La situación de un PSOE con solo 84 diputados y muchas dificultades para sacar cualquier iniciativa parlamentaria adelante, amenaza con complicarse aún más. El reconocimiento de que la economía española "se está resintiendo", en palabras del ministro de Fomento y secretario de Organización socialista, José Luís Ábalos, no hace sino añadir incertidumbre al inmediato futuro.
El encarecimiento del petróleo -incrementando el recibo de la luz hasta cotas estratosféricas-, el adiós al turismo europeo que se refugió en España huyendo del Norte de África por miedo a las primaveras árabes, y la depreciación del euro, van a traer consigo un panorama sombrío del que ya vemos una primera señal: el 31 de agosto fue un viernes negro. Ese día más de 363.017 españoles, 15.125 cada hora, perdieron su empleo en la mayor destrucción de empleo en una jornada de la historia.
Se podrá decir que las bajadas estacionales en agosto están previstas por la hostelería, sí, pero el saldo mensual global, que es lo que importa, revela que desde 2011 no se perdían en ese mes cotizantes con tanta intensidad. Nada menos que 202.996 desocupados más en las filas del paro.
¿Qué está ocurriendo? Pues probablemente una conjunción astral, de esas de las que hablaba la exministra Leire Pajín, en la cual a esos factores económicos se une el hundimiento del turismo en Cataluña por culpa del procés y el ralentizamiento de inversiones en el resto de España hasta ver en qué queda del segundo intento del presidente por sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2019.
Pedro Sánchez tiene que despejar cuanto antes la 'ecuación' presupuestaria si no quiere que el tiempo y el desgaste del Gobierno empiecen a correr en su contra
Así que bien hará Pedro Sánchez en despejar cuanto antes el escenario aritmético con el que piensa aprobar en las Cortes las cuentas públicas, o, si no, convocar a los españoles a las urnas en enero; porque el panorama económico amenaza con enturbiarse más y el político también: con un Quim Torra subido a su torre de cristal independentista y unos Pablo Casado y Albert Rivera decididos a boicotear en lo que puedan lo que resta de legislatura.
Nada garantiza que el Parlamento que surja de las urnas facilite nuevas mayorías en el Congreso, pero sí frenaría el desgaste que empieza a sufrir el Ejecutivo socialista si empeora la economía. Y el margen de maniobra de PP y Ciudadanos, hoy con mayoría conjunta en la importante mesa del Congreso, y con mayoría absoluta de los populares en el Senado, sea menor para atacar la labor de gobierno de Pedro Sánchez y los suyos.
Porque el multipartidismo juega a favor de un PSOE más capacitado, hoy por hoy, para mantener La Moncloa en un escenario de pactos que José Luis Rodríguez Zapatero denominaba de geometría variable. El PP necesita años para recomponerse antes de volver a resultar atractivo a socios como el PNV y el PDCat. Y siempre y cuando la otra pata del centro-derecha, Ciudadanos, acepte compartir con ellos gobierno. Ese, y no otro, es el gran reto de Casado.
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