La decisión de la Junta Electoral quiebra la táctica del PSOE de presentar a las “tres derechas” como representantes del “bloque de poder”, que diría el comunista Tuñón de Lara, capaces de truncar el ascenso al paraíso progresista que promete Pedro Sánchez.
El PSOE no contradice una lección básica: la dicotomía en política es una cuestión fundamental para articular un discurso, crear imágenes y llevar a la gente a las urnas. Para que esto sea posible es necesario definir al enemigo, especialmente en aquellos caracteres que coinciden con las claves que interesan al electorado propio: derechos sociales, feminismo y Cataluña.
Los socialistas habían presentado su Gobierno nacido de una moción de censura sin programa como un instrumento imprescindible para “revertir los recortes”. Es más, llegaron a decir que Sánchez incumplía su promesa de elecciones inmediatas por la “emergencia social”. Pusieron entonces en marcha la maquinaria de los decretos-ley y los “viernes sociales”, sin echar cuentas de si es viable o no, sino para hacer el programa electoral utilizando las instituciones.
El histrionismo de los de Santiago Abascal favorece la estrategia del PSOE de Sánchez, que vive de predicar la paz en los conflictos que genera
De esta manera, el adelanto de las elecciones fue por cálculo partidista, claro, pero también por miedo a que la realidad económica mostrara que vamos por el camino que se transitó con Zapatero. En ese momento pusieron sobre la mesa el típico discurso izquierdista que lamentablemente sigue cuajando en España, a diferencia de otros países europeos que han despertado de la pesadilla socialdemócrata. El cuento es sencillo: quitar a los ricos para dárselo a los pobres, que se traduce en impuestos, prohibiciones y reglamentaciones, para que el gobierno “reparta”, cree su red clientelar, y haga al individuo un ser dependiente del Estado.
El segundo eje del PSOE es el feminismo, así, sin adjetivos ni plurales, de trazo grueso, como se vio en el debate de TVE. Los socialistas pregonan la desigualdad legal basada en el supuesto de inferioridad natural de la mujer, que justifique la sobreactuación de la Administración. El fondo es la consideración de que la sociedad se divide en hombres y mujeres como sujetos colectivos uniformes y enfrentados, en el que los primeros son presuntamente culpables, siempre al borde de perpetrar un delito por obra o pensamiento. Es la lucha de géneros que sustituye a la lucha de clases.
El tercer eje, aunque a distancia de los otros dos, es Cataluña. La intención del PSOE de Sánchez es mostrarse, falseando la realidad, como el centro convergente, el elemento moderador entre unos independentistas desbocados, pero reconducibles, y los nacionalistas españoles de PP, Ciudadanos y Vox. La única solución, repiten una y otra vez, es el diálogo con los golpistas, con ERC, cuyo voto parlamentario imploran, y los de Puigdemont. El propósito es mostrar que el conflicto se produjo por el inmovilismo del PP de Mariano Rajoy, que no entendió que con más autogobierno se calmaría el ansia natural de poder del independentismo.
En cuanto a Cataluña, los ‘sanchistas’ juegan con el cansancio de la sociedad española: solo el electorado del centro-derecha considera esta cuestión prioritaria
Sin entrar en el carácter absurdo de tal creencia, no solo desde un punto de vista histórico, sino político y constitucional, los sanchistas juegan con el cansancio de la sociedad española. Solamente el electorado del centro-derecha coloca esta cuestión entre las prioritarias, mientras que el de izquierdas está aburrido del tema. Y la mejor manera de quitarse de enmedio esa cuestión, ese zumbido catalanista, es ceder a sus aspiraciones. ¿Cómo? Con un nuevo Estatuto que recupere lo que tumbó el Tribunal Constitucional en 2010: la declaración de que son una nación con todas consecuencias, y la competencia judicial independiente, atada a la Generalitat por lo que pueda pasar.
Para que todo este discurso fuera posible, con sus tres ejes, era conveniente la presencia de Vox, que terminaba de dibujar al enemigo sanchista. El partido de Abascal, creen los socialistas, encarna esa resurrección de la derecha, a veces ultra, otras extrema, que quiere bajar los impuestos para favorecer a los ricos, recortar los derechos sociales, retroceder en el feminismo, y llevar el conflicto a Cataluña. En parte, esa pieza de Vox en el tablero se la han ganado a pulso los voxistas exagerando su estilo populista.
Ese histrionismo de los de Santiago Abascal favorece la estrategia del PSOE de Sánchez, que vive de predicar la paz en los conflictos que genera. El tándem Casado-Rivera como alternativa a la andaluza será más claro y moderado, como lo fue el formado por Cayetana y Arrimadas frente a las Montero. Ahora, sin Vox en los debates televisivos, los socialistas tendrán que inventar algo. No sé; quizá un enemigo exterior, alguien que interfiere en la democracia española, como hicieron los demócratas de Hillary Clinton. Con Producciones Redondo todo es posible.
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