A veces la familia es un infierno del que sólo la policía puede rescatarte. Lo ilustran bien las dos noticias espeluznantes que hemos conocido esta semana, aunque una ha tenido más repercusión que la otra, pues todos los medios nos han informado de la detención de una pareja acusada de abusar sexualmente de su bebé. El padre (25) y la madre (22) compartían contenido pedófilo; él, además, violaba a su hija de pocos meses y la ofrecía en las redes sociales para hacer tríos. Del otro caso se ha hablado menos: un hombre ha sido condenado a 16 años de prisión y a 6 de retirada de la patria potestad por violar repetidamente a su hijo de 4 años. Me pregunto qué más habría tenido que hacerle al niño para que le quitaran la patria potestad definitivamente.
Malnacidos ha habido siempre, el fenómeno de los padres que violan o prostituyen a sus hijos no es nuevo. Pero ahora el violador graba su depravación o le pide a su pareja que lo haga, ya sea esta la propia madre de la criatura o un señor que ha conocido haciendo cruising; así podrá compartir sus hazañas en las redes sociales para solaz de otros degenerados como él. Se diría que las nuevas tecnologías son un acelerante para esas personalidades enfermas que para excitarse necesitan salvajadas cada vez más fuertes. La mala bestia que violaba a su bebé había llegado a romper uno de sus móviles en su desesperación por no poder controlar su adicción a la pedofilia de gran violencia. Y al otro, el monstruo que violaba a su niño de cuatro años, ya no le saciaba su pareja masculina ni el sexo fugaz del cruising ni masturbarse delante de sus hijos: tenía que jugar al perrito con el pequeño.
Andan buscando nuevos nichos de mercado para sus redes clientelares, y están muy atareadas con los dos últimos agravios imaginarios que se han sacado de la manga: la gordofobia y la violencia obstétrica
¿Qué hacemos con esta gente? Los lectores más clementes pedirán, como mínimo, la permanente no revisable. Muchos abusadores fueron, a su vez, niños que sufrieron abusos; luego cada vez que se encarcela a uno, estamos ahorrándonos futuros pederastas. Además, la reinserción es prácticamente imposible, pues no pueden evitar sentirse atraídos por los niños y el 90% de ellos reincide. Pero el feminismo oficial considera que encerrarlos de por vida es justicia punitiva y de ultraderecha; por eso el energúmeno que abusaba de su bebé estaba en la calle a pesar de que en los dos últimos años había sido detenido varias veces por distribución de pornografía infantil. Y parece que, si no fuera por la Homeland Security Investigations (EEUU) —que puso sobre aviso a la policía española—, el tipo todavía estaría violando a su hija. El otro, el que jugaba al perrito con su hijo allá por 2015, ya ha sido condenado; pero no tardará mucho en recobrar la libertad, y lo hará con la patria potestad restituida. Muchos estaríamos de acuerdo en que las penas para estos delitos son insultantemente bajas.
Nos mostraron hasta la saciedad las caras de los miembros de la Manada de Pamplona; sin embargo, nos pixelan las de violadores de niños y bebés. Por suerte, todavía tenemos fresca la histeria que Irene Montero y sus amigas desplegaron por el pico de Rubiales a Jenni Hermoso, aquella agresión sexual intolerable, y no entendemos su silencio ante estos estos nauseabundos crímenes pederastas. En las redes sociales de Montero, Belarra y Pam no hay una sola palabra al respecto. Y mientras el número de mujeres asesinadas y el de violadores que ven rebajadas sus penas no para de aumentar, Pam culpa de estos asesinatos a los negacionistas; es decir, a quienes cuestionamos la ideología de género. En los últimos estertores del gobierno en funciones, ellas andan buscando nuevos nichos de mercado para sus redes clientelares, y están muy atareadas con los dos últimos agravios imaginarios que se han sacado de la manga: la gordofobia y la violencia obstétrica. Igualdad acaba de financiar un anuncio del Gobierno Canario —al PP ya le vale— en el que una bisexual nos intenta convencer de que los ginecólogos son violadores y nos anima a denunciarlos.
Todos ellos pertenecen a las castas protegidas —y subvencionadas— por la izquierda. Si los violadores hubieran sido heterosexuales vulgaris, la propia Irene les habría prendido fuego en un auto de fe
Todo es violencia machista. Excepto si eres una bebé y te viola tu padre o si eres una niña de 8 años y ves a tu padre violando a tu hermano de 4. ¿Cómo pueden callar sobre estos abusos? ¿Son todos los hombres culpables de violación menos estos pederastas? ¿Por qué ellos se libran de la ira feminista? Irene Montero ha dicho en más de una ocasión que los niños, las niñas y les niñes tienen derecho a amar y a tener relaciones sexuales con quien ellos quieran, pero no quiero abonar la conspiranoia pedófila. Quizá la explicación a este silencio ministerial sea más sencilla: la madre del bebé violado está en tratamiento para cambiar de sexo, el padre es un inmigrante nacionalizado de argolla en la nariz y el hombre que violaba a su hijo de cuatro años es homosexual. Todos ellos pertenecen a las castas protegidas —y subvencionadas— por la izquierda. Si los violadores hubieran sido heterosexuales vulgaris, la propia Irene les habría prendido fuego en un auto de fe.
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