Hace unos días la señora Calviño presumía de “la mayor reducción del endeudamiento de las administraciones públicas registrada en la historia reciente”, con una mejora de la ratio Deuda Pública/PIB de más de 5 puntos en 2022 hasta situarse en el 113,2%. Según la ministra, se ha debido a “la positiva evolución de la economía española y la política fiscal responsable”. Lo que hay que oír.
Un factor determinante en el descenso de esa ratio es la inflación y eso ni lo menciona la vicepresidenta primera. Como es conocido, la inflación agranda el denominador, que es el PIB nominal, y reduce la ratio. También ha influido el rebote económico tras la pandemia, pero es curioso llamarlo “positiva evolución” o crecimiento, porque estamos aún por debajo de la cifra previa de PIB real (la del 4º trimestre de 2019).
En cuanto a lo que Calviño llama política fiscal responsable, hay que recordar que el numerador -la deuda según el PDE (que ni siquiera es toda)- ha subido en 2022 nada menos que 75.000 millones. Lo que resulta especialmente grave cuando la recaudación de impuestos ha batido cifras históricas por la inflación (fue inaudito no deflactar la tarifa) y algunas subidas impositivas. Pero no se ha aprovechado para laminar el déficit estructural, que sigue en niveles del 4/5%, sino que se ha gastado sin freno, incluyendo el derroche en determinados ámbitos.
En ese afán propagandístico, el presidente suele decir que en esta crisis no se ha hecho como en la anterior, a la que achaca austeridad salvo para rescatar a los bancos. Pero, claro, cuenta la historia como le conviene. Y no dice que la crisis anterior la gestionó el PSOE durante cuatro años, incluyendo las medidas de 2010, las más lesivas. Y que dejó un déficit brutal, además de varias Cajas de Ahorro zombis. De manera que el siguiente gobierno se encontró, por un lado, un Estado al borde de la intervención y, por otro, tuvo que rescatar a los depositantes de las Cajas tras la inacción socialista.
Somos el país, entre los 27, que más ha aumentado la deuda desde finales de 2019, cuando estábamos en el 98,2%. En 15 puntos frente a menos de 10 del promedio
También omite que el elemento clave que ha cambiado, de la anterior crisis a esta, no es nacional sino de la UE: entonces se impuso la austeridad obligatoriamente y ahora se ha practicado la manga ancha con la deuda y la laxitud monetaria con el BCE. Y lo peor es que, a pesar de esta permisividad actual de la UE, España muestra cifras especialmente lamentables. Somos el país, entre los 27, que más ha aumentado la deuda desde finales de 2019, cuando estábamos en el 98,2%. En 15 puntos frente a menos de 10 del promedio. Y, a pesar de eso y de los fondos Next Gen, hemos sido también el país con peor comportamiento del PIB, el único que no crece desde entonces, como antes se ha dicho.
Con estos datos, al presidente, los ministros y los medios afines lo que se les ocurre es redoblar su propaganda para “vender” que la economía es un punto fuerte del Gobierno. A falta de otras variables de las que ostentar, suelen recurrir para ello a los datos de empleo, a la inflación y a la protección a los vulnerables.
Pero, en los primeros, aparte de que están distorsionados por los fijos discontinuos, y de que presentamos la peor tasa de paro de la UE, se oculta que el número de horas trabajadas sigue por debajo de 2019. En cuanto a la inflación, aparte de estar influida en su índice general por actuaciones del Gobierno (reducciones impositivas, subvenciones, tope al gas…), ofrece un índice subyacente (7,5%) dos puntos largos superior al promedio europeo. Por último, sobre las ayudas, basta leer al Banco de España que dice que “un 15-20% del coste de estas medidas ha tenido un diseño focalizado en los colectivos más vulnerables”. O sea que el 80/85% no han estado ahí focalizadas, han sido generales (y han beneficiado a los de más renta)
Deuda pública y BCE
Volviendo a la deuda pública, el Tesoro ha anunciado que en 2023 colocará 70.000 millones netos en los mercados, un importe similar al de 2022. La emisión bruta superará los 250.000 millones, con el BCE ya desinvirtiendo ligeramente. Es incomprensible que repitamos la cifra del pasado año cuando la recaudación de ingresos fiscales bate récord. Tenemos pendiente un plan de consolidación fiscal pero este Gobierno se lo deja a su sucesor. Por otra parte, colocar ese papel en los mercados nos cuesta cada vez más por la subida de tipos. En 2021 el coste medio de colocación fue negativo, el -0,05% y en 2022 ya subió al 1,33%, En enero 2023 ya estamos en el 2,88% y en el año entero rebasaremos con creces la cota del 3%. Que los intereses ocupen cada vez más espacio en el presupuesto quita sitio a otras partidas. Tres puntos más de coste, cuando afecte a todo el stock (para lo que quedan aún años) son nada menos que 50.000 millones de euros…
En definitiva, un Gobierno debería presumir de lo que hace bien, no de lo que hace mal, disfrazándolo. Pero eso no parece ir con Frankenstein, cuyo mayor éxito de gestión es la propaganda. No le arriendo la ganancia al que sea ministro de economía de Feijóo a partir de 2024 porque le espera un gran desafío. Que, además, tendrá que afrontar nada más empezar la legislatura, antes de que vengan procesos electorales. Duro panorama.
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