Como diría el clásico se mascaba la tragedia ante el discurso de Feijoó en esta primera jornada de investidura. No pocos de sus propios compañeros se mordían las uñas con fruición ante lo que esperaban iba a ser un sí pero no, un a lo mejor y depende o, peor todavía, una entrega a las tesis de la izquierda. Nada de eso. El líder popular llevaba preparado en un grueso fajo de papeles todo lo que quería decir. Y lo dijo. En primer lugar, dejando claro que, con él, ni amnistías ni referéndums, añadiendo con retranca gallega
mientras miraba a la zurdería “¿Así sí, no?”. Y fue que no. Porque Feijoó hizo algo más que el discurso que le toca hacer a quien aspira a la presidencia del gobierno: lo suyo fue una declaración de intenciones que recogía lo que de mejor y más bueno tiene la derecha. Valores, medidas concretas, referencias históricas
inexcusables, advertencias de hacia dónde nos lleva el sanchismo y, lo más importante, los anhelos y preocupaciones de la gente de la calle. Porque más allá de los grandes termas de geo estrategia o
macro economía, Feijoó ha hablado de los precios insoportables, de la ley ELA, de rebajas de impuestos a emprendedores, autónomos y clase media, de paro, vivienda o jóvenes.
Y sin alzar aspavientos. Mirando a Sánchez, que no sabía como sentarse, y al Gobierno que negaba con la cabeza cuando el líder popular soltaba datos que caían como mazazos encima de sus
cabezas. Feijoó incluso se permitió demostrar que en materia de lenguas cooficiales está por encima del presidente en funciones. “Yo hablo dos lenguas”, le soltó al Don Tancredo sanchista. Yo añado
que también comprende bastante el catalán a fuer de gallego.
“Yo hablo dos lenguas”, le soltó al Don Tancredo sanchista. Yo añadoque también comprende bastante el catalán a fuer de gallego.
Feijoó exhibió también su experiencia en sanidad cuando se refirió a ella y lanzó un obús de 155 mm. al pedir que a un ministro de este asunto debería saber algo del tema. En resumen, Feijoó dijo todo lo
que había que decir sin alzar la voz, seguro, aplomado y con la confianza de quien sabe que lo que explica cabal. Conclusión: el primer asalto ha sido para Don Alberto.
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