En noviembre, lamentaba en otra columna que Puigdemont no se hubiera inspirado en el primer capítulo de Black Mirror; hoy, no descarto que acabemos viendo a Sánchez en prime time manteniendo relaciones sexuales con un cerdo. Aunque no sé si eso nos consolaría de que en realidad es el cerdo quien nos está violando a todos los españoles. A fin de cuentas, Sánchez siempre podrá ducharse y regresar a palacio escoltado por las decenas de coches oficiales de su séquito; sus súbditos, por el contrario, tendremos que quedarnos en la pocilga esperando el siguiente revolcón: hay que pagar el trono sanchista.
Cuando Junts descubrió que en el decreto ómnibus había un artículo que podría demorar la aplicación de la amnistía y Puigdemont dijo que votaría “no”, Rafael Simancas apuntó que estos no eran los decretos del Gobierno, sino de la gente, que nos juntamos por la tarde a escribir leyes. Pero no se lo decía a Puigdemont para que se apiadara de los españoles, sino a —cágate, lorito— al PP. Primero levantamos el muro para mantenerte lejos y luego te acusamos de estar al otro lado. Patxi López fue más allá y, dándoselas de intelectual, se preguntó “Cuándo se jodió el Perú”— primera frase de Conversación en la Catedral, de Vargas Llosa— y aseguró que quien votara “no” lo haría contra las subidas de las pensiones, el abaratamiento del transporte público, la ley anti desahucios para personas vulnerables y los 10.000 millones que España debía recibir de los fondos europeos. Pues mira, yo estoy en contra. Para subir las pensiones elimina primero las de extranjeros improductivos; ayudas al transporte público sólo para quienes no puedan pagarlo; de los vulnerables que se encargue el Estado, no los caseros y, por lo que respecta a los 10.000 millones de €… casi mejor que se los quede Bruselas, así no se utilizarán contra el pueblo español.
El día de la votación, creí que la fanática peligrosa de Miriam Nogueras estaba haciendo teatrillo para ser el centro de atención y destacar sobre los vendidos de ERC —dentro de poco son elecciones en Cataluña—. Pero cuando, mira tú qué oportuno, se cayó el sistema de votación dando al PSOE media horita extra para ofrecer más doncellas vírgenes a Puigdemont, comprendí que la extorsión era real. Se quejó Yolanda Díaz de que es muy difícil gobernar así. Pobrecita, tendré que explicárselo yo: cuando pierdes las elecciones, pero para mantenerte en el poder te alías con gente a la que traicionaste y con partidos que pueden ser ideológicamente antagonistas a ti además de rivales entre ellos —Junts y ERC, Bildu y PNV—, lo de gobernar se complica mucho. Es agotador. Pero luego llegas a la vivienda de 400 metros que te pagamos todos, te pones a planchar y se te pasa.
Sí, resulta muy difícil ser gobernados por quienes habláis de “ampliar derechos” —esa estupidez semántica— y de mejorar la vida de “las gentes” mientras robáis al pobre para dárselo al rico ladrón del 3%
Difícil, querida, es ser gobernados por vosotros, que habéis convertido el Parlamento —y el Senado— en un cascarón vacío al que de tarde en tarde va Sánchez a carcajearse de todos nosotros. Como cuando Miguel Tellado le exigió que explicara qué había pactado con Puigdemont para que los demás diputados y el resto de españoles supiéramos qué se estaba votando. Por cierto, los del PP son tan nulos en comunicación que en su vídeo no muestran a Sánchez partiéndose la caja, que es algo que da miedo. Sí, resulta muy difícil ser gobernados por quienes habláis de “ampliar derechos” —esa estupidez semántica— y de mejorar la vida de “las gentes” mientras robáis al pobre para dárselo al rico ladrón del 3%. Prometéis “justicia social”, pero cuando Puigdemont exige que pague el Estado, no pensáis que el Estado somos los trabajadores paganinis de nuestro transporte público y, también, del de los catalanes, que deben de ser más guapos que nosotros.
Muchos votaron a la izquierda para frenar a Vox, que quería controlar la inmigración, menudos fachas. “Puentes y no muros”, decían los zurdos, “ningún ser humano es ilegal”. Pues toma: queríais parar a la ultraderecha y el PSOE ha concedido, entre otras cosas, el control de la inmigración a uno de los partidos más nazis y racistas de Europa. La burguesía catalana llenó Cataluña de musulmanes porque no quería inmigrantes que hablaran español. En su ridículo racismo nacionalista, pensó que los nous catalans sarracenosharían castells, sólo hablarían catalán, bailarían la sardana y trabajarían tanto como los charnegos, y no han dejado de importarlos. Pero resulta que muchos prefieren robar, atracar y violar. Y, claro, ya no los quieren allí. Así que Junts le ha copiado la idea a la alcaldesa indepe de Ripoll, Silvia Orriols —que ha sido la primera en entender que el pueblo catalán ya no volem acollir—, y ahora pide la expulsión de esos delincuentes reincidentes e inintegrables. ¿A dónde? Francia no los quiere; Marruecos, tampoco. Argelia, menos. Además, mandarlos a África es muy caro. Lo barato, como siempre, es pasarle el marrón al resto de españoles.
P.D. Pablo Iglesias presume de acuerdo con el PSOE: no se podrá desahuciar a vulnerables ¡hasta el 2028! Para 2030 no tendrás nada y serás feliz.
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