Opinión

Las puñaladas políticas y las revanchas que hacen que el presidente de RTVE se tambalee

En Moncloa, sucede desde hace un tiempo lo que era previsible: que sus propagandistas piensan que la televisión pública no es especialmente sensible con los intereses del PSOE

El pasado 10 de septiembre, los británicos resucitaron a Shakespeare para anunciar a los londinenses la muerte de Isabel II y la proclamación de Carlos III. Ese día, David White, el rey de armas de la orden de la Jarretera, salió al balcón del Palacio de Saint James y difundió la noticia. La televisión pública española había invitado para analizar este acontecimiento a Rosa Villacastín. En su primera intervención, la aludida lamentó la falta de mujeres en los actos de aquella mañana.

El espectador medio que sintonizara La 1 durante esa jornada, pudo escuchar las palabras de una contertulia que analizó lo que vio con una fuerte carga ideológica. Y ya se sabe que las ideologías conducen a observar la realidad desde el pequeño agujero de un cerrojo. Es decir, a través de ellas se observa tan sólo una parte de lo que ocurre alrededor.

RTVE ha contado durante las pompas fúnebres de Isabel II con una corresponsal de gran nivel, como es Anna Bosch, al igual que lo fue su predecesor, Miguel Ángel Idígoras, quien relató el brexit, sus antecedentes y sus consecuencias con precisión de relojero. Sin embargo, al igual que sucede en otras cadenas, en su parrilla compagina la información con el info-entretenimiento; y eso lleva a sentarse en sus mesas de debate a periodistas como Villacastín, que tiene amplia experiencia en la cobertura de actos de la realeza, pero que ese día parecía más obsesionada en gustar a quien hay que gustar... que en aportar datos de interés a los espectadores.

Su intervención se produjo en el programa Hablando claro, cuya contratación ha soliviantado a varios sindicatos de la corporación porque lo co-produce Cuarzo, la cual fue la principal empresa a la que recurrió Telemadrid -3,39 millones de euros- en el último año completo que estuvo José Pablo López -hoy director de contenidos de TVE- al frente de la televisión autonómica, antes de ser destituido en una siniestra maniobra del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso.

Los representantes de los trabajadores de la corporación han señalado en sus últimos comunicados que mientras RTVE riega a productoras y ofrece jugosos contratos a periodistas como Josep Cuní, Andreu Buenafuente o Javier Sardá, infravalora sus recursos propios y permite que actualmente haya más de 1.500 contratos temporales en la plantilla.

Fuentes oficiales de la corporación han declinado pronunciarse sobre estos hechos.

Injerencias políticas en RTVE

Un consejero de RTVE incide en la influencia del PSC en Torrespaña, lo que explica que Pep Vilar sea el actual director de informativos y que anteriormente ejercieran esa función Esteve Crespo y Enric Hernández. Este último, con Rosa María Mateo como administradora 'plenipotenciaria'. Y se pregunta: ¿acaso incomodan a este partido Cuní, Buenafuente o Sardá?

Otro vocal recuerda que los dos representantes de Podemos en el órgano de Gobierno elaboraron hace más de un año un informe en el que denunciaban los nombramientos de periodistas afines al PP que había realizado José Manuel Pérez Tornero desde su llegada a la presidencia. Este consejero, lanza otra pregunta: ¿por qué RTVE fichó a Javier Ruiz o a Jesús Cintora? ¿Fue idea de la casa o fueron recomendaciones de alguien del exterior?

Para entender lo que ocurre en la corporación desde marzo de 2021 -cuando se inició su nueva etapa- hay que saber interpretar el pacto que alcanzaron las principales fuerzas parlamentarias -urdido por Félix Bolaños y Teodoro García-Egea- para renovar la cúpula de la televisión pública. Lo que sucedió se ha contado mil y una veces, pero conviene subrayarlo en este momento, en el que las filtraciones malintencionadas se han desatado por diferentes cuestiones políticas.

Un concurso que quedó en nada

Tal y como detalló este periódico en varios artículos, el Congreso convocó en verano de 2018 un concurso público con el objetivo de elegir a un presidente de la corporación cuyo nombre no procediera de Ferraz ni de Génova. Los diputados Guillermo Díaz (Ciudadanos) y Noelia Vera (Podemos) trabajaron durante varios meses para conseguir que el proceso estuviera sometido a un reglamento que garantizara su limpieza.

El primero en boicotearlo fue el PSOE, como se aprecia en los borradores que circulaban por el Parlamento en aquellas fechas, llenos de tachaduras en rojo. Después, se unió el PP y, al final, Podemos, que, con Juanma del Olmo a la cabeza, desbarató el trabajo honesto de su diputada.

Al final, el concurso se convirtió en una cuestión de cuotas. Los propios partidos eligieron a un Comité de Expertos para evaluar a los candidatos; y los lobbies de dentro y de fuera de RTVE -desde el Consejo de Informativos hasta Manuel Campo Vidal- trataron de impulsar a los suyos para verse representados en la nueva televisión pública, que está regada con abundante dinero público. Y eso siempre se traduce en contratos más o menos elevados.

El proceso estuvo bloqueado hasta que en Moncloa se convencieron de que la permanencia de Rosa María Mateo les dañaba más que les beneficiaba. Así que Félix Bolaños -ya no era Iván Redondo- se acercó a García-Egea y decidieron romper el dictamen del citado Comité de Expertos -que había puntuado a cada uno de los candidatos- para designar a los candidatos que mejor representarían sus intereses. Para conseguir la mayoría parlamentaria suficiente para sacar adelante ese plan, ofrecieron a Podemos dos puestos en el Consejo y uno al PNV.

¿A quién nombraron presidente de RTVE? A Pérez Tornero, que resultaba a priori menos molesto para las productoras que otros candidatos y que, sobre todo, tenía el apoyo del PSC. Era un candidato que había obtenido excelentes puntuaciones en el concurso y que podía 'venderse' bien ante la ciudadanía, dado que era catedrático y un apasionado de los programas culturales. ¿Cuál era el problema? Que no tenía experiencia en la gestión de empresas. ¿Era seguro 'darle' una de 6.500 empleados y 1.000 millones de euros de presupuesto?

La mayoría de los consejeros de RTVE -incluso los que le apoyan- suspenden la gestión que ha realizado hasta el momento. Ni ha conseguido presionar con éxito a los grupos parlamentarios para asegurar el futuro económico de la corporación, ni mucho menos subir la audiencia de sus canales. El año pasado, el Gobierno le redujo la asignación en los Presupuestos Generales del Estado y lanzó una nota de prensa en la que celebraba el aumento de la aportación. Es sólo un ejemplo.

Una guerra civil

Sus críticos tampoco se lo han puesto fácil. Varios consejeros han obtenido prebendas en los últimos meses dentro de la casa y, en algunos casos, han demostrado más interés en defender los intereses de la fuerza sindical o el partido con el que simpatizan que los intereses de RTVE. Esto lo reconocen unos y otros. Siempre, con la visión de túnel que les lleva a pensar que los otros pecan, pero ellos, no.

En Moncloa, sucede desde hace un tiempo lo que era previsible: que sus propagandistas piensan que la televisión pública no es especialmente sensible con los intereses del PSOE. Por esa razón ahogaron los gobiernos a Luis Fernández y a Leopoldo González-Echenique. O a Fernando Garea en la Agencia EFE.

Así que han comenzado a cercar a Pérez Tornero. Primero lo hicieron a través de algunos de sus consejeros; y después con la contratación -o ascensión- de directivos que casi desde el principio tuvieron una actitud hostil con la actual dirección. La cual, por cierto, tampoco puede alardear de grandes méritos, más allá del gran éxito de Eurovisión y poco más.

"La cosa está revuelta", reconocía este viernes una fuente de la alta dirección de RTVE. Una fuente parlamentaria del PSOE explica que es probable que "el presidente no se coma las uvas en su puesto". Sus cercanos consideran esta opción "exagerada", pero nadie en el Consejo se atreve a analizar la actual situación sin pronunciar la palabra "crisis". Lo que se parió desde la política, al final del día, se maneja desde la política. O se intenta manejar.

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