Opinión

¿Qué hacemos con Tamara Falcó?

Tiene a la ortodoxia pijoprogre sacando espumarajos por la boca. No saben qué hacer con ella

Anda España – el estado español según los eufemísticos – bastante sacudida, que no agitada. Se huele en el aire que, día que pasa en el calendario, día que a Sánchez y su banda les queda menos en el machito. Ellos lo saben, al menos los que han aprendido a leer, escribir y las cuatro reglas. Me refiero a las reglas matemáticas, cuidado, que a la que te descuidas te sale una ministre hablando de seres menstruantes y se produce el descuajeringue del fielato de la cornamusa. El tono va subiendo, claro, y han dejado sueltos a todos los orates capaces de articular vocablos más o menos inteligibles. De ahí que uno pueda escuchar al sumo sacerdote de lo banal decir que Tamara Falcó es “la más firme representante de la España negra” y que tiene “un discurso de odio que hay que rechazar”, o a otro quídam que lo mejor para que no existan pobres es acabar con los ricos. Vaya.

Tamara Falcó ha roto su compromiso con un novio que no supo entender la suerte que tenía al poder compartir oxígeno con una señora como la copa de un pino. ¿Lloró Tamara públicamente, se mostró débil, hizo el cuento de la huerfanita de Oviedo? Pues no. La joven aristócrata y empresaria se remangó la pena y apareció diciendo que p’alante y que mejor saber ahora que su novio hacia cosas indebidas que no estando casada o, mucho peor, con hijos. Y lo dijo de camino a un compromiso profesional. Es decir, una mujer a la que maldita la falta que le hace empoderarse, la matria, los niñes y la madre que parió a Paneque. Además, ha demostrado una vez más que cree en Dios y eso ha terminado de cortocircuitar a la zurda. Pero ¿esa mujer decidida, de una pieza, inteligente, elegante, divertidísima, capaz de gestionar empresas, crear proyectos, y, además, tener una telegenia que para sí quisieran muchos que han hecho del bótox su mejor amiguito no está hundida en la merde? ¿No habíamos quedado que los ricos y los títulos son malos, torpes y feos? ¿No son alguien de quien reírse, a quien apostrofar por la calle, llevar a juicio en una checa e incautar su patrimonio? Va a ser que no. Tamara les demuestra en su cara, in your face, que para argumentar hay que tener ideas basadas en las buenas lecturas, la formación y un mucho de alma.

El problema radica en que a un mega millonario como Jaume Roures, trotskista, separatista y podemita, se le puede perdonar todo. “Es de los nuestros”, dicen. A Tamara, católica, de derechas y más española que el jamón serrano, en cambio, hay que arrastrarla por el fango porque dónde se ha visto tamaño descaro, creer en Dios y encima decirlo. Y llegamos al meollo del tema. No se trata de ser rico o no. Puede serlo como Roures, Wyoming, o tener casoplones como Iglesias y Montero, siempre y cuando tengas perspectiva de género, resiliencia, sostenibilidad, progresismo y un póster del Che en tu living room. Los demás ricos, a la hoguera. No deja de ser curiosamente contradictorio que la mayor fortuna de Venezuela sea la de la hija de Chávez o en de Cuba la de los Castro. Lo mío es mío y lo tuyo, también.

A Tamara eso ni la salpica, porque tiene claro quién es y no necesita la aprobación de esa nueva inquisición que han construido los social podemitas a base de pensamiento woke y una envidia tremenda, abrumadora, espantosa. Así que a la pregunta sobre qué hacer con Tamara Falcó respondo que, por mi parte, lo que hago es admirarla, defenderla y besar su mano. Lo mismo que dije hace años en el programa de Luis del Olmo a propósito de su madre, doña Isabel Preysler.

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