Los hechos: Desde 1980 gobierna en el País Vasco el partido de Sabino Arana. Cincuenta y cuatro escaños de setenta y cinco son nacionalistas/ independentistas. Tres de cada diez vascos se sienten españoles, el resto lo pueden imaginar y seguro que aciertan. Han ganado todos, incluso Sumar, que con un escaño puede decir que ha subido el 100 por 100. De Podemos ya no queda ni su aliento.
Sánchez está tranquilo. Podrá cumplir sus compromisos con Pnv y con Bildu, que hoy sabe que su llegada al poder es sólo cuestión de tiempo. Lo de Vox...ellos sabrán a qué juegan.
Las razones: Un Psoe que, también en el País Vasco, ha renunciado a tener un proyecto mayoritario. Un PP que, aun subiendo un escaño no será para nada decisivo. Feijóo en Vitoria es lo mismo que Sánchez en Santiago, puro entretenimiento.
Una primera conclusión: Sánchez, socio del Pnv y blanqueador de Bildu, está a punto de culminar su obra. En contra de España y los españoles, desde luego. Cuando promete lo peor, el presidente siempre cumple. Y aquí, amigo lector me quedo. Me puede esta mañana el aburrimiento y algo la desesperación, para qué negarlo.
Las promesas, cuando son políticas, tienen entre nosotros poco valor. Seamos justos, en esto Pedro Sánchez no está sólo. Desde el felón de Fernando VII -marchemos, y yo el primero, por la senda constitucional-,a aquella verdad absoluta proclamada por Enrique Tierno Galván de que los programas políticos se hacen para no ser cumplidos, han pasado muchos años. Al final, como sostiene Galdós, todo es rivalidad de comadres y envidias de caciques.
Entre medias se nos fue una república que empezó bien y terminó mal. Una dictadura que partió a España por la mitad a pesar de la soflama bullanguera que prometía libertad, unidad y grandeza. Más tarde vino aquella gracieta de la OTAN, que tantos españoles entendieron como tal y que perdonaron sin pedir cuentas, como si fueran criaturas de pecho. Y luego los 800.000 puestos de trabajo. Y mucho después aquella otra en la en la que, mientras las bombas caían sobre Irak, un presidente español nos engañaba con la existencia de armas de destrucción masiva y le decía a otro norteamericano aquello de estamos contigo, vas a poder ver siempre un bigote junto a ti. Con el paso del tiempo semejante extravagancia provoca más pena que irritación. Pero por ahí sigue el buen señor, ahora sin bigote, explicando qué es esto de la democracia.
Que asco da cuando se ponen tan serios, y sin encomendarse a nadie, y menos al pueblo que representan, aseguran hablar en nuestro nombre. No sabía yo que diera para tanto una papeleta. Qué abominable suena la primera persona del plural en quien sabe que engaña a sabiendas, pero sin medir los riesgos, sólo el propio interés. Y el beneficio. Propio, claro. Y hasta familiar en algunos casos.
No hay seres más candorosos y crédulos que la militancia socialista, capaz de seguir a un flautista cuyas melodías siempre remiten a lo mismo
En todo este devenir en el que la mentira y la traición a la palabra dada se ha convertido en una tradición entre nosotros, Sánchez es una rareza que empeora todos los modelos. Y miren que creo que hay que trabajar mucho para empeorar el Aznar de la segunda legislatura, el de la mayoría absoluta. Pues este, sin mayoría absoluta y tampoco relativa, ha bordado la operación que en el País Vasco iniciaran hace tanto tiempo Felipe González y después José María Aznar. Escéptico que es uno, no sé por qué creo que lo de Cataluña será aún peor.
Pero Sánchez camina sólo porque sus incumplimientos suelen ir acompañados de mentiras, o "cambios de opinión" como él dice y sus simpatizantes admiten. Por cierto, que de un tiempo a esta parte, no hay seres más candorosos y crédulos que la militancia socialista, capaz de seguir a un flautista cuyas melodías siempre remiten a lo mismo: lo que digo no importa; lo que cuento no es verdad; lo que hago no es lo que anuncio y lo que escondo no interesa.
En un momento en el que la actualidad y la realidad son tan poco simétricas, la promesa política hace tiempo que salió de los límites de la ética para colocarse en la metafísica. Las necesitamos, a pesar de que sabemos que no existen. En el recuerdo del joven votante que uno fue están aquellas que venían envueltas en el perfumado papel que Fernando Ónega le puso en suerte a Adolfo Suárez, “puedo prometer y prometo”. Y cumplió. Se comió un régimen dictatorial, legalizó a partidos innombrables hasta entonces y hizo lo posible “por elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es plenamente normal”.
Creemos que ese ejercicio dominical que ejercemos con desgana es la democracia, pero sólo es un espejismo. En realidad, nuestro voto cambia poco, nada, si los verdaderos actores de la política no lo hacen
No sirve, o no debería servirnos que los síndromes de la Moncloa y los arcanos del poder justifiquen la anormalidad en que vive la política actual con relación al sentir de la calle. Estuve en domingo en el Bernabéu y después de dos horas de trepidante partido uno cayó en la cuenta de que ya había resultados de las elecciones. Nadie me habló de ello. Nadie preguntó por los datos. La gente está a su bola. Como diría Salinas, que alegría vivir en los pronombres cuando están tan lejos de la actualidad.
Cierto, España no es Madrid, menos aún Madrid es España, pero mucho de lo que aquí sucede termina por acontecer en el resto de la nación. El desapego crece. Nos hemos acostumbrado a la papeleta, que sobamos y bendecimos cada vez que nos llaman. Creemos que ese ejercicio dominical que ejercemos con desgana es la democracia, pero sólo es un espejismo. En realidad, nuestro voto cambia poco, nada, si los verdaderos actores de la política no lo hacen. No es fácil ser un demócrata -un democratista, que decían en el XIX-, pero sin esa aspiración cumplida se hace muy cuesta arriba hablar de democracia.
Caemos en el engaño cada vez que nos hablan de la necesidad de regenerar nuestras instituciones, pero al mismo tiempo las vamos destrozando sin importarnos que el Poder Ejecutivo invada el Legislativo y también el Judicial. Los órganos del Estado, que deberían ser independientes, están en manos de militantes y afectos al Gobierno -sí, lo sé, antes también-, y nadie repara, con la papeleta en la mano, semejante barbaridad cuya culminación es la obra de un tipo al que Sánchez nombró presidente Correos con el único mérito de haber sido su jefe de gabinete en el partido. El tipo, cuyo nombre mejor no recordar, ha hundido la compañía, y le ha salido tan gratis que ahora luce como director general de la Sociedad Estatal de Infraestructuras del Transporte. Un amigo, nada partidario, me recuerda que Calígula nombro a Iniciatus cónsul de Roma. Iniciatus era un caballo. Pero qué exagerado mi amiguete. De este mismo jaez son los nombramientos en la agencia EFE, en la CNMV o el Defensor del Pueblo. Todo pasa, o todo lo tragamos con una facilidad inmensa.
Esa ley ha hecho posible que un tipo con algo más del 1,5% de los votos tenga la chulería de recordarle al presidente del Gobierno de España que lo tiene cogido por los collons. Perdonen el desahogo, pero eso es lo que dijo Puigdemont
También en los detalles descansa la salud de una democracia. Ahora que han votado los vascos y hemos visto cómo el Psoe, en la campaña electoral, ha recobrado la memoria con respecto a la biografía infame de muchos candidatos de Bildu. Pero sólo durante la campaña, no se hagan ilusiones. Ahora que toca votar a los catalanes, donde muy posiblemente ganará Illa para que gobierne Junqueras o Puigdemont; ahora que llegan las europeas, convendría preguntarse una vez más por el valor de las promesas. Esas que nos animan a ir a la urna y depositar un voto para, después del vermut dominical, volver a casa y sentir la placidez de vivir en democracia. Los sueños no se eligen, pero se buscan, y a veces se encuentran. Cada uno es libre en su ensoñación. La última nos recuerda que una ley electoral arbitraria desde su nacimiento se va comiendo poco a poco el interés general de la nación española. Esa ley ha hecho posible que un tipo con algo más del 1,5% de los votos tenga la chulería de recordarle al presidente del Gobierno de España que lo tiene cogido por los collons. Perdonen el desahogo, pero eso es lo que dijo Puigdemont. ¿Con los votos del Psoe? Si es preciso así será, no tengan dudas. La cuestión está por encima de los programas y las promesas. Es todo muy prosaico: durar, resistir, ocupar.
El gran taumaturgo que es Sánchez no lo anuncia, y menos lo promete, pero ¿desde cuándo va esto de promesas, desde cuando de cumplimientos?
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