“Tuve la sensación de que volvíamos a la dinámica discursiva de los años 30. El país puede irse por el desagüe por comportamientos populistas y extremistas.” (Nicolás Redondo Terreros). “Gran parte del problema es la sobrecarga ideológica del Gobierno, tan excesiva, tan extenuante, tan radical…” (José Antonio Díaz, catedrático de Sociología). “No se puede hacer contrabando electoral con los frutos del diálogo social” (Cándido Méndez).
Todo esto y mucho más se escuchó este jueves en la Fundación Carlos de Amberes, donde más de 150 exministros y ex altos cargos del socialismo reciente –Leguina, Rodríguez Ibarra, Bofill, Borbolla, Corcuera, Marugán, César Antonio Molina, entre otros-, evaluaron lo sucedido el pasado domingo en las urnas y, sobre todo, lanzaron la voz de alarma para que el PSOE reaccione: “Somos un partido resignado, dispuesto a cualquier aritmética estrambótica para gobernar”, sentenció el hijo del histórico líder de la UGT.
El diagnóstico de lo sucedido está claro: al PSOE –tras cinco años de sanchismo en el poder- no lo conoce “ni la madre que lo parió”, que dijo Guerra: “presidencialista”, “olor a radicalismo”, “que gobierna por decreto” y que se alía con los partidos “que menosprecian la libertad” y “fomentan la desigualdad entre los españoles”. Y a todo eso, la imagen de los diputados pastueños y apesebrados –se juegan algunos, pues muchos no saldrán, seguir cobrando un abundante sueldo al menos cuatro años- aplaudiendo al líder hasta romperse las manos. Ni en Corea del Norte. “Lo del Congreso me pareció insoportable, esos aplausos”, se lamentaba Redondo.
Besteiro y sus ideales socialistas
El diagnóstico, repito, está claro. La cura, complicada. El PSOE y España necesitan mucho más Besteiro y mucho menos Largo Caballero, pero el inquilino de Moncloa hace tiempo que se echó al monte y se abrazó al otro Pablo Iglesias. Julián Besteiro jamás traicionó sus ideales socialistas: pagó con la cárcel ponerse al frente de la huelga general del 17, exigiendo un reparto más justo de la riqueza. Pero siempre se opuso a la confrontación y, por supuesto, a la violencia y a la guerra.
Su ética e integridad le llevaron a ser de los primeros socialistas en denunciar la derivada de la Revolución rusa bolchevique y defendió que el PSOE se mantuviera en la II Internacional frente a los terceristas que acabaron yéndose a la escisión comunista. Sucedió a Pablo Iglesias –el verdadero- al frente del PSOE y la UGT, y por mantener sus principios se enfrentó a Largo Caballero –el Lenín español- y a Indalecio Prieto. Presidió las Cortes Constituyentes en la República y proclamó la Constitución.
Cuando estalló la guerra, buscó la paz por encima de todo, lo que le valió ser tildado de traidor por algunos de sus compañeros. Junto a los anarquistas Cipriano Mera y Melchor Rodríguez, el 'ángel rojo', el coronel Segismundo Casado y Wenceslao Carrillo, el padre de Santiago con quien ya había roto, dio el golpe contra Negrín y los comunistas para poner fin a una guerra que llevaba perdida desde la caída del frente del Ebro. El Frente Popular nunca se lo perdonó, pese a que todos sus integrantes salieron por piernas al exilio –Pasionaria, Negrín, Largo Caballero, Santiago Carrillo- mientras él se quedaba en los bajos del Ministerio de la Guerra esperando la llegada de los franquistas.
Franco se ensañó con él puesto que Besteiro representaba la referencia ética, la moderación y la apuesta por el diálogo en el PSOE. Fue condenado a cadena perpetua y se le negó la asistencia en la cárcel de Carmona mientras una septicemia corroía su vida en una espantosa agonía. Durante dos décadas, Franco prohibió el acceso a su tumba en Carmona. En 1960, Besteiro fue trasladado al cementerio civil de Madrid. En una carta-testamento a su esposa, escribió: “Nunca hubiese podido dejarte cuantiosos bienes de fortuna, pero te dejo en cambio un nombre respetable que algún día, creo yo, habrá de imponerse a la consideración de las gentes".
El PSOE y España necesitan mucho más Besteiro y menos Largo Caballero, pero el inquilino de Moncloa hace tiempo que se echó al monte y se abrazó al otro Pablo Iglesias
Ahora que el PSOE, según acaban de denunciar históricos militantes, transita por la “dinámica discursiva de los años 30”, el partido debería mirarse en el espejo de Besteiro,. Pero para desgracia del partido y de España, todo indica que Pedro Sánchez ha optado por la “confrontación radical” (Redondo) y la polarización –con la que el PSOE perdió el 4-M en Madrid, en CyL, en Andalucía y el 28-M- y seguirá encadenando su futuro a esa especia de nuevo Frente Popular con partidos –Podemos, Bildu, ERC- “que menosprecian la libertad” (otra vez en sentencia de Nicolás Redondo).
En la semana en que hemos visto decir adiós a Inés Arrimadas –con sus aciertos y errores, una gran pérdida para la política española adelantada en exclusiva por este periódico- y desaparecer temporalmente a Ciudadanos tras conseguir 302.302 votos en las municipales en toda España, contemplamos atónitos cómo Unidas Podemos, que apenas ha logrado 190.000 en todo el país, sigue protagonizando la política, es clave en las alianzas y agita la agenda política y mediática repartiendo carnés de demócratas y de periodistas como si un pedestal de un millón de votos le contemplaran.
Sánchez –lo hemos visto desde el lunes- ha decidido azuzar el miedo de las “extremas derechas y las derechas extremas”, por reeditar el vídeo del doberman, calificar de ultra a media España y jugarse en 50 días de campaña radical su futuro y el del PSOE entre los aplausos de los estómagos agradecidos, las críticas de los veteranos y el silencio de muchos corderos que, cuando quieran abrir la boca, ya estarán colgados del gancho en el matadero electoral.
Y por supuesto, ni siquiera dejarán a la posteridad –como Besteiro- “un nombre respetable que algún día habrá de imponerse a la consideración de las gentes”.
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