Cuando se oye razonar a personas como Ramón Tamames la percepción de que estamos gobernados por ignorantes es total. El profesor dio ayer una clase magistral a esos aprendices de político llamados Sánchez y Díaz. Ambos precisaron la intemerata para desgranar de manera deshilachada una sarta de vaguedades, tópicos, consignas y mentiras. Don Ramón los despachó con elegancia y pulcritud modélicas. Incluso se permitió emplear esa educación glacial de quien sabe que es feo abusar de un inferior a ti, permitiéndose algún consejo a quienes iban a la tribuna de oradores a defender lo indefendible. El momento supremo fue cuando, en alusión a Yolanda Díaz, soltó de manera educadísima pero con más mala idea que un miura "Sintetice más sus intervenciones". Y sin descomponer la figura, usando lo que Boni de Castellane denominó metafísica de la insolencia. Ante las frases que pretendían ser de doble sentido cuando no tenían sentido ninguno, la chulería gárrula y el matonismo perdonavidas que caracteriza al sanchismo, Tamames no necesitó más que ejercer el privilegio del culto: pasar por encima del barro para no mancharse.
Ante la idea de una España emanada de la Transición y la Carta Magna el charismo de presidente y vicepresidenta se estrelló estrepitosamente. Todo el humo que esparcían se disipaba al instante. Los anuncios destinados a vender el detergente del gobierno se enfrentaban a la solidez de quien se forjó en política cuando lo que contaba era lo que sabías y no tu capacidad de adulación; era los mundos de yupi de esa Abeja Maya llamada Yoli, definida con acerada palabra por Carlos Herrera, frente a lo cotidiano. Qué poco saben quienes nos gobiernan y qué orgullosos están de ser tan analfabetos.
Qué poco saben quienes nos gobiernan y qué orgullosos están de ser tan analfabetos
Visto el naufragio de los que ganarán la moción de censura por una simple cuestión matemática - si fuese un examen estaban suspendidos sine die - uno esperaba que los rostros de moais del Presi y la Vice mostrasen siquiera un atisbo de sonrojo, de vergüenza torera, de estar haciendo el ridículo m. Pues no. Sus expresiones eran de odio, ira, desprecio. Pretendían reírse como chacales pero les salía la risita floja con babilla del el tonto de la clase que escucha a un catedrático eminente. Esa izquierda defensora de lo ágrafo que mantiene una constante rabia contra el sabio y que tanta ruina ha traído a España estaba ahí oyendo a Tamames, que encarna la izquierda, guste o no, que entendió la urgencia de pasar página, nunca comulgó con la horterada y el puerilismo como señas de identidad y que se jactaba de intelectual y leída, lejos de masas incendiarias y profanadoras. Respecto a ese odio a lo intelectual viene a cuento recordar lo que dijo Ramiro de Maeztu cuando los milicianos lo pusieron frente a un piquete de fusilamiento. “Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por qué muero”. Exacto y tristísimo.
Dije hace días que no creía capaces a Pedro y a Yoli de llamar facha a Tamames o discutir de economía con él. Me equivoqué. Este personal no conoce límites ni tiene el menor sentido de la proporción. Ver a la vice vomitarle cifras y conceptos económicos a Don Ramón o hablarle de la II República con el aplomo de aquel rey que no era ni burro ni sabio ha sido lo más representativo de este martes. El ridículo elevado a la enésima potencia junto a un mantenella y no enmendalla grotesco maridados con el ejercicio de vanidad más exagerado. Ay, Pedrete y Mariyoli. Quizá seáis gongorinos por lo del ande yo caliente, ríase la gente. Aunque dudo mucho que leáis a Góngora. Demasiado pedir.
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