Cuando Vladimir Putin ordenó la invasión de Ucrania en febrero de 2022 hizo una apuesta un tanto arriesgada. Apostó a que las potencias occidentales no ofrecerían mucha resistencia, condenarían de forma retórica el ataque como habían hecho ocho años antes con Crimea, pero al final aceptarían el órdago como un hecho consumado. Ese órdago se traduciría en el desmembramiento de Ucrania tras convertir al país en un Estado satélite del Kremlin, en algo parecido a Bielorrusia, pero algo más al sur. En cuestión de unos meses todo volvería a la normalidad y podría concentrarse en su siguiente objetivo.
Pero, para sorpresa de Putin, no sucedió eso. Esta vez en Occidente se lo tomaron en serio y se propusieron pararle los pies. Algo tarde, cierto es, pero mejor eso que nada. Tras dos años de guerra Ucrania ha demostrado ser un enemigo formidable. Han recuperado la mitad del territorio que durante los primeros días ocupó el ejército ruso y le han infligido numerosas bajas. Europa, entretanto, ha absorbido el impacto de la interrupción del suministro de gas natural ruso y está aumentando su gasto en defensa. También ha ido incrementando su apoyo a Ucrania. Hace dos años el debate era si se enviaba armamento ofensivo, hoy es si se pone en manos de los ucranianos cazas de última generación. El mes pasado, de hecho, la Unión Europea aprobó un nuevo paquete de ayuda de 50.000 millones de euros a pesar de que Hungría puso mil objeciones. Viktor Orban tiene una buena relación con Putin, pero el suyo es un país pequeño y necesita mucho más estar a bien con Bruselas que con Moscú.
Pero es en Estados Unidos donde la apuesta de Putin parece estar dando sus frutos, al menos por ahora, ya que el Kremlin ha conseguido sacar provecho de los problemas políticos internos del país. El apoyo a Ucrania, que prácticamente todos en EEUU consideraban hace dos años un asunto de interés nacional, se ha convertido en un tema de discusión en pleno año electoral. Una parte de la derecha estadounidense expresa en público admiración por Putin, se deshace en halagos con su estilo de gobernar y se asegura que su régimen no es tan mal malo como les habían contado.
Los republicanos de la Cámara de Representantes llevan meses bloqueando un paquete de ayuda militar a Ucrania valorado en 60.000 millones de dólares. Es un paquete muy grande, el mayor hasta la fecha. Desde 2022 EEUU ha enviado mucho dinero a Ucrania, pero en partidas más pequeñas que había que ir aprobando una a una. A los demócratas, temerosos de perder el ejecutivo en noviembre, se les ocurrió la idea de diseñar un paquete muy grande que se apruebe de una vez y se ejecute al margen de quien gobierne. Los republicanos lo vieron venir y lo tienen paralizado en la cámara.
El resultado es que la ayuda a Ucrania llega con cuentagotas y hay una acuciante escasez de proyectiles de artillería. Esa es la razón principal por la que Rusia pudo apoderarse de la ciudad ucraniana de Avdiivka en febrero. Lo de Adiivka ha sido el primer gran avance ruso en el campo de batalla desde mayo del año pasado y supone un síntoma de que las cosas no marchan bien en el frente. Que no llegue la ayuda ha dejado a Ucrania en una situación muy vulnerable que conocen bien en el Kremlin. Las tropas rusas se han reagrupado y presionan desde el este de forma incansable. Buena parte de los proyectiles que disparan vienen directamente de Corea del Norte, que ha puesto sus fábricas de armamento de la época de la guerra fría en máxima producción.
Y no es sólo que se haya interrumpido la ayuda estadounidense, es que la interrupción ha llegado sin previo aviso y sin dar tiempo a los militares ucranianos para prepararse. De prolongarse esta situación los avances rusos serán mayores y Ucrania corre el riesgo de sucumbir en algún momento de 2024 si el ataque ruso es potente y está bien planeado. La idea de que una Ucrania pierda más terreno en los próximos meses, sumada a las dudas de que Estados Unidos se olvide de defender a sus aliados en caso de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca, preocupa a las potencias europeas de la OTAN, y no sólo de la OTAN. La sensación de ansiedad es especialmente acusada en Taiwán, un Estado soberano que China considera parte de su territorio. Si Estados Unidos abandona Ucrania será una invitación a Xi Ji Ping para que se aventure en Taiwán. Le estará diciendo que EEUU quizá tenga la fuerza, pero no la voluntad de auxiliar a sus aliados. Todo un regalo para XI Jing Ping y también para Putin, cuyas ambiciones de expandir su esfera de influencia no se quedan en Ucrania. Tiene la vista puesta en todo el espacio postsoviético, un ramillete de países que considera de su propiedad.
Al margen de las disputas en el Congreso (que pueden resolverse en cualquier momento si llegan a un acuerdo satisfactorio para ambas partes), todos miran al 5 de noviembre, fecha de las elecciones presidenciales. Existe la posibilidad cierta de que Trump se imponga en las elecciones sobre Joe Biden. Trump ha dicho en muchas ocasiones que alcanzará rápidamente un acuerdo de paz en Ucrania, aunque no ha explicado cómo ni en qué condiciones. En el caso de que llegue a la Casa Blanca y ponga en marcha su aún desconocido plan de paz para Ucrania tendría sentarse con ambos contendientes y también con sus aliados europeos para explicarlo.
Lo que está en juego ahora es mucho mayor debido a los cientos de miles de millones de dólares que las potencias occidentales han gastado en Ucrania. Han empeñado su credibilidad en ello por lo que, si Ucrania cae derrotada, también lo hará Occidente
En Bruselas se muestran escépticos respecto a conversaciones de paz con Rusia y descartan cualquier acuerdo antes de las elecciones presidenciales. Ninguno de los dos contendientes quiere la paz a cualquier precio. El Gobierno ucraniano ya ha dicho que no está dispuesto a llegar a ningún acuerdo que no sea recuperar la porción de su territorio que actualmente ocupa Rusia. El Kremlin, por su parte, no ha abandonado su objetivo inicial de controlar toda Ucrania. Para Putin, y así lo ha dejado claro a cualquiera que se lo ha preguntado, Ucrania es parte de Rusia. Así es como ven esto en el Kremlin por más que la propaganda prorrusa en Occidente trate de dulcificarlo. Si se permitiese que Rusia gane la guerra, el efecto dominó sobre otros países del Este de Europa. A diferencia de hace dos años, lo que está en juego ahora es mucho mayor debido a los cientos de miles de millones de dólares que las potencias occidentales han gastado en Ucrania. Han empeñado su credibilidad en ello por lo que, si Ucrania cae derrotada, también lo hará Occidente en su conjunto.
Esto es algo que no pasa desapercibido a los republicanos. Unos se excusan diciendo que todo lo que pase más allá de las fronteras de EEUU no les interesa. Ahí nos encontramos el clásico aislacionismo estadounidense cuyos orígenes hay que ir a buscarlos a antes de la Primera Guerra Mundial. Otros arguyen que Ucrania es un problema menor, algo que sólo atañe a los europeos, y que hay que centrarse en China, que es la amenaza real para la hegemonía estadounidense. Estos parecen ignorar que Rusia es hoy en buena medida un Estado cliente de China, que depende por completo de ellos para exportar sus hidrocarburos y proveerse de infinidad de productos. Ambos regímenes conforman un bloque por más que algunos insistan en ignorarlo.
Esto es algo que en Europa saben bien, seguramente por la cercanía de Rusia. La guerra se está librando en las puertas de la Unión Europea. Incluso algunas bombas han caído en territorio europeo (en el tramo rumano del Danubio concretamente), aunque, por suerte, sin consecuencias fatales. Siente el aliento del oso ruso en la espalda. Eso les ha empujado a actuar, pero Europa llevaba desatendiendo su propia defensa desde hace más de 30 años ya que no veían amenazas serias. Alemania, Francia y el Reino Unido acaban de firmar acuerdos de cooperación en materia de defensa con Ucrania. El canciller alemán Olaf Scholz y su homóloga danesa, la primera ministra Mette Frederiksen, dieron a conocer el mes pasado la construcción de una nueva planta de municiones en Baja Sajonia que se espera que produzca 200.000 proyectiles de artillería al año.
El debate ahora es si extender el paraguas nuclear británico y francés a sus aliados europeos, lo que viene a demostrar lo asustados que están los Gobiernos europeos
Esos proyectiles son necesarios, pero Europa no da abasto. La industria europea de armamento estaba dimensionada para un periodo muy prolongado de paz. El año pasado, la UE se comprometió a suministrar a Ucrania un millón de proyectiles, pero sólo pudo proporcionar un tercio de esa cantidad. Por el contrario, sólo Corea del Norte ha suministrado aproximadamente un millón de proyectiles a Rusia.
Algunos países europeos como Polonia y las Repúblicas bálticas, han realizado importantes inversiones en sus fuerzas armadas, superando con creces el umbral del 2% de gasto militar de la OTAN, pero son países pequeños. Hasta que otros como Alemania, Francia, Italia o España hagan lo mismo no será suficiente. El debate ahora es si extender el paraguas nuclear británico y francés a sus aliados europeos, lo que viene a demostrar lo asustados que están los gobiernos europeos. Temen que EEUU no sólo abandone a los ucranianos, sino también a ellos y, si no estaban preparados para la invasión de Ucrania, lo están mucho menos para que EEUU mire a otra parte.
La pelota, de cualquier modo, está en un tejado de Washington, concretamente en el del Capitolio. De lo que salga de ahí depende que se recupere la iniciativa en Ucrania. Según están las cosas no podemos asegurar hacia donde caerá la pelota, pero si cae hacia el lado que desea Trump las cosas en Europa se pueden poner realmente complicadas.
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