Opinión

La procesada Borràs y su amigo Isaías

La presidenta del Parlamento catalán no debería seguir ni un segundo más al frente de una institución tantas veces maltratada

A juzgar por lo que dice el TSJC, la presidenta del Parlament Laura Borrás, esa notoria dirigente de Junts, es una buena amiga. Pondría la mano en el fuego que pertenece a un grupo no excepcional en este país en el que se utiliza el cargo para beneficiar a los que más quieres. Estos comportamientos no son exclusivos de una líder independentista, pero en este caso es una evidencia, tanto por el cargo que ocupa y, sencillamente, porque la han pillado. Una vez descubierto el pastel solo hay dos maneras de gestionarlo: o deja la poltrona –no le faltaría trabajo- o, tal y como está haciendo, actúa como si nada pasara. Reacciona con silencios y sonrisas cuando los periodistas le preguntan por ese auto procesal demoledor en el que se le acusa de un caso de corrupción en base a posibles delitos de prevaricación administrativa, falsedad documental, y malversación por fraccionar contratos, por dar contratos a dedo a su amigo Isaías. El escrito del tribunal es implacable, y abre el camino al banquillo para que Borràs se deshaga en explicaciones. Si las tiene.

Si esto es o no así lo dirimirá la Justicia. Por lo que respecta al ámbito estrictamente político este procesamiento a la segunda representante en el escalafón institucional de Cataluña –tras el presidente Pere Aragonés- supone una afectación directa a la imagen de excelencia y rigor que debe ofrecer la instancia legislativa que ella representa. De hecho, su antecesora Carme Forcadell, le ha sugerido que debe pensar no en ella sino en el prestigio de una institución desde la que Carles Puigdemont declaró la independencia, motivo por el que la propia Forcadell tuvo que pasar por la cárcel hasta ser indultada.

Nunca se le ha presentado a Aragonés una situación tan fácil para defender la ruptura con los herederos del pujolismo. Siempre el liderazgo había estado en manos de CiU

Demasiado coste personal supuso para unos cuantos aquella iniciativa de proclamar fatuamente una independencia sin tener nada preparado más que la fuga. Junto con el consiguiente daño a la institución, está lo que más importa en términos de estrategia política y es que este caso de corrupción en la cúpula de Junts le viene como anilllo al dedo a ERC para consolidar el Gobierno que preside por primera vez desde el retorno democrático y hacerlo en solitario. Nunca se le ha presentado a Aragonés una situación tan fácil para defender la ruptura. Siempre el liderazgo había estado en manos de CiU y ERC la comparsa algo que no está siendo nada fácil de gestionar para los ex convergentes. Le viene como anillo al dedo para minimizar las críticas constantes que Junts le hace por apostar por un diálogo con el gobierno de Pedro Sánchez que brilla por su ausencia.

El comunicado de Pujol

La famosa mesa de negociación ni está ni se la espera, hubo una y chimpún. La única mesa va a ser la del otro día en el Camp Nou en la que pudieron cenar de forma distendida los dos Pedros, Sánchez y Aragonés, sin ningún tipo de tirantez porque el marco incomparable era propicio a la distención. En este gobierno independentista de aguas revueltas, en las que lo de remar conjuntamente por la causa es una utopía, parece que los veranos tienden a ser calentitos. Si este verano lo protagoniza Laura Borrás, hace unos años lo hizo su padre político Jordi Pujol i Soley cuando en 2014 publicó un comunicado en el que confesaba tener una fortuna sin declarar. Entonces revolucionó las redacciones de todos los medios ansiadas de noticias siempre en época estival. Una fortuna, de unos 300 millones de euros, que descansaba en Andorra, y que presuntamente procedería del conocido 3%. El expresident aseguró que esa millonaria fortuna era una herencia paralela de su padre Florenci.

Desde entonces, la cohesión del independentismo empezó a romperse en añicos y ahora, el escándalo de Laura Borrás si a alguien beneficia es a ERC, como entonces ocurrió con Pujol. Junts debería abordar un profundo debate interno sobre sus liderazgos y su dirección porque el comodín del victimismo ya apenas le funciona.  Cuídense.

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