Opinión

Pero qué público más tonto tengo

En el Madrid de 1977, en el que tan pocas cosas estaban prohibidas y no como hoy, nació un grupo punk al que Carlos Berlanga y Fernando Márquez El Zurdo,

En el Madrid de 1977, en el que tan pocas cosas estaban prohibidas y no como hoy, nació un grupo punk al que Carlos Berlanga y Fernando Márquez El Zurdo, entre otros, llamaron Kaka de Luxe. Tanto tiempo después sigo creyendo que lo mejor de aquel invento fue el nombre de la banda; eso junto a una canción que, también tantos años después, me sigue llamando la atención. Es certera, directa, provocadora y tan moderna que hoy debería ser interpretada justo antes del comienzo de un mitin: Pero qué público más tonto tengo.

De izquierdas o derechas, eso daría igual, dado que, salvo los odios y las emociones, el personal que pasa la mañana de un sábado o un domingo escuchando obviedades trufadas de mentiras suele ser el mismo. Gente distraída dispuesta a la logomaquia y, por eso mismo, a comprar cualquier tipo de mercancía. Algún día este publico festivo y consentidor descubrirá que la vanidad carece de grandeza, aunque algunos se habrán ido de este mundo sin saberlo, pero eso sí, habiendo votado siempre lo mismo. Me dispongo a hablar del PP y su público aplaudidor, por no hacerlo de aquellos -y aquellas- que el domingo daban vivas y aplaudían mientras Ada Colau proclamara líder del mundo (sic) a Yolanda Díaz, una mujer sin partido y sin programa: "Nunca quisiste ser presidente ni líder mundial, pero te ha tocado". ¡Y luego pretenden que no pensemos en una tómbola cada vez que abren la boca!

De todos los productos y subproductos que trajo la democracia me sigue sorprendiendo la naturaleza del militante, pero sobre todo la del aplaudidor, la del palmero y -habrá que decir también-, la palmera que, a cambio de nada, echan el día dando vivas y calentando las palmas incluso cuando escuchan razones que no comparten.  Hace años, los domingueros matutinos escuchaban a la banda de música local interpretar desde el templete Marcial, eres el más grande o un trocito de La verbena de la Paloma.  Ahora les dan un mitin y salen nuevos, resucitados, directos al vermú, pero ignorando que no hay soledad más peligrosa que la del hombre perdido en una masa. Esto mismo pensaba el fraile trapense Thomas Merton mientras decía misa. Otro mitin más, aunque este más refinado y sutil.

Me pregunto si los peperos  que fueron al mitin de Granada habrán tenido tiempo para reparar lo que aplaudieron. Todo un canto a libertad dedicado a Juanma Moreno, y en el que sólo faltó un imposible José Antonio Labordeta, cantando eso de que habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos un tierra que ponga libertad. Pobre Juanma Moreno, él, que tuvo que haber sido el verdadero protagonista del congreso y se quedo en agua de azucarillo. Pero eso sí, tuvo que sentirse libre, libérrimo en un congreso en el que todo el que llegó de Madrid le dijo eso, que tenía libre para poner la fecha de las elecciones cuando mejor le viniera. Vistas las cosas como sucedieron, no es difícil imaginar lo arrepentido que Moreno ha de estar después de haber invitado a tanto preboste pepero que, cargados de pleonasmos, se fue a Granada a hablar de los suyo y echar el fin de semana tomando unas tapas en las tabernas del Alhamar.

Sin un solista no se ganan elecciones

El Partido Popular de Pablo Casado vive en un conflicto endogámico que nada tiene que ver con la ideología y sí con el poder y el miedo a perderlo; se trata de un estado de enajenación política para el que tiene difícil tratamiento. La patología afecta a los solistas del partido, pero también a aquellos que se acercan con el ánimo de entender lo que ahí está pasando. Hablan de males que tienen que ver con el personalismo, la falta de libertad o el poder omnímodo que se ejerce desde la sede de Génova 13, pero nadie da nombres.

Este fin de semana pasado, Isabel Díaz Ayuso le dijo a Juanma Moreno que no atienda a las presiones de Madrid. Después Teodoro García Egea sostuvo que nadie tiene que venir de fuera a decirle lo que Moreno tiene que hacer. Y, por último,  Pablo Casado remató esta comedia bufa alertando contra los peligros de las megalomanías. Y así fue como el público tan consentidor y entretenido hizo bueno lo de Kaka de Luxe y aplaudió a Ayuso, a Egea y a Casado. Y así terminó un cónclave sin que una voz espontánea preguntara lo que algunos importantes del PP que, después de leer con verdadero entusiasmo el libro de Cayetana Álvarez de Toledo,  afirman -sin un micrófono delante, desde luego,- que así es muy complicado ganar unas elecciones.

La calle revienta y el PP desafina

Casado, al que yo he visto tocar el bajo en un programa de televisión y quizá sepa leer una partitura, no cree en los solistas dentro de un partido. Tan nervioso está mirando a la Puerta del Sol que no quiere saber que los partidos están hechos de eso, de solistas, o sea de líderes, y sin ellos la victoria es imposible. Él mismo debería asumir sin complejos la categoría de solista, pero o no sabe, o no puede o no se lo termina de creer. Y así, resulta que el PP no supera en ninguna encuesta el 30% de los votos. Y así es imposible ganar unas generales. Y así ignore a estas alturas que el PP y el PSOE no pueden gobernar España si antes no ganan en Andalucía. Y por eso, ¡ay, Señor!, han montado semejante espectáculo este fin de semana en Granada, allí donde viven las manolas, las que van a la Alhambra, las tres y las cuatro solas.

Genial Teodoro, lo tuyo es estrategia fina, sutil táctica política. Sigue así, calentando motores a ver si explota el partido mientras los policías salen a la calle, los agricultores sacan los tractores, los ganaderos las ovejas, los transportistas sus camiones, los jóvenes su cabreo y los trabajadores su rabia en Cádiz. Esto, por no hablar de médicos y enfermeros, profesores y pensionistas. Pero vamos a ver, ¿quiere el PP ganar las próximas elecciones, sí o no?

Pedro Sánchez ya se ha dado cuenta, y por eso ignora en sus mítines y declaraciones lo que está pasando en el PP. Ya ni nombra a Isabel Díaz Ayuso. Por fin lo ha comprendido: cuando el enemigo se equivoca, no lo distraigas. 

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