El lunes, en un tuit, recurso preferido por los políticos para dar los recados y exhibir su sentir y su pensar, Pedro Sánchez, firmando como secretario general del partido, escribió: “No debo ser del PSOE de siempre. Pero siempre soy del PSOE”. Excluirse de formar parte del PSOE de siempre, venía a ser, en el umbral de la Comisión Ejecutiva Federal convocada esa misma mañana, una manera de diferenciarse de aquellos que han invocado esa condición [la de pertenecer al PSOE de siempre] para legitimar por contraste su discrepancia con los del PSOE de ahora, es decir, los que elogian, sin necesidad aritmética de sus votos para aprobar los presupuestos, la responsabilidad ejemplar de EH Bildu y prefieren juntar meriendas con ellos al otro lado de las líneas rojas que juraron cinco o veinte veces respetar.
Situar a alguien en el PSOE de siempre equivale a invalidarlo por obsoleto, es volver a reeditar la división que establecieron en su momento los zapateristas para distinguir entre los socialistas del antiguo testamento, que eran los de Felipe González, y los del nuevo testamento, que eran los del talante, los de ZP. Pero ese PSOE de siempre es una fantasía porque nunca hubo un partido inalterable y en todas las épocas convivieron posiciones diferenciadas en sus filas. Nunca fue lo mismo Largo Caballero que Indalecio Prieto, ni Negrín que Araquistain, ni Fernando de los Ríos que Julián Besteiro, ni el Partido Socialista del pacto de San Sebastián que el de la revolución del 34, ni el del exilio de Rodolfo Llopis que el del interior de Felipe González. Tampoco ninguno de los líderes mencionados se mantuvo idéntico a sí mismo, ni en los casos en que accedieron al poder quedaron ilesos después de ejercerlo.
Que alguien alardee de ser 'siempre' del PSOE como si eso le enalteciera frente a quienes quedarían descalificados como desleales porque disienten de la posición marcada en cada ocasión por los controladores del aparato, carece de sentido
Lo que escribe Primo Levi en su autobiografía El sistema periódico, a propósito de los gases nobles que no interfieren en reacción química alguna, para nada es de aplicación al Partido Socialista, ni a ningún otro partido, más aún, si tiene cumplidos más de cien años. Además de que, como nuestro autor plantea, se podría discutir si todos los nobles realmente son inertes y si todos los inertes son nobles. Sólo al precio de incurrir en innumerables y sucesivas incoherencias personales podría alguien ser siempre del PSOE. A menos que se atuviera al principio de que es bueno todo lo que aprovecha para el convento. Que alguien alardee de ser siempre del PSOE como si eso le enalteciera frente a quienes quedarían descalificados como desleales porque disienten de la posición marcada en cada ocasión por los controladores del aparato, carece de sentido. Y en la Ejecutiva se distinguen con nitidez dos contingentes. El que forman los palmeros del secretario general que les puso por pura afinidad en su lista y el de aquellos que tienen un electorado ante el que han de responder. Continuará.
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