Todo sistema necesita de unos mitos para que sus pilares resulten tan duraderos como resistentes ante el paso del tiempo y las crisis. Han de estar basados en elementos valiosos y, especialmente, en una verdad que aliente los intereses de los ciudadanos en su anhelo por pertenecer a esa comunidad. Una nación cuya defensa se identifique con proteger sus propios intereses. Pero hay otros mitos falsos, negativos y perjudiciales, que se alejan de la realidad para ocultar un sistema corrupto que sólo beneficia los intereses de los gobernantes. El mito no se suele utilizar como elemento de unión para hacer avanzar a una comunidad hacia un objetivo común de fortaleza y prosperidad, sino para tenerla paralizada y sumisa ante intereses ajenos bajo la invocación de palabras 'sagradas'.
En la España reciente existen tres mitos de este segundo tipo. El mito del PSOE, el más absurdo y malvado de todos, pues identifica con el tanto la democracia como todo valor positivo. El segundo ha sido el régimen del ´78. Aunque válido para los primeros años de la Transición, no ha fortalecido la nación como nexo común de los españoles en la prosperidad democrática. Más bien ha ejercido de elemento disgregador en torno a su vaca sagrada de las autonomías ocultando el defecto de una democracia que permite al jefe del Poder Ejecutivo —el jefe de un partido político— controlar el resto de poderes. Para un constitucionalista, que identifica y limita la nación a un texto, el régimen del ´78 no ha fracasado, no se ha agotado, no han implosionado las grietas de su estructura, sino que se trata de que tenemos un mal gobernante. Un hecho aislado. Empieza a recordar al mito de la «pura democracia» de la II República. Si un sólo hombre puede desmontar un régimen democrático es la prueba de que dicho sistema lo permite, por lo que fuera del mundo de los unicornios no puede reivindicarse como solución para volver a la casilla de salida de un edificio en ruinas.
Tres bolsas de basura llenas de dinero en la habitación de un hotel por supuestos sobornos de Qatar para influir en la legislación europea favorable a los intereses el país del Golfo
Y finalmente, el mito de la Unión Europea. Esa Arcadia, en origen una buena idea surgida en plena guerra mundial, ha cristalizado en un ente con intereses muy distintos a los de los ciudadanos de sus países miembros, cuyas decisiones se adoptan alejadas de ellos. Un entorno propicio para la corrupción.
La vicepresidenta socialista del Parlamento europeo, Eva Kaili, ha sido imputada por participación en organización criminal, blanqueo de capitales y corrupción. Tres bolsas de basura llenas de dinero en la habitación de un hotel por supuestos sobornos de Qatar para influir en la legislación europea favorable a los intereses el país del Golfo. Lo sospechoso del asunto es que haya sido descubierto por la sagaz y prestigiosa policía belga. Lo que quizá indique que esta práctica oscura, propia de la capital del lobby en Europa, está tan generalizada que se ha denunciado esta operación en concreto porque quizás perjudicaba los intereses de otras operaciones en marcha en favor de otros terceros.
El problema no es la corrupción de un sujeto aislado, sino la estructura del sistema que lo favorece mediante acuerdos con gobiernos debilitados y, a su vez, poco controlados. A esa misma hora los intelectuales oficiales en los medios en España afirmaban con patetismo que hemos fracasado como país y clamaban por la intervención externa de la Unión Europea para detener a Pedro Sánchez en sus cambios legislativos.
Esta reflexión de boina, de luces cortas y sectarias, resume a la perfección el mito de la Unión Europea, que ha conseguido que muchos españoles, víctimas de las «sagradas» autonomías, creyesen encontrar una nación en una burocracia corrupta contraria a sus propios intereses. Aquí está la raíz de los problemas que se avecinan.
La UE decide cuándo cortar la provisión de los fondos de ayuda, sin embargo, España nunca ha tomado el control del presupuesto para controlar las autonomías secesionistas
Lo malo es que España no copia las realidades positivas de la Unión Europea, como su mecanismo de control de fondos para que sus Estados sean democráticos. En realidad es para que no se desvíen de la agenda política de una burocracia incentivada con intereses de terceros. La Unión Europea decide cuándo cortar la provisión de los fondos de ayuda, sin embargo, España nunca ha tomado el control del presupuesto para controlar las autonomías secesionistas sino que permite que ellas sean quienes decidan finalmente el destino general de la Nación.
Debemos acabar con los mitos que nos mantienen anclados, que nos impiden prosperar, que obstaculizan cualquier reforma que implique un un mayor control ciudadano. España no ha fracasado como país porque haya fracasado el PSOE o el sistema del ´78. Son estos dos actores quienes nos han conducido a la actual situación. España ha de fortalecer su propia soberanía y sus Instituciones y no avanzar rumbo a su disolución en favor de la Unión Europea en sustitución de las autonómicas. Sin miedo a abrir un debate constituyente, en sentido opuesto al del PSOE. Liderar un cambio, una línea de pensamiento no sólo en España, sino también en Europa.
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