Y la montaña parió un ratón. En las jornadas previas a la constitución de la mesa del Congreso, parecía que Puigdemont era un tipo duro y se lo pondría difícil al inquilino de la Moncloa. Nada más lejos de la realidad; el forajido del flequillo es de barro, tiene tanto de héroe como Patricio Estrella en Bob Esponja. En verdad, ¿qué se podía esperar de un tipo que huyó de España escondido en el maletero de un coche? El Molt Honorable President es un prófugo que ha visto su gran oportunidad en la falta de escrúpulos de Sánchez y la va a aprovechar, porque ningún separatista chantajista podría imaginar una coyuntura mejor. El delincuente fugado entra en el juego parlamentario para facilitar el Gobierno del Estado español opresor. Efectivamente, desde una óptica independentista purista, el president de la autoproclamada República Catalana asume el humillante papel de vasallo del Estado hispánico. Porque su participación en las instituciones no deja de ser un acto de sumisión.
Pero nos interesa más la otra parte, la que debería garantizar el respeto al orden constitucional. Sánchez supo leer el resultado electoral la noche del 23J. Por eso se caló la gorra que llevaba Sazatornil en La escopeta nacional y se fue de vacaciones a Marruecos. Bien sabía que socialistas, comunistas y separatistas acabarían entendiéndose. Tal para cual. Entre pillos anda el juego.
Hoy, el partido socialista es Sánchez, y todos sufriremos las consecuencias de la sinrazón. Todo apunta a la voladura programada del régimen constitucional del 78
El drama para el sistema democrático y el Estado de derecho, que no se pondera suficientemente, empieza con la vergonzosa voluntad de negociación del Gobierno en funciones con la tropa de sediciosos que atentaron contra la Constitución. La dignidad de la patria al pie de los caballos. Veteranos socialistas lamentan en su fuero interno la deriva de un partido que tuvo vocación vertebradora entre españoles. En una reciente entrevista publicada en El País, Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, ha subrayado la “paradoja” de que la configuración del Gobierno “dependa de alguien que dice y repite que la gobernabilidad de España le importa un carajo”. Pero nadie hará nada, porque hoy el partido socialista es Sánchez, y todos sufriremos las consecuencias de la sinrazón. Todo apunta a la voladura programada del régimen constitucional del 78.
Pongamos las luces largas en nuestro análisis. Sánchez rompió hace unos años la regla no escrita de dejar gobernar al partido más votado en las generales (no es no). Legalmente lo podía y lo puede hacer, pero a costa de abrir la caja de Pandora. Los separatistas periféricos tienen un objetivo: la independencia territorial. A base de concesiones va menguando la fortaleza del Estado. Ahora nos encontramos ante las exigencias de amnistía y referéndum de autodeterminación. La amnistía supone poner la casa común patas arriba, es una inmoralidad injustificable en el contexto actual, que colocaría al Estado como opresor prevaricador y a los rebeldes como víctimas. La figura de la autodeterminación conducente a la secesión tendría solo sentido en el caso de una antigua colonia o un pueblo ocupado por una potencia militar extranjera o gravemente discriminado por un Estado no democrático. Pero a estas alturas nadie es tan ingenuo como para pensar que el presidente del Gobierno tendrá algún reparo en pisotear nuestro sistema judicial. Ahí está en el Constitucional el de las togas manchadas con el polvo del camino y sus comparsas para despejar los obstáculos. Se retorcerá la ley, se buscarán subterfugios, se nos dirá que lo negro es blanco y la turba mediática de izquierda crucificará al que piense lo contrario, pero el independentismo obtendrá su botín.
Esta muerte de España supondría también un hachazo al partido socialista, porque en estos territorios se encuentra su mayor volumen en votos y militantes
El doctor Sánchez, que sumar sabe, piensa que es una bicoca contar con todo el voto independentista (por cierto, ya está bien de llamar bloque progresista a esa amalgama de socialistas reconvertidos con ultraizquierda sectaria, supremacistas y simpatizantes del terrorismo etarra y golpistas catalanes; mejor, bloque antisistema o Frankenstein enriquecido). Derecha por un lado, izquierda más separatistas por el otro. Así es muy difícil que el centroderecha llegue a gobernar. Estas son las cuentas del doctor para eternizarse en la Moncloa. No obstante, para mantener los apoyos del separatismo y afianzarse en la poltrona, no puede acabar el chorreo de cesiones en cuestiones esenciales, hasta que ya no quede más leche en la vaca, porque no habrá vaca.
España está en grave riesgo de dejar de existir tal y como la conocemos. La fragmentación territorial es hoy más que una amenaza, porque el PSOE está poseído por el PSC y éste por el fantasma independentista. La inacción del socialismo residual que todavía cree en la igualdad entre españoles y en el respeto a la ley lleva aparejada su penitencia. En pocos años, la fisonomía de nuestro país podría verse afectada por la amputación de dos miembros, Cataluña y País Vasco. Pero esta muerte de España supondría también un hachazo al partido socialista, porque en estos territorios se encuentra su mayor ganancia en votos y partidos aliados. Si desapareciera esta parte de España, posiblemente la derecha se asentaría fácilmente en el Gobierno de la nación.
Desde el punto de vista estrictamente socialista, la estrategia oportunista de Sánchez es pan para hoy y hambre para mañana. Alguien en su propio partido, por responsabilidad histórica, debería pararle los pies a este aprendiz de brujo. Por supuesto, no va a suceder.
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