Bab al-Mandab es un estrecho de 32 kilómetros de ancho que separa la parte septentrional del cuerno de África con la península arábiga. La parte africana pertenece a Eritrea y Yibuti, mientras que la asiática corresponde a Yemen. Cruzado ese estrecho, el Mar Rojo se convierte en el Mar Arábigo, que recorre el Golfo de Adén (compartido entre Yemen y Somalia) y se adentra en el Océano Índico que baña el sur de Asia.
Bab al-Mandab en árabe significa “La Puerta del Lamento”, aunque la traducción más habitual es “La Puerta de las Lágrimas”. La tradición atribuye ese nombre a las lágrimas derramadas por las víctimas del terremoto que un día separó los bloques continentales africano y asiático, quebrando la ruta por donde hace 60.000 años los primeros humanos modernos habían emigrado desde África. Una explicación más moderna y cínica considera que las lágrimas son las que se unen al sudor necesario para poder llegar desde Asia al Mediterráneo o viceversa –vía Canal de Suez– sin ser abordado por piratas.
Las principales navieras mundiales, hartas de ataques hutíes contra sus embarcaciones, han decidido renunciar a atravesar el mar Rojo hasta que no se tranquilice la situación
Pues bien, la guerra de Gaza ya tiene su crisis de Suez: el conflicto ha complicado más de lo habitual el cruce de este enclave comercial por el que circula aproximadamente el 12% del comercio mundial y, en particular, gran parte del petróleo y del combustible. El 30% de todos los contenedores mundiales atraviesan anualmente el Canal de Suez a bordo de unos 17.000 barcos. Cuando Suez se bloquea –como en marzo de 2021, cuando el buque portacontenedores Ever Given estuvo atascado durante seis días–, las cadenas globales de suministro se paralizan.
La clave de este este bloqueo se debe a la acción de los hutíes, un grupo armado yemení, mayoritariamente chiita (de la rama zaidí), surgido en los años 90 como oposición al entonces presidente, Ali Abdullah Saleh. Está apoyado por Irán y es aliado de Hamás. Su lema, “Dios es grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, maldición para los judíos y victoria del Islam”, no es precisamente tranquilizador. Los hutíes participaron activamente en la revolución yemení de 2011, se opusieron al plan de paz el Consejo de Cooperación del Golfo y desde 2015 luchan dentro de la guerra civil contra la intervención liderada por Arabia Saudí. En 2022 comenzaron a embarcarse en acciones exteriores: primero, atacando con misiles y drones objetivos industriales de Emiratos Árabes Unidos, provocando un ataque aéreo saudí de represalia; desde octubre de 2023, lanzando misiles balísticos contra Israel (por el momento derribados por su sistema de defensa), y atacando cualquier embarcación que pase por el estrecho y tenga vínculos con Israel o haga negocios con él.
Tras más de una decena de incidentes, la situación ha terminado por ser insostenible. Las principales navieras mundiales, hartas de ataques hutíes contra sus embarcaciones, han decidido renunciar a atravesar el mar Rojo hasta que no se tranquilice la situación. Primero lo anunció la alemana Hapag-Lloyd, y luego se han ido sumando la danesa Maersk y la suiza MSC. Esto no es ninguna broma: entre las tres se reparten el 40% del comercio mundial. Evitar el canal de Suez y rodear el Cabo de Buena Esperanza añade entre 10 y 14 días al tiempo de viaje de un buque, así como mayores costes de combustible.
La Autoridad del Canal de Suez se las prometía muy felices a principios de octubre, con un fuerte incremento del tráfico marítimo que le llevó a anunciar un aumento de las tarifas de tránsito entre un 5% y un 15% a partir de enero de 2024. Eso ya no ocurrirá
El bloqueo de la Puerta de las Lágrimas tiene una implicación adicional: la pérdida de los ingresos del Canal de Suez, claves para un Egipto al borde de la bancarrota. Egipto, que acaba de celebrar unas elecciones que han ratificado al presidente Al-Sisi, opera y mantiene el Canal de Suez desde su nacionalización en 1956 (lo que, por cierto, dio pie a una de las grandes guerras árabe-israelíes y a la constatación de la decadencia del imperio británico), y obtiene por ello unos ingresos de unos 9.400 millones de dólares anuales. La Autoridad del Canal de Suez se las prometía muy felices a principios de octubre, con un fuerte incremento del tráfico marítimo que le llevó a anunciar un aumento de las tarifas de tránsito entre un 5% y un 15% a partir de enero de 2024. Eso ya no ocurrirá. Ahora Egipto, uno de los países clave para la seguridad de Oriente Medio, se encuentra en una situación económica y financiera muy frágil. Con una inflación desbocada y una deuda insostenible, un turismo en decrecimiento por la guerra y la amenaza de flujos de refugiados desde Gaza, lo único que le faltaba era perder los ingresos del tráfico marítimo.
Inflación y subida de tipos
Todos estos riesgos explican que Estados Unidos haya anunciado el envío de una fuerza naval multinacional para garantizar la seguridad del Mar Rojo. Como en 1956, Estados Unidos vuelve a salir a salvar Suez, acompañado del Reino Unido, Canadá, Francia, Italia, Noruega, Países Bajos, Bahréin y Seychelles. España, con quien contaba Estados Unidos en un principio, ha optado al final por mantener un perfil bajo y reservarse para una acción conjunta de la UE o de la OTAN.
La situación, en cualquier caso, es muy seria. Los hutíes, que en enero de 2021 fueron incluidos en la lista estadounidense de organizaciones terroristas, pero retirados un mes después al llegar Biden a la presidencia (una decisión que podría ser revisada ahora), amenazan con generar una nueva disrupción de las cadenas globales de valor justo en el peor momento, cuando pensábamos que la inflación ya estaba remitiendo. Si no mejora la situación, la Puerta de las Lágrimas puede terminar haciendo referencia a las que tengamos que derramar si vuelve a bloquearse el comercio mundial y estas Navidades nos traen más inflación y subidas inesperadas de tipos de interés.
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