Opinión

Proyectos inmobiliarios

La central eléctrica de Battersea, a las afueras de Londres, es una de las obras más famosas de Giles Gilbert Scott, y uno de los mejores ejemplos de arquitectura Art

La central eléctrica de Battersea, a las afueras de Londres, es una de las obras más famosas de Giles Gilbert Scott, y uno de los mejores ejemplos de arquitectura Art Deco industrial en el Reino Unido. Construida en dos fases entre 1933 y 1955, es uno de los edificios de ladrillo más grandes del mundo, inmediatamente reconocible por sus cuatro enormes chimeneas.

A pesar de su imponente aspecto, la falta de mantenimiento y el progresivo deterioro de la maquinaria hicieron que Battersea cerrara sus puertas a principios de los ochenta. Abandonada, cayéndose a pedazos, el enorme edificio se convirtió en una ruina industrial más, apareciendo de vez en cuando en películas post apocalípticas.

En Sant Adrià, a las afueras de Barcelona, Fecsa construyó a mediados de los setenta una de las centrales térmicas más grandes de España. El imponente edificio, justo al lado del mar, es inmediatamente reconocible por sus tres gigantescas chimeneas de 200 metros de altura, una de las estructuras más altas del área metropolitana de Barcelona. La normativa ambiental y varios sonados episodios de lluvia negra al quemar fueloil mal filtrado llevaron a su cierre en el 2011.

Battersea permaneció abandonada durante décadas. El edificio dio tumbos de un propietario a otro, con propuestas más o menos alocadas para recuperarla, desde convertirla en un parque de atracciones a albergar el estadio del Chelsea. No fue hasta el 2012 cuando, tras repetidos fracasos, el complejo fue puesto en venta, acabando en manos de un grupo de inversión radicado en Malasia. Por 400 millones de libras se hicieron con 16 hectáreas de edificios en ruinas al lado del Támesis, y una hoja en blanco para construir lo que quisieran, siempre que preservaran la central.

A su alrededor se ha construido un barrio entero de viviendas, zonas peatonales, una estación de metro, un muelle para ferris que conectan con el centro de Londres, tiendas, teatros, y restaurantes

El resultado es fascinante. La central ha sido recuperada, y alberga ahora viviendas y oficinas. A su alrededor se ha construido un barrio entero de viviendas, zonas peatonales, una estación de metro, un muelle para ferris que conectan con el centro de Londres, tiendas, teatros, y restaurantes. Aunque no está aún terminado (y siguen construyendo a marchas forzadas), lo que era una ruina imponente en medio de un erial en una de las zonas más pobres de Londres se ha convertido en un lugar vibrante, nuevo, y lleno de vida. Es digno de verse; uno de los mejores ejemplos de recuperación industrial en Europa.

La central térmica de Sant Adrià, mientras tanto, sigue vacía. Diez años después, el ayuntamiento tiene en su propiedad un coloso de hormigón armado de 200 metros de altura, y ni la más remota idea sobre qué hacer con él. El consistorio tiene la intención, al menos sobre el papel, de construir alguna clase de equipamiento social en el recinto, situado al lado de una estación de cercanías y en primera línea de mar. Qué clase de “equipamiento cultural” uno puede construir en un sitio así y con qué dinero es algo a lo que aún no tienen respuesta, pero desde luego, algo harán. Dicen.

En la retórica política española (y aún más en la chupiprogresista escena política barcelonesa) lo que los ingleses han hecho en Battersea es un pelotazo urbanístico, una muestra de especulación inmobiliaria con “nuestro patrimonio” para beneficio privado. Esto de construir un centro comercial, viviendas y oficinas es puro ladrillazo; una bajeza moral indigna de algo que debería tener utilidad social y cultural.

Cuando se encuentran con un solar un poco grandecito o alguna cosa medio histórica de cierto valor, les entran sus ínfulas estéticas, y quieren planificar y crear grandes obrones

Quizás sea todo eso. Lo único que sé es que en Battersea lo que era un vertedero oxidado y decadente ahora es un barrio con un montón de actividad económica, mientras que todos esos terrenos en Sant Adrià (y son muchos, hay un buen puñado de solares abandonados) siguen siendo un erial. Quizás sea un erial libre de la tóxica podredumbre del capitalismo, pero esos edificios vacíos, hierbajos, y barro no están generando un retorno social a nadie.

Lo de Sant Adrià no deja de ser una anécdota, pero es un ejemplo típico de la absurda aproximación al urbanismo que tienen muchos de nuestros políticos. Cuando se encuentran con un solar un poco grandecito o alguna cosa medio histórica de cierto valor, les entran sus ínfulas estéticas, y quieren planificar y crear grandes obrones con dinero público y fines sociales, a menudo con algún edificio emblemático firmado por un arquitecto famoso como su legado. Antes de llegar a un diseño final que les haga felices, las autoridades suelen dedicar décadas a planificarlo todo, buscar el dinero, y en general tener algo que podría ser útil bien vacío y abandonado.

A veces lo que construyen es medio útil. Lo más habitual, sin embargo, es que acabemos con otro elefante blanco diseñado por Calatrava.

Si el promotor resulta que tiene una idea absurda y se la pega, bueno, quien pierde dinero es él y sus acreedores, no los contribuyentes

En general, cuando en una ciudad hay un solar vacío en un sitio deseable, la mejor manera de decidir qué hacer con él es la mar de sencilla: subastarlo y que el sector privado haga con él lo que quiera. Como mucho, en sitios donde tienes un edificio singular, puedes poner como condición de su venta que este sea preservado, pero lo mejor que pueden hacer los políticos es salirse de en medio y dejar que alguien construya algo, lo que sea, en esa parcela.

Los promotores saben, porque se están jugando su dinero, qué clase de edificios demanda el mercado, y actuarán en consecuencia. El resultado siempre será mejor que dejarlo vacío a la espera de una ocurrencia genial, y si el promotor resulta que tiene una idea absurda y se la pega, bueno, quien pierde dinero es él y sus acreedores, no los contribuyentes.

Si en cambio el proyecto funciona, oh, cielos, alguien habrá ganado dinero construyendo un edificio. Un horror. También tendremos una serie de edificaciones que sirven para algo útil, un montón de gente o empresas utilizándolas, y algo que no es un solar.

Entiendo perfectamente que tras una burbuja inmobiliaria enorme y un largo historial de chanchullos inmobiliarios dudosos algunos tengan dudas sobre esto de construir cosas y que alguien gane dinero haciéndolo. Pero en muchos sitios de España donde los precios de la vivienda están disparados porque no hay oferta, quizás dejar que alguien construya en solares vacíos no es mala idea.

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