Opinión

Putin, ¿hasta dónde?

Sucede, una vez más, que nos están inundando de información mientras se escatima el suministro más imprescindible que es el del agua potable

El éxito nunca es definitivo reza el título del libro de Geofrey Parker y ese principio se está cumpliendo también en el caso de Putin. Además, ahora conviene volver sobre Liddell Hart quien enmendó el adagio romano si vis pacem para bellum para dejarlo en “si quieres la paz, estudia la guerra”. Nuestro caso se centra en la guerra de invasión de Ucrania a cargo de los ejércitos de Putin iniciada el 24 de febrero. Sucede, una vez más, que nos están inundando de información mientras se escatima el suministro más imprescindible que es el del agua potable. De modo que estamos con el agua al cuello, pero sin agua de boca; saturados de información fragmentaria y contaminada, pero sin acceso a la depurada mediante la verificación y el contraste, única que proporciona esclarecimientos.

Insiste Clausewitz en que corresponde a la política definir el objeto de la guerra, mantiene que “la guerra tiene su propia gramática, pero carece de una lógica específica”. Así que, sin necesidad de asistir a las reuniones del alto mando militar en Moscú, mediante la mera aplicación de la lógica deductiva Javier Marías escribía alrededor del 5 de marzo que tal vez Putin haya sido víctima de un exceso de envalentonamiento o hybris y que, en ese estado, habiendo cruzado la raya que aherroja a los chulos, ya no pueda dar marcha atrás porque si lo hiciera, quedaría como un fracasado y sería objeto de escarnio.

Así que deberá seguir adelante e incrementar su guerra, de la que sólo le cabe salir vencedor, aunque el coste en tiempo, bajas y dinero supere infinitamente sus previsiones. Para Marías la única esperanza es que, aunque gane, Rusia y su régimen despótico se verán debilitados, desprestigiados, empobrecidos y aislados. Y, concluye, que a un Estado paria se lo teme menos.

Interesa observar que semejante declaración abdica del aparente propósito inicial de aniquilar al enemigo e incorporar Ucrania a Rusia. Esa pretensión excesiva contradecía el principio de Clausewitz de que una victoria sólo puede ser alcanzada si está bien definida

Si de las cosas del querer pasáramos a las del discurrir íbamos a encontrarnos con Rafael Sánchez Ferlosio analizando la guerra de las Malvinas con la cabeza de pensar y no con la de embestir. Le veríamos cómo, sin más recursos que sus propias luces y la información que le aportaba la prensa que adquiría en el kiosco de la glorieta de Bilbao, ideaba su columna La hipótesis del Belgrano (véase El País del 18 de noviembre de 1982), donde deducía que el crucero de la marina argentina había sido hundido cuando estaba fuera de las aguas de exclusión establecidas por la Royal Navy y sostenía que el submarino nuclear Conquereor al torpedearlo, según lo ordenado por Margaret Thatcher, buscaba comprometer a Galtieri y hacer imposible que los argentinos renunciaran a la guerra por las Fackland. Asombra que tuvieran que pasar dos años para que la Cámara de los Comunes fuera informada de lo que Ferlosio, certero, se había maliciado.

Veamos que un mes después del inicio de las hostilidades, el viernes 25 de marzo, el subjefe del Estado Mayor ruso, general Serguéi Rudskói, ha informado de que “a medida que completen con éxito sus tareas, las fuerzas rusas se concentrarán en lo principal: la liberación completa del Donbás”. Interesa observar que semejante declaración abdica del aparente propósito inicial de aniquilar al enemigo e incorporar Ucrania a Rusia. Esa pretensión excesiva contradecía el principio de Clausewitz de que una victoria sólo puede ser alcanzada si está bien definida. Saber cuándo detenerse en la guerra, apreciar hasta dónde es posible llegar sin que peligren los éxitos obtenidos es fundamental.

Ahora Putin propondrá un referéndum en el Donbás para anexionárselo y Zelenski invocará la soberanía de Ucrania para declarar la neutralidad del país como contribución a la paz mundial, a la espera de merecer que se le abran las puertas de la UE. En resumen, aviso por última vez al Pentágono de que el primero de mayo estallará la paz.

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