Tomo prestado el título de Joaquín Costa que en 1900 impartió una memorable conferencia en Madrid acerca de las desgracias que agobiaban a los españoles. Enumeraba males del país que, aunque en otras circunstancias, riman con los actuales. Ha llegado la hora, decía, de “mudar de piel”, poner fin a la maldición histórica y “romper los moldes viejos que Europa rompió hace medio siglo”. Contrastando este texto con los esperpentos diarios que nos regala la política actual, pareciera que los años del régimen del 78 hubieran sido solo un paréntesis antes de volver a los “desastres nacionales”.
Espectáculos como el de la líder de la oposición en la Comunidad de Madrid de hace unos días remiten a Joaquín Costa cuando demandaba “una transformación honda y radical” de España. La inmoralidad exhibida por Mónica García, de Más Madrid, con su exigencia de dimisión al vicepresidente Enrique Ossorio por hacer lo mismo que ella, es la imagen de la degradación política. No fue lo peor. La reacción del sanchismo político y mediático -Gobierno incluido-, improvisando un debate sobre el bono térmico con el único fin de tapar la desvergüenza, da idea de la catadura moral de esta casta política.
En el eterno retorno de “España como problema”, la clave sigue estando como hace 120 años en la calidad de sus políticos. Siguen vigentes las palabras de Costa: “de cuantas desgracias amenazan a España, la más grave es la de seguir gobernada por sus actores políticos”. Las trampas de Mónica García retratan a todo el bloque sanchista. Artimañas similares utiliza el Partido Comunista de Yolanda Díaz para enmascararse, hasta ahora con el disfraz Izquierda Unida y en el futuro con Sumar y sus teatrales “actos de escucha”. En la misma onda emite Íñigo Errejón con charlatanerías del tipo “control inteligente de los precios”. Por no hablar de Iglesias Turrión, que prepara la munición para atizar el próximo estallido social, que él y Roures darán por la tele.
El mismo Sánchez amaga ahora con un remake del “no podría dormir”, a la vez que se asocia a Belarra en su cruzada contra los empresarios
Cuando Margarita Robles se reivindica como ministra seria de un Gobierno de párvulos, no logra borrar su acto de sumisión con el cese de la directora del CNI Paz Esteban por imposición de los socios independentistas. Trampas similares a las de Page, Puig y Lambán, cuando pretenden escenificar una ruptura ficticia con Sánchez, después de su imprescindible apoyo a los pactos de gobierno. Nada que no pueda superar el inefable ministro Bolaños que, al oírle, sabes que podría decir lo contrario con idéntica pasión. El mismo Sánchez amaga ahora con un remake del “no podría dormir”, a la vez que se asocia a Belarra en su cruzada contra los empresarios -“si protestan, vamos en la buena dirección”-. ¿Un país en el que hacen catedrática a la mujer del Presidente, por serlo?
Lo mejor del sanchismo son los independentistas. Tiene mérito que sean vistos como progresistas unos fascistas de libro. Sus políticas de imposiciones lingüísticas son un catálogo completo de prácticas nazis, tanto como lo fueron las utilizadas antes con la “raza” como arma. Para desenmascarar sus trampas, basta leer al mejor experto en el “fascismo antifascista”, el historiador italiano Emilio Gentile (Quién es fascista).
El conglomerado sanchista que gobierna además le sale caro al Estado. Joaquín Costa hablaba en los primeros días del siglo XX del caciquismo como “una carga para los que trabajan y producen”. Nada que no se haya reproducido hoy con una casta extractiva que hace más urgente, como entonces, “abaratar la patria simplificando la organización política y administrativa”. El insigne regeneracionista aragonés proponía extirpar el caciquismo extractivo y concretaba medidas como “suprimir la mitad de los ministerios”, ya entonces.
Ya denunciaba Joaquín Costa: “Hicieron quebrar a la nación, han probado que no tenían arte para rehabilitarla y se niegan a retirarse”
Abaratar la patria antes de que no quede patria que administrar. De la eliminación de duplicidades como las que se dan entre Diputaciones Provinciales y Comunidades Autónomas a la corrupción política insoportable. La patria en almoneda, como ya denunciaba Costa: “Hicieron quebrar a la nación, han probado que no tenían arte para rehabilitarla y se niegan a retirarse”. La mala política y los malos políticos, como demuestra nuestra historia, se paga en calidad de vida de los ciudadanos.
Otra trampa es la supuesta lucha contra la desigualdad, que utilizan como cartel electoral. Los datos y Eurostat demuestran que el PSOE está funcionando como una fábrica de producción masiva de desigualdad. Si se analizan las políticas concretas, desprovistas de verborrea, no hay sorpresas. El Banco de España (Boletín Económico, 22/02/2023), en su estudio sobre las ayudas sociales concretas para esta crisis, demuestra que más del 80 % de los recursos han sido distribuidos de forma generalizada, sin considerar nivel de renta. Desprecian la eficiencia del riego por goteo, habitual para las políticas sociales en la UE.
El PSOE ha inutilizado políticamente al centroizquierda en España y lo ha apartado de la senda reformista del 78. Cuando escribo, oigo a Pedro Sánchez alardear en el Comité Federal de haber conseguido más fondos europeos que nadie. Como si ese lugar en el ranking del reparto aprobado por la UE no fuera una señal de la pésima situación en la que está la economía española. De qué sorprenderse, si Sánchez es capaz de exhibir que seamos los únicos que aún no hemos recuperado niveles económicos pre-pandemia.
Para Joaquín Costa, la receta en 1900 era “habría que hundir el cuchillo en la gangrena hasta el mango”. Hoy, ideologías aparte -azul o roja-, pocos dudan que corresponderá a Alberto Núñez Feijóo abordar la cirugía. Su éxito dependerá, seguro, de su capacidad para mejorar sustancialmente la calidad de la plantilla de políticos que seleccione.
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