Llega agosto y el cierre por liquidación llega a las calles y las industrias de algunas ciudades europeas. Mucho he aguantado, dicen algunos. No quería reconocerlo, dijo otro. Viene a mi cabeza la imagen de una España liquidada por no cerrar a tiempo un sistema agotado que nos asfixia y debilita porque una generación aún vive de un mito que vivieron, de un falso y lejano consenso, de una democracia. La solución de un Gobierno del bipartidismo sencillamente no existe. Feijoo no es un necio, ha entendido y ha vivido de la vaca secada que es la España autonómica. El PP está instalado en un pasado socialista idealizado que nunca fue y un presente inexistente sobre un imaginario imposible que apuntala un futuro inviable.
Las noticias de cola de las elecciones generales miran como un tonto a un lápiz al huido de Waterloo. No es verdad que España esté en manos de un prófugo, como siempre está en manos del PSOE y circunstancialmente de Puigdemont, porque es el campo de juego creado por el sistema del ´78. Hemos llegado a ese punto en el que a nadie le conviene la gobernabilidad de España. Ni a los de fuera, ni a los aliados oficiales, ni a los periféricos internos. Quizá a estas alturas no le interese ni a los españoles atrapados en un sistema depredador de riqueza. Un mes sin gobierno, un mes sin subida de impuestos. ¿Cómo celebrar la «fiesta de la democracia» si tras cada elección llega una cesión del Estado o una asunción de deuda autonómica que nos arruine? Se dicen separatistas, pero no son más que sacacuartos del hampa provinciana que entendieron mejor que nadie —porque lo dictaron ellos— el negocio más rentable y duradero de la democracia del 78: debilitar a España. Hoy es la única industria que no está en proceso de desmantelamiento en Europa, aunque la materia prima ya escasee. Pero si los secesionistas son meros saqueadores protegidos, corsarios en un colonialismo tardío, pero sobre Albacete, el imperio es el PSOE. Indistinguible del sistema y las instituciones después de 45 años de poder con pausas en el Gobierno. El PSC ofrece a Junts y ERC, aunque probablemente la sugerencia haya sido en sentido contrario, que los españoles asumamos 70.000 millones de deuda autonómica de Cataluña para alejar el referéndum en esta legislatura.
Quizá a estas alturas no le interese ni a los españoles atrapados en un sistema depredador de riqueza. Un mes sin gobierno, un mes sin subida de impuestos
Algunos piden como alternativa a renovar el Frankenstein hacer un muñeco diabólico. Un pacto de Feijóo con el PNV para sacar al PSOE del Gobierno. Así estamos. En un sistema que para mantenerse un trimestre sólo permite desangrarse por la rama vasca, para creer que no lo hará por Cataluña. Quedaría así todo solucionado cruzando los dedos y con una fe ciega en el líder popular para que con el mayor benefactor de la ruina de España se acabe con el sanchismo, al que inexplicablemente tiende la mano antes que a Vox. Sólo se puede justificar si el fin es mantener un sistema y no solucionar España.
La moderación es una medida de vacío moral e intelectual. Los que viven de pronunciarla al no tener capacidad de entender ni creer en nada más, se preguntan atónitos qué característica democrática aprecia el PSOE en Bildu que no vea en el PP. Podría plantearse la misma pregunta a los populares, ¿qué ven de democrático en el PSOE que no lo ven en Santiago Abascal? Pero la respuesta seguiría siendo la misma: la derecha -menos aun una que defienda a priori el interés de España- no es considerada democrática en el sistema que domina la izquierda y los secesionistas periféricos.
Aún nos aguarda la clave de una España liquidada e inviable, Navarra. La DT4ª de la Constitución recoge la posibilidad de que pase a formar parte de la autonomía vasca si lo propusiese por mayoría el Parlamento navarro previo a un referéndum. EH Bildu ha ofrecido su apoyo a la socialista María Chivite sin consejerías a cambio. Así Otegui hace irrelevante al PNV navarro, Geroa Bai, que pide muchos sillones a un año de las elecciones vascas, en las que puede ser lehendakari con el apoyo de los socialistas. Ahora, aunque no se consiga una independencia vasca, los bilduetarras pueden conseguir la anexión de Navarra. La mera propuesta de votación en Pamplona sería un éxito de EH Bildu. Todos los medios que atacan a España defenderán a los de Otegui como los verdaderos constitucionalistas. Y tendrán razón. La defensa de los intereses de España de forma activa es ya algo propio de un partido ultra. Al parecer esta es la gobernabilidad de consenso, el triunfo democrático que el sistema nos ofrece.
Esta ausencia de discurso sobre la defensa de los intereses nacionales ha permitido que se confundan y pierdan en el discurso institucional. Aunque éste sea contrario es el único admitido y correcto desplazando el resto al ostracismo ultra. Hay debates que hay que liderar antes de que otros te echen el cierre por liquidación mientras quedas atrapado en un discurso caduco en el que sólo puedes aplaudir el desmantelamiento de España porque es constitucionalista.
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