Opinión

El PSOE no se irá nunca

Es un Gobierno muy incómodo, se atreve a decir un presidente que ha presumido de haber vulnerado la Constitución y que ha dicho que volvería a hacerlo sin que la gente se eche a la calle. Muy incómodo, ¿para quién?

Sánchez acude a la Ser, una de las muchas prolongaciones de su persona. Al día siguiente lo reciben en La Sexta, cambia alguna palabra pero insiste en algo que dijo donde Àngels Barceló: “Éste es un Gobierno muy incómodo, muy molesto para una serie de determinados poderes ocultos en nuestro país, que no se presentan a las elecciones, que tienen intereses oscuros…”. Barceló escucha atenta e interviene como un periodista que ha entendido perfectamente en qué consiste su función. “Pero qué poderes son, póngales nombre. De quién estamos hablando”. Parece que cuestiona su mensaje, que no se lo cree, pero es más bien lo contrario. Sánchez les pone nombre: “Se lo voy a decir, pero tampoco estoy descubriendo América: la derecha económica, política y mediática de este país”. Hay dos partidos, insiste Sánchez, que “no son autónomos”. Los dos minutos de miedo terminan con una última alusión a esa perpetua conspiración de malhechores: “Hemos visto hace muy poco tiempo cómo el principal líder del partido de la oposición denunciaba un caso de corrupción en su partido y en dos días le fulminaron”. 

Ese caso de corrupción no existió, pero da lo mismo, porque lo que denuncia el presidente del Gobierno nunca es la corrupción, el fascismo o el franquismo, aunque nunca deje de mencionarlos. Lo que denuncia es otra cosa mucho más simple, y debería decirlo claramente. Así, por ejemplo: 

-Hay… escúcheme bien, Àngels… hay una serie de poderes ocultos. Escondidos, agazapados, conspirando contra el progreso, esperando su oportunidad. No quiero sonar alarmista, pero la situación es terrible. Hay… hay gente de derechas, Àngels.

Los partidos golpistas declaran sentirse muy cómodos con el nuevo Gobierno progresista, pero seguramente por los asientos del Congreso

Es un Gobierno muy incómodo, se atreve a decir un presidente que ha presumido de haber vulnerado la Constitución y que ha dicho que volvería a hacerlo sin que la gente se eche a la calle. Muy incómodo, ¿para quién?

Desde luego no para ERC ni para Junts, los partidos que “le montaron un golpe de Estado a Rajoy” (a él personalmente, porque les caía mal, no a España). Los partidos golpistas declaran sentirse muy cómodos con el nuevo Gobierno progresista, pero seguramente por los asientos del Congreso, no porque Sánchez los haya sacado de la cárcel ni por la continuidad de la inmersión en las escuelas.

No para Otegi, que de oscuridad y de secuestros también sabe bastante. Se cumplen estos días 25 años de la liberación de Ortega Lara. Su secuestro debió redefinir la palabra “incómodo”, pero en realidad redefinió los límites del humor. Probablemente El Jueves ya está preparando un especial. Otegi, por su parte, estará preparando el próximo manifiesto, la próxima ley o el próximo punto de la memoria oficial que firmará con el PSOE. 

Ni siquiera los ministros de Podemos, el partido que fue, parecen exteriorizar las incomodidades políticas que padecen desde hace tiempo. Venían para cambiar la vida de los españoles y han cumplido a medias. Las suyas son mucho mejores ahora que hace diez años. Quedan sólo las sobras de un partido que iba a sustituir al PSOE y al que los socialistas han fagocitado en el fondo y en las formas.

Un día recuerdan el aniversario de algún compañero asesinado por ETA, al día siguiente le ceden a los amigos de los etarras los trastos de relatar

No es exactamente que el PSOE haya mutado en Podemos, sino que el PSOE no puede dejar de aspirar a serlo todo. Es el Aleph. Un partido que contiene a todos los partidos, porque su votante contiene a todos los votantes. Un día celebra el Aquarius y las fronteras abiertas, al día siguiente celebra la firmeza contra quienes saltan la valla. Un día pide impuestos altos, al día siguiente presume de que los han bajado más que nadie. Un día exige contundencia con los independentistas, al día siguiente exige que no se critiquen los indultos. Un día recuerdan el aniversario de algún compañero asesinado por ETA, al día siguiente le ceden a los amigos de los etarras los trastos de relatar.

Es la extrema izquierda, la izquierda y el centro, y no va más allá porque la derecha no puede ser nada. Es el consenso y el dogma. Es el orwelliano control del presente que transforma el pasado. Es 2030 y 2050, es todos los futuros deseables y la garantía de que no habrá indeseables en el futuro. 

Es el PSOE de La Rioja, que ha enviado cuadernillos de repaso a los alumnos de Infantil y Primaria para fomentar la ciencia y “para construir un futuro socialista”. El consejero de Educación quitó importancia al asunto: “a los colegios llega material de todo tipo, y porque lleve el logo de un partido no pasa nada”. Si la cosa dura un poco más, dirá que quienes critican la iniciativa son negacionistas de la ciencia y de la educación. Pero no lo dirá, porque la prensa está a las cosas realmente importantes, como la corrupción inexistente. ¿O acaso alguien se acuerda hoy de aquel comic que sacó Lambán en Aragón -también estaba Pilar Alegría, actual ministra de Educación- en el que presentaban a los jóvenes su bono cultural resaltando que lo único que había que hacer para “pillar esos 300 eurazos” era votar al PSOE?

España es desde hace mucho tiempo una democracia psoedencialista. Joe Biden ha estado estos días de visita, y parece que lo ha entendido mejor que nadie. Impresionado por el Palacio Real pronunció estas palabras: “Be careful, we may not go back”. Ten cuidado, tal vez no nos vayamos de aquí. Exactamente eso es el PSOE.

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