Ignoro si Carles Puigdemont volverá algún día a España pero, de momento, va camino de convertirse en otro Julian Assange, esta vez en el corazón de Europa; a riesgo de convertir para España en crónico el recién estrenado ‘problema internacional’ catalán.
Porque, no nos engañemos, será el expresident quien decida a partir de ahora si se mueve de Bélgica, la ‘cárcel’ más grande del mundo, para ser detenido en cuanto pise otro Estado, o sigue aprovechándose del inmenso plató de televisión en que ha convertido sus 30.528 kilómetros cuadrados con la inestimable ayuda de la mitad flamenca de la población.
No estoy de acuerdo con quienes solo ven en la decisión del magistrado del Supremo Pablo Llarena una “jugada maestra” para ponerle entre la espada y la pared procesalmente hablando.
La experiencia con Puigdemont, viendo su querencia por el ‘cuanto peor, mejor’ de estos meses, ha demostrado un mesianismo a prueba de racionalidades. Que se lo digan a Urkullu... todavía debe estar acordándose de aquel “lendakari, voy a convocar elecciones” para evitar el 155.
Judicialmente tiene sentido la decisión de Llarena de retirar la euroorden para que una eventual entrega a España por un delito menor -malversación- no impida procesarle por los delitos capitales de rebelión y sedición a los que se enfrentan sus conmilitones Junqueras & cia.
Puigdemont recupera su condición de 'turista', como esos miles que este fin de semana se han paseado por la Grande Place bruselense
Pero no nos enredemos con el ‘huevo’ porque, en asuntos de entregas y extradiciones, es el ‘fuero’ lo que se dilucida. De momento, éste ha vuelto a manos del reo, que recupera su condición de “turista”, como esos miles que este fin de semana se han paseado por la Grande Place bruselense.
Y, viendo fotografías de policías belgas enarbolando en algún coche banderas esteladas durante la manifestación del jueves, entiendo que Puigdemont y su séquito de ex consellers no se sientan amenazados.
Don Quijote dijo aquello de “la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar”.
... Claro, que Cervantes se refería a aquellas mazmorras infames de la Real Cárcel de Sevilla que padeció en el siglo XVI, no a la Grande Place; ni siquiera a las dependencias de la embajada de Ecuador en Londres donde Julian Assange lleva cinco años y medio encerrado resistiéndose a ser entregado a la justicia sueca por una supuesta violación, o a la estadounidense por filtrar en Internet información clasificada
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