“España tiene un problema”. Carles Puigdemont es un prófugo de la Justicia pero no miente. Al contrario, expone la encrucijada en la que se encuentra este país con las descarnadas maneras de quien se sabe, ahora mismo, por encima del bien y del mal gracias a las ansias de Pedro Sánchez de lograr la investidura que le permita seguir en Moncloa. Puigdemont lo quiere todo y lo quiere “ya: antes de que se agote el plazo legal para convocar nuevas elecciones”.
“España tiene un problema: o repite elecciones o pacta con nosotros, que no renunciamos al 1-O ni a la unilateralidad”, es decir, al referéndum de independencia. La amnistía ya se da por acordada, como en su día se acordaron los indultos, la reforma de la malversación y la eliminación de la sedición. Todo a mayor gloria de Sánchez y desde Bruselas.
Hoy hay que esperar a las ruedas de prensa de los socios de Sánchez para saber qué vamos a ceder a cambio de los votos necesarios para su investidura
Si en los años de plomo de la ETA, había que esperar a que la Guardia Civil se incautara de los ‘zutabe’ –los boletines internos de la banda asesina- para saber si había negociaciones con el Gobierno de turno y qué se negociaba – “los etarras no mienten”, decían los agentes que se batían el cobre y la sangre sobre el terreno-, hoy hay que esperar a las ruedas de prensa de los socios de Sánchez para saber qué vamos a ceder a cambio de los votos necesarios para su investidura.
Puigdemont y sus exigencias
Así sucedió con Otegi en el Frankenstein I cuando, ante una reunión de militantes bildutarras, reconoció que Sánchez había aceptado acercar los presos etarras a cambio del apoyo de los proetarras a sus Presupuestos. Así sucede ahora con Puigdemont, cuyos votos son imprescindibles para que Sánchez siga en Moncloa.
Y así hemos sabido que, pese a lo que nos intenta vender Moncloa y sus paladines mediáticos, el órdago de Puigdemont es definitivo: exige “reconocimiento a la legitimidad democrática del independentismo”. En segundo lugar, “abandono completo y efectivo de la vía judicial contra el independentismo y los independentistas”, lo que supone reconocer que el 1-O “no fue ilegal” como tampoco “lo fue la declaración de independencia o las protestas”.
Puigdemont exige al Parlamento español “una ley de amnistía que incluya el amplio espectro de la represión iniciada desde antes de la consulta del 9 de noviembre de 2014” y que Sánchez use la Fiscalía y la Abogacía del Estado “para reparar una injusticia, no para olvidar ni para poner el punto final a nada ni para igualar a las víctimas de estas injusticias a sus victimarios”. Puigdemont lo quiere todo y lo quiere ya: la amnistía debe ser “inmediata”, antes de sentarse a la mesa.
Además, y como hizo Zapatero en su negociación con ETA, exige “un mecanismo de mediación y verificación que aporte las garantías del cumplimiento y seguimiento de los acuerdos que los dos grandes partidos políticos españoles no están en condiciones de darnos”. No dice que ese “mediador” deba ser internacional, pero sí “independiente, distante y creíble" para que siente las bases, antes de que termine el plazo en noviembre para convocar elecciones, de un referéndum de independencia pactado. Eso sí, la amnistía debe ser previa a que comiencen las negociaciones…
Ha dado un jaque mate a España en el culo de Sánchez
En definitiva, Puigdemont, prófugo de la Justicia española y a quien la vicepresidenta del Gobierno blanqueaba este lunes entre sonrisas y carantoñas para estupor de Europa –de esos ‘picos’ no se habla- ha dado un jaque mate a España en el culo de Sánchez. Un chantaje inaceptable, incluso, para Sánchez. Sería el comienzo del fin.
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