su empleo hacia la producción de música utilizando electricidad renovable y otros insumos y que se alejara de la extracción de carbón, podría estar avanzando hacia el "decrecimiento" al tiempo que aumenta su PIB. La tarea, en definitiva, no consiste en reducir el "crecimiento" en sí mismo, sino en reducir el uso de la energía y devolverlo al equilibrio con la naturaleza.
Las propias energías renovables tienen un coste ecológico, por lo que el reto no es sustituir los combustibles fósiles por energías renovables y seguir felizmente a partir de entonces
El "crecimiento verde" que algunos proclaman es una ensoñación más. Se basa en la creencia de que en realidad sólo necesitamos nuevas tecnologías para mantener la escala de producción en niveles sostenibles. Pero ninguna de estas soluciones de "mercado", que proponen la mayoría de los partidos políticos verdes oficiales, se acercará a lograr la transformación de los patrones de producción y consumo que se necesitan. Las propias energías renovables tienen un coste ecológico, por lo que el reto no es sustituir los combustibles fósiles por energías renovables y seguir felizmente a partir de entonces. Tenemos que minimizar incluso la necesidad de energía renovable reduciendo nuestro consumo de energía.
Finalmente, la crisis ecológica no está siendo causada por todos por igual. Los países de bajos ingresos necesitan aumentar el uso de energía y recursos para satisfacer las necesidades humanas. El problema son los países de renta alta donde el crecimiento se ha desvinculado completamente de cualquier concepto de necesidad, y ha sido durante mucho tiempo muy superior a lo que se requiere para el florecimiento humano. Por tanto, para lograr el decrecimiento también tenemos que redistribuir el uso de la energía.
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