Trabajé con Pedro Arriola en CEOE durante los primeros diez años de mi vida profesional, él ocupándose del asesoramiento sociológico y yo dirigiendo la comunicación de la patronal. Luego Pedro, como hicieron Cristóbal Montoro o Pepe Folgado, pasó del mundo empresarial a la política con la llegada de Aznar a la Presidencia del Partido Popular en 1989, convirtiéndose en el asesor áulico por excelencia y contribuyendo poderosamente, durante casi treinta años, a las victorias electorales de dos sucesivos líderes del PP.
Con Aznar y Rajoy siguiendo los consejos de Pedro Arriola, la formación de centro-derecha llegó a disfrutar de mayorías absolutas que hoy son impensables: 183 diputados Aznar y 186 Rajoy. Y sin embargo, la figura de Arriola ha sido a veces denostada e injustamente valorada. Incluso se habló con desprecio del “arriolismo”, la doctrina que aconsejaba el llamado “gurú” del PP. Y parece que la modernidad llegó a este partido el día que su actual Presidente decidió despedirle con cajas destempladas.
No he visto caso de mayor distancia entre la imagen creada, polémica y casi siempre negativa, y la realidad de una persona tan importante en la historia de España y que tanto contribuyó a los éxitos del partido al que asesoraba.
Se ha hablado mucho del “arriolismo” , pero a mi juicio no es sino la aplicación del sentido común (¡tan poco frecuente!) a la sociología política, así que en la hora de su muerte, y como particular homenaje a su figura, permítanme que enumere algunos de los principios básicos que inspiraban el trabajo de Pedro Arriola, del cual hago la exégesis por mi cuenta y sin que nadie me haya dado permiso:
-“Asesora, no milites”. Arriola nunca militó en el Partido Popular, aunque su esposa, Celia Villalobos, sí lo hacía. Pero su independencia le permitía tomar distancia a la hora de realizar sus análisis y no incurrir en ese voluntarismo que manifiestan las predicciones de otros sociólogos, que reflejan en sus estudios los vehementes deseos de que ganen los suyos. Que es el caso de Tezanos, sin ir más lejos. Las predicciones de Arriola sobre los posibles resultados del PP nunca exageraban. Al revés, cuando se equivocó fue porque se quedó corto.
-“Las elecciones no las ganas tú, las pierde tu rival”. Suena ahora a tópico en materia de sociología política, pero es absolutamente cierto. Esta es la base de las acusaciones que recibía de aconsejar a menudo la inacción o la ambigüedad en el PP, pero la verdad es que esto funcionaba. El “forofismo” es mal consejero y Arriola, que distinguía a la perfección entre militantes, simpatizantes y votantes, siempre prevenía a sus asesorados contra este vicio.
-“La lluvia fina acaba calando”. Esta teoría también le deparaba a Pedro Arriola bastantes críticas, porque se basaba en aconsejar una acción política de bajo perfil pero muy persistente y basada en los hechos, lo que encontró terreno abonado en líderes como Aznar o Rajoy, poco estridentes, pero muy tenaces y cumplidores. A la postre Arriola tuvo razón: la gente no es idiota y acabar por valorar correctamente si la acción de gobierno ha sido la adecuada y merecedora de sus votos.
-“No te dejes influir por el ambiente creado a tu alrededor”. Un ejemplo que ilustra este principio: todavía trabajaba Arriola para CEOE cuando en 1986 valoró para la patronal las posibilidades de la llamada “Operación Roca”, que había recibido abundante financiación de la gran banca española. Y frente a todos las encuestas previas, que daban a esta opción 60 o incluso 70 diputados, Pedro dio su pronóstico: ni un solo diputado fuera de Cataluña. Exactamente lo que terminó sucediendo.
-“Utiliza los mejores colaboradores”. Esto se traducía en contratar las mejores empresas de sondeos y rodearse de los mejores asesores en cada disciplina. Por ejemplo, así pudo ganar Aznar a González el primer debate de los dos celebrados con ocasión de las elecciones de 1993, cuando tanto Arriola como Miguel Ángel Rodríguez (el otro gran responsable de los éxitos de Aznar) estuvieron de acuerdo en contratar al mejor asesor de España en comunicación televisiva, cuyo nombre no desvelo para que no se enfade. Hay que señalar que ganarle a Felipe González y a su torrencial verborrea un debate en directo en televisión es como ganar a Nadal jugando al tenis.
-“Analiza los datos con detalle”. Siempre que se producían elecciones yo llamaba a Pedro Arriola al día siguiente y le preguntaba su opinión. Y él me respondía siempre más o menos esto: “Llámame dentro de unos días, porque estoy analizando los resultados mesa por mesa electoral y todavía me quedan bastantes”. Esto le permitía disponer de información que no tenía casi nadie, o concretamente quien no dedicara a este trabajo docenas de horas después de cada proceso electoral.
Como en el poema de León Felipe: “No en la primera página del libro, sino en la última, podrá decir el autor cómo se llama”. No sé si la Historia hará justicia a la figura de una personalidad tan influente en la política de España de los últimos treinta años. Pero sí estoy seguro de que esta justicia no tendrá lugar si no damos testimonio los que le conocimos. Aquí queda, desde la amistad y la admiración, el mío.
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