En los últimos tiempos, Vox andaba intentando desacreditar al Partido Popular lanzándoles a la cara la expresión ‘El PSOE azul’. Tenía esa etiqueta algo de exageración, ya que si realmente lo fueran el partido verde no entraría en gobiernos de coalición con ellos. Entonces, para sorpresa de algunos, Feijóo empezó a volverse felipista, primero con el elogio intenso de González en las elecciones catalanas, luego regañando a Teresa Ribera por decir que el expresidente era “una persona del pasado” y después incluyendo a Fernando Savater -filósofo emblemático del progresisimo de los ochenta- en el último puesto de la candidatura europea. Cualquier periodista de Nacional sabe que es más sencillo que Feijóo pasé un fin de semana conspirando en la finca de González en la Sierra de Guadalupe (Extremadura) a que coja el teléfono a Santiago Abascal.
Tanto admira el actual PP los años de rodillo socialista que Rafael Hernando ya se puesto el disfraz de Alfonso Guerra para desenterrar el famoso concepto de “la pinza”, una supuesta dinámica perversa por la que cada campañas de Vox contra Sánchez es en realidad es un salvavidas, ya que moviliza al electorado 'progre'. Como cuando a Julio Anguita, carismático líder de Izquierda Unida, le acusaban de que sus duras críticas al PSOE eran el mejor combustible para la victoria de José María Aznar. El cartel electoral de Vox para estas europeas denuncia que PP y PSOE vota los mismo en Bruselas el 89% de las ocasiones, un dato que se saben de memoria los agricultores españoles que sufren hace décadas las medidas de Bruselas.
Esa pinza de la que usted me habla
Todo esto me ha hecho recordar al economista de Izquierda Unida Juan Francisco Martín Seco, que llegó a ser secretario general de Hacienda con Felipe González. En 1997 publicó un libro titulado La pinza: dos partidos distintos y una sola política económica verdadera (El Viejo Topo). “Basta con ojear el diario de sesiones de las Cortes para comprobar que, en contadas excepciones y siempre en materia de libertades, de procedimientos democráticos o de control del gobierno, IU ha votado con el Partido Popular, mientras que son legión las ocasiones, y precisamente en los asuntos de mayor trascendencia, en las que PP y PSOE han coincidido en el Parlamento”, denunciaba. Su tesis era que daban igual los datos porque la legión de tertulianos del PSOE se encargaba de machacar lo de “la pinza” hasta que el público lo aceptara por aturdimiento, igual que hacen ahora otros con lo de Vox y PSOE. Ayer ya tuvimos el pistoletazo de salida con la portada de El Mundo, que rezaba "Se abre la veda para 'absorber a Vox pero sin ridiculizarlos'”.
Zapatero ha estado trabajando en sordina a favor de la gran banca y de los especuladores a los que de cara a la galería ataca con demagogia populista
La cruda realidad es que los dos partidos que más presumen de constitucionalistas son los que nos hurtaron la posibilidad de un referéndum para la mayor modificación de nuestro texto fundamental. Ocurrió en 2011, con Zapatero y Rajoy, cuando por presiones de Merkel decidieron modificar el artículo 135, aprovechando que tenían el 90 por ciento de los diputados del Congreso. Ahí se cedió gran parte de nuestra soberanía económica, iniciando la política de recortes que levantó a media España contra el presidente. Es gracioso releer hoy un popular artículo de 2010 del novelista Rafael Chirbes, titulado “Zapatero: a la mesa con los caníbales”: “Zapatero ha estado trabajando en sordina a favor de la gran banca y de los especuladores a los que de cara a la galería ataca con demagogia populista: Las vicepresidentas del gobierno (hay dos) llegaron a amenazar con llevar a la cárcel a quien difundiera bulos acerca de la crisis para beneficiarse”, denunciaba Chirbes. A pesar de las peleas más falsas que un guiñol, la pinza (desde hace décadas) es la que hacen a España el PP rojo y el PSOE azul.
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