No lo van a parar. Ni las regañinas, ni las lecciones, ni la voz autorizada de las víctimas del terrorismo van a servir de nada. El ‘que te vote Txapote’ es ya un lema pop (popular) que va más allá de lo que significa. Es la expresión genuina de un amplio sector de la sociedad española que está harta de Pedro Sánchez y que ha encontrado en esta frase la forma ideal de devolvérsela al presidente del Gobierno.
‘Que te vote Txapote’ no es sólo lo que dice, sino cómo se dice. Corearlo en una plaza de toros, como en Pamplona, es una de ellas. Pero lo que verdaderamente prende al personal es hacerlo ante el micrófono de algún reportero de televisión que esté en directo en ese momento. Así nació la expresión original, y así se ha reproducido de forma imparable.
La gente ha encontrado en ella la manera de ajustar cuentas con Sánchez. Arranca una sonrisa a los que reniegan del presidente; incluso cuando creen que hay formas más adecuadas de censurarle. Aunque la izquierda y sus voceros no lo crean, afirmar ante la opinión pública que Bildu es un partido responsable con el que pactar, mientras que el PP pone en riesgo la democracia y la Constitución genera un gigantesco rechazo. Las urnas se lo han dicho al PSOE de forma sistemática en los últimos dos años, pero Ferraz está empeñado en hacer oídos sordos a ese clamor.
El trifachito antes que Txapote
A los que se rasgan las vestiduras. A los que creen que es gravísimo. A los que ven en esto un drama nacional. No han entendido nada. No es la primera vez que pasa, ni será la última. La política está llena de ejemplos similares. El 'váyase, señor González', de José María Aznar; el '¡a la mierda!', de José Antonio Labordeta. Los propios partidos fabrican muchas veces estas expresiones y consiguen llevarlas a la calle. Otro ejemplo reciente: el trifachito. La manifestación de Colón que reunió a PP, Ciudadanos y Vox en 2019 fue utilizada por la izquierda para caricaturizar a convocantes y asistentes. Y se instaló con mucha facilidad entre la gente, donde convive en la conversación hasta nuestros días.
Pero la verdadera clave del éxito está en la espontaneidad y no en la fábrica de mensajes. Ocurrió en Argentina con el 'que se vayan todos' durante la crisis del 2001. Esta expresión, que se coreaba en todas las protestas como cántico futbolístico –algo común en este país-, se convirtió en el santo y seña de aquellos días aciagos de diciembre. El ‘que se vayan todos, que no quede ni uno solo’ contra clase política no se quedó ahí. Tuvo su traducción en las urnas. El hartazgo de la sociedad quedó reflejado en lo que se bautizó como Voto Bronca, una plataforma electoral con candidatos falsos que fue la segunda lista más votada en la provincia de Buenos Aires poco antes de los graves disturbios de final de año.
Las urnas hablarán el 23 de julio en España. El político que quiera arrogarse la ola Txapote –las camisetas del PP- o parafrasearla sin gracia –véase Abascal con Mohamed- lo pagará caro. La indignación no pertenece a nadie, ni se mide por la gracieta de molestar a un reportero que está en la calle haciendo su trabajo. La indignación sólo tiene un cauce genuino: el voto.
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