He escuchado, en alguna ocasión, a algún experto oficial criticar al presidente de Ucrania, Zelenski, por su anterior dedicación profesional, la de payaso, profesión bonita donde las haya cuyo objetivo es hacer reír, sobre todo a los niños. La verdad es que echo en falta que se ejerza la crítica en el otro lado, el de Vladímir el “Mentiroso”, cuya profesión anterior todos conocemos, pero la actual es la que desarrolla a la perfección, la opuesta a la de payaso, trabaja para que los niños lloren y reírse del público.
La verdad es que esto es lo mínimo por lo que los “expertos” me tienen algo decepcionado. En los últimos tiempos han aparecido multitud de personajes que copan los programas de radio y televisión, los periódicos, los canales de YouTube, Twitter, y todo tipo de plataformas, para explicarnos a los demás, sin humildad alguna, desde su profundo conocimiento del asunto, cuáles son las intenciones de Putin en Ucrania. Pues resulta que no aciertan ni una, pero al día siguiente continúan como si no hubiese pasado nada.
Cuando leo las afirmaciones de algunos de estos profesionales, me viene a la cabeza aquella definición que un día leí en alguna parte: "Un analista político es aquel que es capaz de predecir lo que va a ocurrir mañana para pasado mañana explicarnos por qué no ha ocurrido". Y para cumplir con esta definición tenemos a cientos, porque ahora ha nacido una nueva profesión, la de “influenciador”. Estos son individuos procedentes de cualquier profesión, o sin ninguna que se les conozca, que obtienen miles de seguidores y comienzan a opinar de todo lo habido y por haber y así nacen expertos en cualquier materia.
Antes de continuar con el artículo permítanme hacer un inciso. He utilizado la palabra “influenciador” y no “influencer” porque otros que suelen sacarme de mis casillas son aquellos que utilizan constantes anglicismos, con la única intención de parecer más cultos y modernos. Yo soy español y hablo español, y nuestro idioma es un tesoro que deberíamos proteger y del que deberíamos sentirnos orgullosos. Nuestro idioma es el de Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel de Unamuno y una lista de literatos que sería interminable. Leyendo yo mismo esta lista siento aún más vergüenza por aquellos que, intentando parecer más modernos, se dedican a favorecer la lengua del inglés.
Pero volvamos al motivo de mi decepción y asombro. Ninguno de nuestros “opinadores”, algunos con una tendencia clara hacia la defensa del ruso, fueron capaces de pronosticar que nuestro “trolas” (mentiroso en jerga española) atacaría Ucrania. ¿Creen ustedes que ocurrió algo? Pues no, al otro día estaban explicándonos los motivos del ataque y esgrimiendo justificaciones que sonrojarían a cualquiera. Posteriormente nos explicaron hasta la saciedad las inmensas capacidades del ejército ruso y que la denominada “Operación Militar Especial” sería una cuestión rápida y en 48 horas la bandera rusa ondearía en el palacio presidencial de Kiev. Otra vez batacazo, ya llevamos siete meses de guerra y la cosa no parece que vaya a terminarse de forma rápida y sencilla.
Después continuaron con miles de argumentos como que Zelenski debería de rendirse, que Estados Unidos había provocado esta guerra al querer situar las tropas de la OTAN en las fronteras rusas, como si Polonia y los países Bálticos no estuviesen en la frontera con Rusia, y, por supuesto, no han sido atacadas, y como si Finlandia y Suecia, que ahora se adhieren al club, no tuviesen más de mil kilómetros de frontera con Rusia y tampoco serán atacadas, al menos en este momento de la historia. También nos contaron los secretos del maletín del hijo de Biden, la ubicación de los laboratorios de armas químicas y biológicas en territorio ucraniano, como los ucranianos habían colocado los cuerpos de sus paisanos en las calles de Bucha para culpar a los rusos de crímenes de guerra, como los miembros del batallón Azov eran unos nazis, evitando hablar del Grupo Wagner para no sentir vergüenza al verlos reclutar reclusos en las cárceles, y evitando sentir asco y repugnancia al observar la fotografía del prisionero ucraniano perteneciente al batallón Azov que ha sido intercambiado hace unos días. Quien diría al ver esa fotografía que los nazis son, como siempre los ucranianos.
Todos estos argumentos, y muchos más, los han utilizado nuestros “expertos” para justificar que Rusia atacase Ucrania y sembrase el terror en su territorio, aspecto que parece del que se olvidan con facilidad, como se olvidan de la muerte de miles de ucranianos y de un éxodo de más de diez millones de personas, la inmensa mayoría mujeres y niños. Como se olvidan de los crímenes de guerra cometidos por estos salvajes y que espero que un día sean el motivo para ponerlos ante los tribunales.
Pero lo último ha sido algo inaudito, algo que ya es difícil comprender, ni siquiera pensando que algunos de estos influenciadores son meros charlatanes sin conocimientos, pero otros si los tienen y son altavoces de la propaganda oficial rusa. Resulta que nos informaron de que los rusos no habían utilizado ni el 25% de sus tropas, que se guardaban los mejores soldados para más adelante, y que también se guardaban sus mejores armas, las más modernas. Y va el zar y decide la movilización forzosa de 300.000 de sus ciudadanos de segunda, los de muy al Este, porque los rusos blanquitos, los de Moscú y San Petersburgo se quedan en casa, a la guerra los pobres e incultos, los señoritos a verla por la tele, por ahora.
Y qué habían vaticinado nuestros expertos, pues nada como siempre, no aciertan ni una. Y saben ¿por qué no aciertan ni una? Pues porque no quieren informarnos realmente de que su líder, al que defienden, es un mentiroso profesional, la mentira era su herramienta como espía y ahora lo es como político, nunca ha salido de ese lodazal. Pero no se confundan ustedes porque que mienta no quiere decir que no tengan un plan, más bien todo lo contrario, lo sigue paso a paso, sin desviarse ni un milímetro de su objetivo, intentar reconstruir el Imperio Ruso a costa de Europa.
Sus últimos pasos han sido geniales, primero anunció que si la seguridad e integridad de su territorio se veía amenazada utilizaría todos los recursos a su alcance para defenderla, en clara alusión a la utilización de las armas nucleares, y después ordenó la realización de referéndums en las regiones de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, para que el pueblo, de manera libre y voluntaria, decidiese si querían pertenecer a Ucrania o a Rusia. Y esta vez que nuestros expertos podían haber adivinado algo, y así mejorar un poco su credibilidad ante los lectores, pues no se han vuelto a enterar de nada y no han sido capaces de adelantarnos el resultado de esas votaciones, como decimos los españoles “así se las ponían a Felipe II”. Pues ni con esas aciertan estos algo, todos callados y a esperar a los resultados, como si no los supieran antes de abrir los colegios “milielectorales”.
Pero mis queridos expertos, aprendices de todo y maestros de nada, esta vez era fácil adivinar, no hacía falta ser analista, solamente intentar pensar lo que nuestro mentiroso haría, o ser un poco bruxo, y a esto a los gallegos no nos gana nadie. Los resultados están marcados por un nuevo modelo de votación política, el modelo putiniano, aquel por el que votes lo que votes siempre obtienes entre un 95 y un 100% de votos a tu favor. Ya se puso en práctica en Crimea, donde alcanzaron el 95,5% de aceptación sus propuestas de anexión y ahora, que ya tenemos resultados oficiales, en estas cuatro regiones han votado a favor de la anexión a Rusia más del 97% de los votantes.
Pero y digo yo, ¿qué otro resultado se puede cosechar a punta de pistola? Lo que me extraña es que no haya sido del 100 % y que algún valiente se atreviese a introducir un “no” en la urna, aunque creo que ese 97% es más fruto del maquillaje que de otra cosa cualquiera porque si ganasen con un 120 % resultaría algo sospechoso y sus defensores podrían hasta ponerse colorados. En cualquier caso, mis queridos defensores de Putin y sus líos, continuar haciéndolo porque así queda claro vuestro papel y creedme que cada vez me dais un poquito más de asquito.
La cuestión es que esta pantomima es un nuevo pasito en los planes del “bolas” (otro apelativo coloquial a los mentirosos en nuestro rico idioma español). Los pasos siguientes, y aquí me voy a mojar como si de un experto se tratase, el mismo día 30 declarar la anexión de los territorios a Rusia y advertir a los ucranianos de que cualquier acción hostil sobre ellos será catalogada como un acto de guerra y llevará aparejada la declaración de guerra e intentar consolidar con los 300.000 movilizados las posiciones en estos territorios. Más tarde se producirá algún atentado de autoría ucraniana, o algún bombardeo sobre estos territorios, también de autoría ucraniana (adviértase la ironía) y se producirá la declaración de guerra, solicitando su rendición inmediata antes de verse obligado a, en defensa de la integridad de su territorio, utilizar armas nucleares tácticas. ¿Sobre qué objetivo las lanzaría?. Pues lógicamente sobre la parte que no ocupan sus tropas, es decir, la centro u oeste del país, y ahí todas las papeletas, por su efecto devastador, tanto a nivel destrucción como a nivel psicológico, todas las papeletas las tiene la capital, Kiev.
El asunto es que dos bombas nucleares se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki y un mes después finalizó la Segunda Guerra Mundial y ahora se pueden volver a utilizar este tipo de armas para intentar ganar esta guerra o comenzar otra distinta. ¿Será capaz Putin de lanzar una bomba nuclear? Que contesten los expertos que todo lo saben. En todo caso, volviendo a la riqueza de nuestro idioma, recurro a una frase muy nuestra “que Dios nos pille confesados”.
*Jorge Gómez es CEO de la Consultora High Strategies Intelligence
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