Si Pedro Sánchez se creía que gobernar con los golpistas iba a ser sentarse y tocar la guitarra se equivocó de medio. Porque el antaño nacionalismo convergente y actual separatismo no da ni los mocos gratis. Se lo confesaba Puigdemont a un periodista amigo suyo que tiene la lengua muy suelta y a la que lleva un par de gin tonics – pongamos cuatro – en el cuerpo lo cuenta todo. En Sánchez pixarà sang!, contundente expresión en vernácula que significa lo mal que ha de pasarlo el aludido. Estos sanchistas no saben con quién se la juegan. Tampoco muchos opinadores, por lo que veo. Y es que lo que pasa no puede analizarse sin haber estado en el interior del Leviatán, de la bestia.
El separatismo catalán es peor que Bildu: no tiene nunca suficiente, no respeta lo acordado, no mantiene la palabra dada y mucho menos si es a esa España a la que le siempre le van a exigir todo para no darle nada.
Miren, entregar Pamplona a los bilduetarras o incluso hacer lehendakari a uno de los de Otegui son canalladas tremendas y una burla a las víctimas de ETA. No creo que nadie que siga estos billetes que escribo dude de mi postura acerca de los terroristas y sus herederos políticos. Pero tienen palabra. Van a lo que van y han hecho lo que han hecho, pero si llegas a un acuerdo lo respetan. El separatismo catalán, aunque no ha sido en este periodo democrático tan sanguinario como el vasco, es peor: no tiene nunca suficiente, no respeta lo acordado, no mantiene la palabra dada y mucho menos si es a esa España a la que le siempre, recuérdenlo, le van a exigir todo para no darle nada. Esa es la madre del cordero. Pujol no quiso aceptar un sistema de financiación similar al cupo vasco en su momento porque su estrategia fue, igual que sus herederos, extorsionar al gobierno de turno. Lo mismo que Junts chuleando a Sánchez con apoyar o no los tres decretos que tratan del octavo paquete de medidas contra la inflación, la reforma del subsidio de desempleo y la norma ómnibus que incluye la ley de la función pública y, además, modifica la ley de enjuiciamiento civil.
¿Alguien cree que estos asuntos le importan un higo al separatismo de ultraderecha que encarnan Puigdemont y Junts? Claro que no, pero aquí de lo que se trata es de demostrar que tienen cogido por els collons a Sánchez, al presidente del gobierno de España, a esos españoles que tenemos una tara en el ADN, nyordos y colonizadores. No se trata de que persigan su objetivo final, que es la independencia, porque si la quisieran de verdad tiempo de sobra han tenido para proclamarla. No, lo que buscan es la humillación permanente de todo lo que represente lo español, lo constitucional, lo democrático, porque es su pensamiento delirantemente exclusivista y fascistoide que sueña con una Cataluña en la que no quepa nadie que no sean ellos.
Multar a quien no rotule en catalán su comercio, a quien no tenga la carta de su restaurante en catalán, a los que no hablen en catalán en las aulas, a los funcionarios, multar, multar, multar. Es decir, reprimir.
Indiscutiblemente, a Sánchez todo eso tampoco le preocupa lo más mínimo. De Junts lo único que le interesa son sus siete votos y poder continuar sentado en esa poltrona que huele cada día más a excrecencias nefastas. Por eso, que los separatistas le exijan ahora que las empresas que se fueron de Cataluña por culpa del intento de golpe de estado y que se multe a quienes se nieguen a retornar es una cosa más dentro de su locura indepe. Solo saben imponer, castigar, penalizar, estigmatizar. Son inquisidores disfrazados de monjitas. Multar a quien no rotule en catalán su comercio, a quien no tenga la carta de su restaurante en catalán, a los que no hablen en catalán en las aulas, a los funcionarios, multar, multar, multar. Es decir, reprimir. Ah, pero eso tampoco inquieta a Sánchez. Él es el primero que envía a la policía a reprimir a unas santas gentes que decidieron rezar el rosario en Ferraz, ya ven.
Este engendro llamado PSOE decidió encamarse con las bestias que fueran necesarias, preso de la lujuria del poder, y ahí lo tienen ahora, quejándose de que la cama huele mal. Claro que huele mal, caballeros. Huele a diablos, a mingitorio sin limpiar, a basurero. ¿Qué esperaban? ¿Olor a lomo de ángel?
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