Aunque esa detención haya pillado por sorpresa al propio interesado, así como al separatismo, lo cierto es que sus consecuencias no se han hecho esperar. La ANC y Ómnium ya convocaban hoy viernes manifestaciones ante el consulado italiano en Barcelona y los CDR llamaban a “llenar las calles de rabia”. Ayer en TV3, Quim Torra llamaba a una alerta general y hoy en Cataluña Radio todos los líderes separatistas hablaban de lo mismo: movilizaciones, resistencia, combate. Todo esto ha producido inmediatamente que la famosa “mesa de diálogo” haya quedado irremisiblemente rota, debido a que Aragonés se ha precipitado a defender al político detenido. No le quedaba otra. So pena de sufrir el baldón de botifler, Junqueras y Esquerra se han sumado a la defensa numantina de quien es, a día de hoy, su peor enemigo. Tenemos, pues, un escenario político en Cataluña que se aleja del pactismo republicano y se acerca más al tono insumiso de los de Waterloo, que han negado desde el primer momento ninguna otra estrategia que no sea la unilateralidad y el ho tornarem a fer, lo volveremos a hacer.
Un aniversario calentito
Para Sánchez también supone un duro revés en su estrategia acerca de Cataluña. Hasta ayer le bastaba y le sobraba mantener una entente cordial con ERC, pudiéndose permitir el lujo de ningunear a Junts. Ahora todo ha cambiado. Con el separatismo unido de nuevo alrededor de la matraca de la represión del estado contra los separatistas, poco margen le queda para introducir sus lemas de diálogo. Esto puede acarrear consecuencias todavía imprevisibles, aunque la más probable sea la de que no podrá contar con los votos separatistas para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Desde que se conoció la noticia ayer por la noche, los medios del régimen han estado calentando el ambiente, levantando parrillas, y consagrando toda su programación al huído. Sin la participación de ninguna otra voz que no sea la de los separatistas, naturalmente. Habrá que ver como se desarrolla el próximo 1-O, aniversario del intento de golpe de estado de Puigdemont, que se prevé calentito.
Sánchez se encuentra así ante la presión de Junts y de Esquerra que le exigen dicha amnistía y el referéndum como un solo pack
Sánchez no puede apretar el botón del indulto, lógicamente, porque para ejercer esa potestad Puigdemont debería haber sido juzgado y condenado, amén de tener cumplida una parte de la condena. Los separatistas exigen al presidente del gobierno de España que lo amnistíe, pero ese supuesto no se ha dado en nuestro país desde el inicio de la transición y parece poco probable que ahora se recupere. Sánchez se encuentra así ante la presión de Junts y de Esquerra que le exigen dicha amnistía y el referéndum como un solo pack. El socialista ha caído víctima de su propia maniobra y nadie sabe qué puede suceder. Si la justicia italiana decide no entregar a Puigdemont, éste lo hará aparecer como un triunfo personal, aduciendo que el juez Llarena solo es un instrumento de la venganza del estado contra su persona; si, por el contrario, lo extradita, Sánchez va a tener que enfrentarse con una oleada de disturbios en Cataluña con la consiguiente erosión que ello comporta. Es decir, pase lo que pase, lo que el presidente quería que pareciera el inicio de una etapa en la cual el suflé separatista se iba a deshinchar se le ha ido al garete. En caída libre en todas las encuestas, menos en la del CIS de Tezanos, y con un PP que junto a Vox podría disponer de una mayoría holgada en unas hipotéticas elecciones generales, al de Moncloa le empiezan a faltar cartas con las que apuntarse un triunfo.
Suele pasar cuando uno se aleja de la norma legal y prefiere acordar lo que sea con quienes la vulneran constantemente, siempre que eso le mantenga en su poltrona presidencial. Hay quien dice que se avecinan elecciones generales y quien dice que también podría pasar en Cataluña. No obstante, a pesar del bombazo que ha supuesto que a Puigdemont la policía italiana lo detuviera, se hace difícil pensar que tanto Sánchez como Aragonés se arriesguen a someterse a las urnas. Saben el riesgo que comportaría y lo que más desean ambos es que se cumpla la frase de “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.