En realidad, todo empezó en Wuhan. Es el virus localizado en la ciudad china el culpable de una crisis económica global que ha allanado el camino para la guerra. Evidentemente, Vladimir Putin ya tenía Ucrania en su punto de mira cuando el Covid echó a volar. Pero la pandemia ha provocado un caldo de cultivo propicio para la afrenta bélica.
La economía es un factor absolutamente clave para entender los pasos del Kremlin. Moscú sabe que puede hacer saltar por los aires la recuperación proyectada en la UE. Cuanto más se complique y se alargue la guerra, menos posibilidades tendrán las economías europeas de recuperar la ‘normalidad’ como y cuando habían previsto.
La invasión de Ucrania pilla a la Unión Europea en pleno proceso de recuperación, tras la caída libre de 2020. Sin embargo, los indicadores benignos de PIB (la Eurozona creció de media un 5,2% en 2021 y España otro 5%) aparentan una salud demasiado robusta en comparación con la realidad.
El fuerte repunte obedece no solo al ‘efecto rebote’. Se debe, sobre todo, a que las economías europeas están absolutamente ‘dopadas’ por el Banco Central Europeo, que nunca ha dejado de comprar deuda soberana; y al ‘combustible’ que aporta el fondo NextGenerationUE, dotado con 750.000 millones.
Cuanto más se complique y se alargue la guerra, menos posibilidades tendrán las economías europeas de recuperar la ‘normalidad’ como y cuando habían previsto
Precisamente, lo que pretendía la UE era retirar progresivamente los estímulos y recuperar, a partir del próximo año, las reglas fiscales, para encauzar de nuevo la deuda y el déficit. Ambos conceptos están desbocados en países como España, que soporta el cuarto mayor endeudamiento público de la Eurozona (121,8%) y el segundo mayor desequilibrio presupuestario (7,3%).
La guerra amenaza con transformar los planes europeos en un cuento de la lechera. Basta con revisar cómo reaccionaron los mercados de deuda la pasada semana, cuando el conflicto bélico se veía sólo como una posibilidad cercana. La prima de riesgo española volvió a cruzar la barrera de los 100 puntos y el mismo camino siguieron los diferenciales de los países periféricos (Italia, Grecia y Portugal), los más vulnerables frente a las crisis por los desajustes de sus economías.
Con el conflicto bélico ya en marcha, el terreno queda abonado para un aumento progresivo de las primas de riesgo. Para tener referencias, recordemos que, en la anterior crisis, José Luis Rodríguez Zapatero tuvo que aplicar los primeros ajustes cuando el diferencial español alcanzó los 160 puntos, en 2010.
Paralelamente, la guerra contribuirá a alimentar la subida de los precios energéticos y, por ende, de la inflación. Con el barril de Brent (crudo de referencia en Europa) por encima de los 100 dólares y la cotización del gas rompiendo techos, también quedan en papel mojado las estimaciones -o deseos- de la Eurozona, que contaba con una estabilización de cara a la primavera.
Al igual que ocurre con su exposición a los mercados de deuda, España también sale especialmente perjudicada por el encarecimiento de la energía, ya que cuenta con la segunda mayor inflación de Europa y unos niveles de inflación subyacente no vistos desde 2008.
A día de hoy, Sánchez ni sabe en qué fecha podrá celebrar elecciones, ni a quién se tendrá que enfrentar. Ni si tendrá fuerzas suficientes para derrotar a un PP que tendrá tiempo de rearmarse mientras la economía no acaba de levantar el vuelo
Si la guerra y las turbulencias de los mercados se extienden en el tiempo, la inflación se irá inoculando cada vez más en la cesta de la compra, alimentando el círculo vicioso que tanto teme el Banco de España. La actualización de los salarios puede generar más inflación todavía y, de paso, pasará factura a quienes tienen nóminas por las mayores retenciones en el IRPF.
Las incertidumbres son tantas y la interconexión de la economía mundial tan elevada, que cualquier decisión de Putin puede afectar al día a día de los españoles. Y, por supuesto, a los cálculos electorales del presidente del Gobierno. Antes de que los tanques rusos cruzaran la frontera, Pedro Sánchez contaba con una recuperación progresiva, alimentada con fondos europeos, para llegar a la presidencia española de la UE -en el segundo semestre de 2023- con una economía en buen estado de forma. Era el escenario ideal para convocar elecciones y derrotar a Pablo Casado.
Hoy, el presidente del Gobierno ni sabe en qué fecha podrá celebrar los comicios, ni a quién se tendrá que enfrentar en las urnas. Ni si tendrá fuerzas suficientes para derrotar a un PP que tendrá tiempo de rearmarse mientras la economía no acaba de levantar el vuelo.
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