Dicen que los dioses ciegan primero a aquellos que desean perder, pero el caso del expresidente de la Generalitat no parece ajustarse a la máxima. Al comprobar como el hecho de ser eurodiputado, al menos hasta que se resuelva si el Parlamento Europeo concede el suplicatorio, no ha tenido el bombo que esperaba, ha decidido pasar a mayores y poner en un nuevo aprieto al gobierno social comunista. La entrevista de Junqueras y su repercusión ha servido como pistoletazo de salida para una estrategia que, según confirman fuentes de Junts per Catalunya, pasaría por dos ejes. Uno, el mediático, consistente en presentarse de improviso en suelo español en compañía de una delegación de europarlamentarios – cuentan con el Sinn Fein irlandés, euroescépticos de varios países, gente de Salvini y de los separatistas flamencos – con el pretexto de acudir a un acto organizado por la ANC, Ómnium y otras organizaciones correas de transmisión de los despachos de Palau. Amparado en su inmunidad parlamentaria, Puigdemont aprovecharía para “plantar cara a la dictadura española” y ver si Sánchez tiene el valor de detenerlo o no. La vieja guardia convergente considera esta maniobra arriesgada y poco sensata en un momento de negociaciones discretísimas con el gobierno de Sánchez.
No se quedaría ahí la huida hacia adelante del reclamado por la justicia española, que ve como el fantasma de unas elecciones anticipadas se ha visibilizado después que fuera el propio Torra quien reconociera su más que probable convocatoria si, finalmente, la sentencia que lo inhabilita se confirma. Para poder seguir controlando el aparato autonómico, un instrumento al servicio de los intereses del separatismo más hiperventilado, Puigdemont podría dar otro golpe de efecto obligando a que Torra dimitiera, cediéndole su lugar a la actual alcaldesa de Gerona Marta Madrenas, a la que él mismo designó a dedo después de un notable lío al fracasar el candidato que el de Amer tenía en mente.
Puigdemont acudiría a la ciudad de la que fue alcalde y a la que muchos consideran, no sin razón, como la capital de la Cataluña separatista, para proclamarla como la primera mujer que accede al cargo. Sería la tercera ocasión en que la presidencia la ocupase alguien designado por vía áulica, cosa que contradice las normas vigentes en los partidos de ahora, que se dotan más o menos de unas elecciones primarias. Pero hablamos de la neoconvergencia y eso es hacerlo de un mundo autoritario donde manda quien manda y el resto obedece sin chistar. Lo singular de estas provocaciones es que el bastón en el que se apoyarían los herederos del tres por ciento serían las CUP, lo que no tendría nada de particular porque ya hemos señalado en numerosas ocasiones que son hijos de la propia Convergencia. Recuerden el abrazo entre Artur Mas y David Fernández, el que amenazaba chancleta en mano a Rodrigo Rato con un fiero “Nos vemos en el infierno, banquero”.
Confirman estos movimientos los mensajes que están trasmitiendo a través de sus grupos privados colectivos como el Tsunami o los CDR: “Estad preparados, dentro de poco os necesitaremos para apoyar a nuestros exiliados”. Tampoco es ajeno el juicio de Trapero, en el que el ex mando de los Mossos intenta desvincularse de cualquier connivencia con Puigdemont o con las algaradas ante la Consellería de Economía y el falso referéndum. Fuentes de la seguridad del estado insinúan que se empiezan a detectar movimientos por parte de las organizaciones separatistas. “Están preparando algo gordo”, nos dicen.
Volviendo a la hipotética sucesora de Torra, Marta Madrenas une a su condición de persona de máxima confianza del fugado, la de diputada en el Parlament por lo que podría ocupar el despacho de la Casa dels Canonges sin mayor problema. Ahora queda por ver si Esquerra, a la que se le habría garantizado continuar con Aragonés de vicepresidente y responsable de economía, aceptará la rocambolesca aventura de un Puigdemont que actúa a la desesperada. Y, a todo esto, la pregunta sigue en pie. ¿Actuará Sánchez contra el fugado, podrá hacerlo, no podrá? Porque tendría pelendengues ver a Puigdemont pasearse impunemente por Barcelona o Gerona como Pedro por su casa en olor de multitud. Si yo fuese Junqueras, me subiría por las paredes.
Vienen días movidos.
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